Superando «duelos y quebrantos»
26 Oct 2016
“Duelos y quebrantos” es el nombre de un conocido plato de la gastronomía manchega, cocinado a base de huevo revuelto, chorizo y tocino de cerdo, del cual ya habla Cervantes en el “Quijote”, y el origen de su nombre tiene que ver con los “duelos y quebrantos” que padecían los labradores, al sufrir la muerte repentina de uno de sus animales, mientras cocinaban su carne, buscando el rápido aprovechamiento de ella. Enfrentarse a un plato de “duelo y quebrantos” en algún lugar de La Mancha es hoy un placer festivo, sin duda.
Pero la gestión del duelo, y el dolor vinculado a ello, sigue siendo un reto, muchas veces no superado para muchas personas, por más tiempo y distancia que haya sobre lo que lo generó.
La idea del duelo puede ser muchas veces identificada con la perdida de un ser querido, pero no solo en esa circunstancia se hace necesaria un adecuada gestión del duelo para superarlo. Realmente nos enfrentamos a un duelo cada vez que somos sometidos a una transformación no deseada, de tal forma que un simple cambio de sistema, o forma, de trabajo, nos lleva a ello; mucho más un cambio organizacional, un ajuste laboral, un despido, etc… pero también podría suceder al ser rechazado por una persona con la que querríamos iniciar una relación afectiva, o quizás al ser rechazado nuestro ingreso en un determinado colectivo, e incluso en el ámbito de las ideas políticas o sociales. La vida está llena de decisiones que nos enfrentan a transformaciones no deseadas que suponen duelos, que debemos, y tenemos, que gestionar.
La doctora en medicina y psiquiatria, Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004) , presa en el campo de concentración de Meidaneck (Polonia) durante la segunda guerra mundial, desarrolló un reconocido estudio en el que identificó las cinco fases del duelo por la que toda persona debe pasar para superarlo; conocerlas e identificarlas, nos ayudarán en el mecanismo de aprendizaje y evolución ante el reto del duelo, teniendo en cuenta que no todo el mundo las vivirá de la misma forma y manera, ni con la misma intensidad, pero suponen una muy útil guía en su superación.
a) Negación
Será la etapa de las preguntas hechas desde la incredulidad: ¿Cómo es posible que esto me esté sucediendo a mí?, ¿cómo ha podido suceder?, ?es cierto?. Las certezas desde las que estaban construida nuestra vida parecen desvanecerse.
Es fácil imaginar cualquier cambio drástico en un tipo de modelo negocio o industria, para identificar este momento, sobran los ejemplos, en este y en otros tiempos.
En esta fase sería muy interesante ser capaces de identificar claramente las causas del cambio que nos enfrentó a ese duelo, ¿podría yo haber hecho algo diferente?.
b) Ira
En esta fase sentimos la necesidad de identificar al causante, o causantes, del cambio que nos llevó al duelo (empresa, jefes, empleados, compañeros, la tecnología, la competencia, el gobierno, clientes, la globalización, etc…).
En este momento será de gran ayuda un tercero, de buena fé, con quien podamos compartir como nos sentimos, dar rienda suelta a la emoción que nos ocupa y canalizar esa ira hacia fuera. Puede ser el momento de las lagrimas y el llanto.
c) Negociación
Quizás no todos los procesos en los que nos enfrentemos a un duelo, haya espacio para la negociación, pero en muchos sí, será el momento de negociar el tiempo para esa transformación no deseada (cuando hayamos conseguido los objetivos, cuando hayamos aprendido el nuevo proceso, una vez cumplido aquel hito, etc…), todo ello sin excusas que lo único que pretendan dilatar sea el cambio.
Negociación sí, pero con autorresponsabilidad.
d) Depresión
Si las cinco fases de la gestión del duelo tuvieran una posición en una gráfica, la depresión representaría el momento más bajo del protagonista en este proceso, una vez superada la incredulidad inicial y la ira dirigida a todos los posibles causantes de nuestro dolor. En la depresión ya estamos despojados de la energía de esos atributos, y la tristeza nos inunda, sucumbiendo ante lo ineludible.
Este será el momento de posibles síntomas como los dolores físicos o la bajada de defensas, pudiendo aparecer distintas versiones de crisis de estrés ó ansiedad.
La mejor ayuda en esta fase será la del acompañamiento, dejando que el protagonista transite por ella, viviéndola, gestionándola y aprendiendo de ella, lamiéndose sus propias heridas, pero acompañado, a fin de evitar que caiga en el abandono.
e) Aceptación
Algunas de la fases previas en la gestión del duelo pueden vivirse en orden algo diferente al expresado, dependerá de la persona en sí y sus propias experiencias, pero la fase de aceptación siempre será “estación de termino”, es el momento de aceptar la “pérdida”, o la “transformación no deseada”, como inevitable, llevará implícita con ella un “cambio de observador”, aceptando el duelo en si, pero sobre todo el aprendizaje inherente a la propia situación.
La aceptación de la situación no significa estar de acuerdo con lo que ha pasado, ni sentirse bien con ello, pero sí es asumir que ello forma parte de la realidad y que debemos aprender a convivir con ella. Y en este momento será de gran ayuda volver a recordar que nada podemos hacer ya con el pasado, sino que únicamente podemos actuar hoy, en el presente, para crear nuevo futuro.
Cada persona tiene, y sufre, por sus “duelos y quebrantos”, forman parte de su pasado, pero permanentemente vuelven, …volvemos, a ellos, reviviendo el dolor y, lo que es peor, ocupando la mente, distrayéndonos de la posibilidad de crecer y de evolucionar.
Identifica ese gran duelo que tienes pendiente, localízate en que fase de su gestión estás y traza tu ruta para superarlo, siguiendo la guía marcada por Elisabeth Kübler-Ross y recordando una de sus más celebres citas:
“…las personas más bellas que hemos conocido son aquellos que han conocido la derrota, el sufrimiento conocido, lucha conocida, pérdida conocida, y han encontrado su manera de salir de las profundidades”.