The Clown, crítica teatral
21 May 2021
Cualquier tiempo payaso fue mejor. Esta es la afortunada frase que engloba el sentimiento de quien, por autentica vocación, encuentra en el uso de una simple nariz roja, la magia necesaria para convertirse en aquel que quiere ser.
Zenón Recalde compone una sencilla dramaturgia que funciona perfectamente para recrear la historia de Daniel Roldawn, quien desde su más tierna infancia solo ha tenido un sueño y una ambición: ser un payaso.
“¡Ponte una nariz …y serás más feliz!”
Alberto Frías («Fausto«, «The Ópera Locos«, «Vida de Galileo«, «El Médico«, «El loco de los balcones«, etc…) interpreta con acierto al protagonista de esta propuesta, recorriendo su vida, desde el día de su nacimiento hasta su momento presente, con grandes apariciones de sus padres, en el momento más conseguido, por delirante, del espectáculo; sus parejas aunque varias de ellas no pasaran de proyectos; o su tio que siempre le recomendó que se se dedicara a algo útil en la vida, en una divertida aparición de Pepe Viyuela en escena pregrabada.
Cada pasaje de ese recorrido vital está trufado de muy buen humor, risas y sonrisas, con la compañía, casi permanente, de la música con temas originales compuestos por José Masegosa, entre los cuales destaca el guiño al llamado género chico, de la Zarzuela, donde Frías deja patente su estupenda voz, además de su formación musical.
“Su sangre es de tipo B+ …y todo lo ve positivo”
Alberto Frías encuentra en Ernest Fuster la perfecta réplica a su desempeño, quien además de acompañarle al piano, interpreta a la madre de Daniel y otros varios personajes, con un afinado sentido del humor y gotas de surrealismo, completando perfectamente los perfiles de quien siempre quiso ser, sobre todo y por encima de todas las cosas, un payaso.
Mónica Boromello es la responsable de la eficaz escenografía, muy bien iluminada por el trabajo de Juanjo Llorens, con adecuadas aportaciones de Gabriela Salaverri en el vestuario y Mercé Grané en la coreografía.
“Cualquier tiempo payaso fue mejor”
Espectáculo para todas las edades con la capacidad de dibujar sonrisas entre quienes acuden a disfrutarlo, hay risas, también carcajadas, alguna mueca, amagos de una escueta lágrima de emoción y mucha ternura, primando el sentido del humor y el buen rollo, todo ello aderezado a muy diferentes ritmos musicales, porque en la vida siempre hay diversidad, incluso entre los payasos, donde los hay de ‘cara de blanca’ y los hay ‘augustos’, pero todos son payasos.