Traición, crítica teatral
07 Sep 2020
Harold Pinter fué reconocido en 2005 con el Premio Nobel de Literatura lo cual puso el adecuado colofón a su carrera como dramaturgo que se extendió durante más de cincuenta años, viviendo el hecho teatral, también, como actor y director.
Traición, escrita en 1978, es una de sus mas reputadas obras, considerándose ya un clásico del teatro, con la seña de identidad de que se desarrolla en nueve escenas que se presentan ante el público en orden cronológico inverso a los hechos de la trama que se narra en el periodo entre 1977 y 1968.
“Todo …¡se ha acabado todo!”
Se trata de un triángulo amoroso, en el que el desamor y el amor recorren cada una de sus bandas y a sus protagonistas. ‘Emma‘ (galerista de profesión), casada con ‘Robert‘ (editor de éxito), ha mantenido una relación sentimental con ‘Jerry‘ (agente literario) que es el mejor amigo de su marido, a lo largo de los nueve años que se escenifican en orden contrario al vivido.
La original forma en la que Pinter presenta la narración, de adelante hacía atrás, hace que veamos a sus protagonistas en sus poses de final de su particular historia, cuando las motivaciones iniciales han desaparecido, mientras que según vamos desandando el tiempo, junto con las palabras que se dijeron y los hechos que llevaron adelante, descubrimos las ilusiones y sueños que albergaron, finalmente vencidos, entre la cotidianidad y la apatía, como hojas caducas de un árbol, caídas sobre el suelo, cuando llega el otoño.
“Yo te pregunto por tu marido …y tú me preguntas por mi mujer”
No es la primera vez que nos enfrentamos a Traición, pero esta vez la versión realizada por Pablo Remón y la dirección que Israel Elejalde realiza del argumento de Pinter, alejan el dolor y el trauma, y sus personajes, parecen vivir el relato y los hechos desde la aceptación y la naturalidad, porque la vida sigue, en la ficción y en la realidad.
A la sensación descrita contribuye la permanente presencia en escena de la pianista Lucía Rey, acotando con determinadas notas musicales los momentos más intensos del texto, pero también sirviendo un aire fresco que consigue matizar, y enmarcar, la continuidad del relato.
“¡Antes teníamos imaginación!”
Muy acertada resulta la inmersión estética en el universo de los años 70’s del siglo XX, especialmente conseguida en el vestuario diseñado por Sandra Espinosa en el que cobran protagonismo las camisas de grandes cuellos, desabrochadas hasta mitad del pecho, los trajes estrechos y los pantalones acampanados. Mónica Boromello firma una escenografía sin grandes sorpresas, que cobra un mejor resultado a través de la iluminación de Paloma Parra.
Gran parte del éxito de esta obra de Pinter radica en lo acertado de las conversaciones que mantienen sus tres protagonistas, las cuales han sabido preservar y poner énfasis Pablo Remón e Israel Elejalde, a través de sus trabajos en adaptación y dirección, donde las palabras de la cotidianidad incluyen las pequeñas bombas que van detonando la historia de las tres vidas entrelazadas, tal como sucede en la primera escena, en la primavera de 1977, cuando en un bar se encuentran ‘Emma’ y ‘Jerry’, en el ocaso de la relación que se narra, y éste le dice a ella: “yo te pregunto por tu marido …y tú me preguntas por mi mujer”.
“¡Yo ya tengo un hogar! …ya sabes con mantas, cortinas y todo eso.”
Más que notable trabajo actoral de los tres intérpretes, aportando Irene Arcos, como ‘Emma’, una contención que le viene muy bien al personaje, sobre todo en las escenas del tiempo más avanzado en el relato, entre la apatía y la decepción, con un punto no tan redondo en las fases iniciales del enamoramiento y la seducción. Miki Esparbé construye un creíble ‘Jerry’ mostrando las propias incoherencias de su personaje, y magnífico Raúl Arevalo, como ‘Robert’, aparente víctima, sin serlo, que muestra desde un perfil cínico, el más absoluto desprecio por quienes le rodean, lo cual incluye, por supuesto, a ‘Emma’ y ‘Jerry’.
Estupenda resulta la escena que recrean desde Venecia, en 1973, ‘Emma’ y ‘Robert‘, dinamitando su ‘status quo‘, aunque quizás no tanto, porque la certeza no termina por destruir nada; que da paso a otra, en la barra de un bar, entre ‘Robert’ y ‘Jerry’, en el que aquel conoce mucho más de la “traición” de lo que su ‘amigo’ puede sospechar, pero aquí, como ya dijimos no hay víctimas, sino simplemente el paso de la vida, entre amistades que se resisten a dejar de serlo a pesar de amoríos y sus circunstancias.
“La única forma de matar al virus éste es con whisky”
Recomendable esta visión del conocido texto de Harold Pinter, Traición, por parte de Pablo Remón e Israel Elejalde, programada en principio para haber sido representada a parte del once de marzo pasado, pero que debido a la declaración del Estado de Alarma por el Coronavirus Covid-19 tuvo que ser pospuesta hasta este inicio de la temporada 2020/2021 en El Pavón Teatro Kamikaze, donde permanecerá hasta el cuatro de octubre. Aprovechen y acudan cuanto antes.