Suspensión, crítica teatral
01 Oct 2020
El Teatro Circo Price lleva varias temporadas proporcionando su estupendo espacio para visibilizar trabajos en los que el mestizaje entre las técnicas teatrales y las circenses, presentando espectáculos que resultan novedosos y rompedores en cuanto a que en ellos lo visual, lo musical e, incluso, lo sensorial, buscan emocionar más allá de las palabras.
Así en el pasado reciente pudimos disfrutar espectáculos como Miss Mara. Quien se reserva no es artista o «Pinito». Sombras de un trapecio, para hacerlo esta temporada con “Suspensión”, una propuesta de la compañía «Nueveuno” que, desde su fundación en 2014, reconoce estar en busca de un lenguaje escénico propio que fusione las técnicas circenses (malabares, manipulación de objetos, verticales o magia), con el movimiento coreográfico y resto de técnicas teatrales como iluminación, escenografía y música original.
“Cuando perseguimos nuestra propia sombra”
El espectáculo que proponen en éste, ya difícil de olvidar, año 2020, estaba previsto estrenarse en el pasado mes de marzo, pero las consecuencias del impacto de la pandemia del Coronavirus Covid-19 lo ha retrasado hasta este septiembre, y su título tiene que ver con «El momento de suspensión” que definen con el ejemplo de una pelota, como la que utilizan en sus malabares, que lanzada al aire y antes de caer en vertical, pudiera no ceder a la fuerza de la gravedad, dirigiéndose a otros rumbos, como si tuviera decisión por sí misma, más allá de las manos que la lanzaron, quedándose flotando en el aire, haciendo contener la respiración a todos quienes ocupan el escenario y las butacas entre el público.
Las diferentes escenas que se suceden, como números circenses son enmarcadas por testimonios de los propios protagonistas del espectáculo: Miguel Frutos, Jose Montón, Carlos Marcos, Fernando Santa-Olalla y Jorge Silvestre; aportando sus miradas interiores a si mismos y al conjunto que conforman, pero también sus familiares participan de ese sortilegio de descubrimiento, compartiendo su visión, aportando un perfil interesante cuando la percepción de esas miradas se circunscribe, exclusivamente, a las mujeres que les son cercanas (madres, parejas, hermanas, hijas, etc…), que hablan sobre hombres, concretamente esos cinco hombres que plantearon este espectáculo de “Suspensión” para cuestionarse, desde luego como artistas, como malabaristas, pero también como como compañeros de trabajo y como hombres, aceptando, como colectivo, la visión sobre la masculinidad de las mujeres que componen su cotidianidad.
«Me gustaría que los hombres puedan jugar más»
Especialmente sugerente resulta el monólogo que realiza Carlos Marcos (Charlie) que hace su especial aportación haciéndose visible en el centro de la escena, dejando por un momento los mandos técnicos “…poniendo la música. Encendiendo y apagando las luces. Imprescindible, pero invisible …” participando de la catarsis grupal, aprovechando según dice “…ahora que el foco es mío…” para afirmar: “Me desbordan las discusiones. Me desbordan los egos. Me desbordan las tensiones, la perfección y la falta de cariño. Me desborda esta dinámica interminable, esta dinámica de roles estancados. Todo lo que hacemos, todo lo que somos, a veces, me desborda. Me desborda la obsesión por el resultado. Me desborda lo ‘machos’ que podemos llegar a ser. Me desborda el maldito metrónomo, siempre constante siempre preciso… 5, 6, 7, 8… Ahora nos toca parar y escuchar”.
La carga dramática se eleva cuando los elementos que surcan el aire, sujetos a suspensión, no son pelotas o mazas, sino cuchillos que sobrevuelan la cabeza de la persona cuyo contorno sirve de diana, sobre un contrachapado de madera. Adueñándose la tensión y emoción en el momento de silencio previo al estallido final, de público y protagonistas, al cumplir el lanzador con su reto y saludar junto con el compañero cuya silueta marcó su objetivo.
“Si no estás seguro de que vas a acertar (lanzando un cuchillo) un millón de veces, en un millón en intentos, todavía no estás listo” (David Adamovich)
Innovador espectáculo, de una joven compañía que más allá de aciertos y errores puntuales, hay que tener presente en el futuro y también en el hoy.