Una vida americana, crítica teatral
05 Mar 2018
Comienza el espectáculo, es cuatro de julio, la voz de Beyoncé declama las notas del himno de los EE.UU., mientras la bandera norteamericana parece enseñorearse de la conseguida escenografía de Alessio Meloni que recrea ante nosotros los frondosos bosques de Minnesota, hasta donde han llegado tres mujeres en busca de su futuro, quizás huyendo de su pasado, pero sobretodo para entender su presente.
Los vencedores y los vencidos emocionados con la misma canción.
Paloma ”la madre”, en este momento de su vida mantiene una relación afectiva con otra mujer, pero su preocupación fundamental son sus hijas; Linda (la mayor) tiene muchos traumas y no termina de superar una reciente depresión, sueña con el reencuentro con su padre, para ella esa es la única razón de haber llegado hasta allí, le acompaña su novio, Levi, desde Madrid, de ascendencia judía, pero sin ejercer su judaísmo, aunque a cuenta de ello compondrá una de las mas conseguidas escenas, junto con su futura suegra. La otra hermana es Robin (él) / Rose (ella) nacida en un cuerpo de mujer en el que no se reconoce, imponiendo a quienes le rodean a esquivar cualquier tratamiento de genero, tanto femenino, como masculino, definiéndose como “transgenere” lo cual da también para reiteradas “guasas” a lo largo del espectáculo.
Los personajes están en Minnesota, pero la pasarela de emociones con el barrio de Tetuán, en Madrid, donde viven Paloma y sus hijas, es permanente. Hasta aquella ciudad, inundada en “La Movida” de sus años 80’s llegó Warren Clarkson, y Paloma se enamoró de aquel joven, y atractivo, norteamericano, nacieron Linda y Robin Rose, pero el sueño familiar de los Clarkson acabó roto, y dividido, con el océano Atlántico de por medio, en una orilla, Warren y en la otra, Paloma, Linda y Robin Rose.
«Los hombres tenéis adicción a los principios».
El texto de Lucía Carballal es de una gran originalidad, y está en línea con sus anteriores trabajos como “A España no la va a conocer ni la madre que la parió” o “Los temporales”, en ella hay talento y ello lo supieron ver Miguel del Arco y sus socios en “El Pavon Teatro Kamikaze”, reconociendo su trabajo con la primera beca de dramaturgia contemporánea que otorgaron.
La dirección de Víctor Sánchez Rodriguez juega a favor de la propuesta de Carballal, con un desarrollo de menos a más, en el que ritmo, algo lento al principio, se va acelerando a partir de la escena que comparten Paloma (Cristina Marcos) con su futuro yerno, Levi (César Camino), balanceándose en una hamaca, desarrollando una especial química que se mantendrá ya en toda la función.
Alessio Meloni diseña una acertada escenografía en la que destaca la caravana que alquilan Paloma, Linda y Robin Rose para hospedarse en el bosque de Minnesota al que llegan, en cuyo interior se desarrollan algunas escenas y diálogos, que para ser observados por el público presente en la sala, se sitúa en una posición elevada, como en un promontorio.
«¿Qué diferencia hay entre la locura y la transgresión?».
Las peculiares características de los cuatro personajes en escena y el complejo mundo de emociones en el que viven, son perfectamente interpretados por el elenco, destacando Cristina Marcos, que acierta al iniciar su participación con unas primeras escenas muy contenidas, para ir creciendo a lo largo de la trama, combinando el drama interior de su personaje con una acertada “socarroneria”, humor e ironía.
Esther Isla, en el papel de Linda, Vicky Luengo, como Robin Rose, y César Camino, en la piel de Levi, realizan un gran trabajo, en papeles nada convencionales.
Las personas siempre vamos o venimos de algún lugar, y esa migración permanente está muy representada en los sueños de los Clarkson que crea Lucía Carballal; cuando están en el barrio de Tetuán en Madrid, sueñan con “una vida americana” en Minnesota; y cuanto están allí, ya piensan en volver. Desde España idealizan lo norteamericano: su música, su cine, sus formas de vida …incluso “el día de acción de gracias”, pero bajo el cielo repleto de estrellas en aquel bosque, lleno de secuoyas en los Grandes Lagos, lo que se añora es la música de Mecano.