Viejos tiempos, crítica teatral

25 Mar 2025

Harold Pinter fue distinguido con el Premio Nobel de Literatura en 2005, a los 75 años de edad, cuando ya hacía tiempo que sus más reputadas obras teatrales, como ’El amante) (1962) o ’Traición‘ (1978), habían sido creadas. Su estilo es más que reconocible, desarrollado a través de una larga carrera en las artes escénicas, en las que, además de dramaturgo, en verso y prosa, participó siendo actor, guionista y director.

“Si tienes una sola cosa de algo, no puedes saber si es la mejor”

Viejos tiempos, crítica teatral

La marca Pinter reaparece en la cartelera madrileña, con la programación deViejos tiempos’, escrita en 1971, a iniciativa de Entrecajas Producciones y el Teatro de la Abadía, con versión de Pablo Remón y dirección de la reputada actriz que es Beatriz Argüello (Carmen, nada de nadie, El perro del teniente, Vano fantasma de niebla y luzMonstruos. El prodigio de los dioses, Valor, agravio y mujer, La cordura loca de Lady Macbeth, Queen Lear, El príncipe constante, Refugio, Numancia, Don Juan Tenorio).

De nuevo un triangulo y tres personajes que lo componen, formando los lados y ángulos del mismo. El matrimonio formado por Kate y Deeley, recibe, en su tranquila casa a las afueras de Londres, a Anna, antigua amiga de juventud de Kate, y los recuerdos, de los tres, por supuesto subjetivos, lucharán por imponerse sobre los de los otros.

“Hay cosas que se recuerdan que nunca sucedieron”

Viejos tiempos, crítica teatral

La capacidad que Pinter tiene, en sus propuestas, de hacer revolverse al espectador en su butaca, como si lo que ocurre sobre la escena le interpelara de forma personal y directa, queda diluida en esta ocasión, donde según avanza la pieza, no se desvela una trama que se sustente sobre unos determinados hechos, sino que el conflicto se plantea sobre la imposición de unos determinados recuerdos. Tal como sucede en la diatriba social y política de nuestra contemporaneidad, la lucha está en apropiarse del relato. 

“Sus medias negras parecían, aún, más negras, por lo blancos que eran sus muslos”“Nadie, excepto yo, tenía la visión de unos muslos a punto de besarse. Nadie, excepto usted, tenía aquellos muslos besándose”

Unos cuidados recursos técnicos, son argumentados para recrear la elegante casa de Kate y Deeley, muy ‘british’, empapada de los aromas jazzísticos, entre los que destaca la voz de Ella Fitzgerald. Prima la elegancia con las adecuadas aportaciones de Carolina González en la escenografía, Paloma Parra en iluminación, Rosa García Andújar en vestuario y Mariano Marín en espacio sonoro, pero la dificultad máxima de esta propuesta para calar entre en los espectadores acomodados en el patio de butacas está en el ritmo, excesivamente lento que no consigue que la desazón aburguesada de los protagonistas, en esta propuesta, rompa la monotonía y traspase la cuarta pared.

Ernesto Alterio (Shock [el cóndor y el puma], Troyanas, Atchúusss), Marta Belenguer y Mélida Molina (Loba, El curioso incidente del perro a medianoche) son un sólido elenco, con un desempeño de más a menos, que queda condicionado por el ritmo de la propuesta.

Viejos tiempos, crítica teatral

“¡No hay dos mujeres iguales!”

Afirmaba Harold Pinter que «No hay distinción firme entre lo real y lo irreal; ni entre lo verdadero y lo falso. Una cosa no es necesariamente, o verdadera o falsa, sino que puede ser ambas: verdadera y falsa», y ese razonamiento parece ser el nudo gordiano sobre el que discurre la esencia de esta pieza, más allá, de las evidentes consecuencias del paso del tiempo, tanto en las personas, como en sus relaciones, y, quizás, en esta propuesta se eche a faltar más contraste entre lo blanco y lo negro, habiendo un exceso de tonos grises.

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