Sueños de un seductor, crítica teatral
27 Jul 2020
Woody Allen es parte de la historia del cine, más allá de las vicisitudes del día a día y de las corrientes de opinión de cada momento, con cerca de cincuenta títulos estrenados a lo largo de seis décadas de carrera artística en las que ha tenido el reconocimiento como director y desde luego como actor, aunque lo que realmente es, definiéndole por siempre y en su esencia, es guionista, lo que podía resumirse diciendo que es un gran contador de historias, la mayoría de las veces extraídas de la observación del mundo real.
“No hay nada que no puedes arreglar con un whisky con soda”
En 1972 se estrenó la película “Sueños de un seductor” (‘Play It Again, Sam’ en su título original), a partir de un guión escrito para teatro que él mismo había estrenado en Broadway (junto a Diane Keaton), aún no decidiéndose entonces para dirigirla, lo cual realizó Herbert Ross. Este título formó parte de la reconocida producción creativa de su primera época, con otros títulos como “Bananas” (1971), “Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar” (1972) o “El dormilón” (1973).
Esta película es recordada en el imaginario colectivo de cuantos alguna vez la han visto, por la hábil coexistencia de personajes entre realidad y ficción. Así Allan, el agobiado protagonista que se siente inseguro ante las mujeres, mantiene conversaciones imaginarias con su idolatrado Humphrey Bogart, en su ‘look’ de Rick en ‘Casablanca’, de las que con frecuencia participa Nancy, su ex-mujer, también ausente en el tiempo real, quien lo abandonó ante la necesidad de ser participe de su propia vida y no solo parte observadora.
“He descubierto que con un cigarrillo en la mano soy irresistible”
Decía Woody Allen que “he descubierto que con un cigarrillo en la mano soy irresistible”, y el personaje que crea en “Sueños de un seductor” realiza toda una travesía desde la inseguridad de su ansiedad inicial a la naturalidad con la que finalmente se demuestra a sí mismo que, aquel agobiado, también tiene un ser irresistible dentro de él.
Ahora, en el inicio de proyectos teatrales en la “nueva normalidad” con la que intentamos salir adelante, mientras el Coronavirus Covid-19 sigue campando a sus anchas por nuestras calles y ciudades, el texto de Allen, es recuperado por “Paso Azorín Teatro”, con dirección de Ramón Paso (nieto de Alfonso Paso) sobre versión realizada por él mismo junto a Juan José de Arteche, llevándola hasta la ‘Sala Lola Membrives’ del Teatro Lara con programación los viernes y sábados hasta el el próximo 29 de agosto.
Él: ¿qué haces el sábado por la noche?
Ella: ¡me voy a suicidar!…
Él: …¿y el viernes?
La versión, por lo demás, es respetuosa con su original, aún utilizando alguna referencia de cosecha propia, como citar a Mia Farrow en un periodo temporal en el que ella aún no había aparecido en la vida de Allen.
César Camino, al que aún recordamos con su notable contribución en ‘La función que sale mal‘, así como en ‘Tres sombreros de copa‘, es el encargado de recrear el personaje de Allan, el angustiado crítico de cine al que su mujer ha abandonado, propiciándole la sensación de ser incapaz de generar interés, y objeto de seducción, hacia cualquier mujer. Logrando recrear algunos tics del genial Woody. Junto a Camino completan el elenco Ana Azorín, Carlos Seguí, Inés Kerzan y Ángela Peirat.
“Yo, hasta ahora, nunca he dejado a una mujer, son ellas las que me dejan a mí”
Los giros con los que Allen dota a sus personajes, sobre todo en guiones tan redondos como éste, vuelven a sorprender, siendo capaces de hacer brotar la sonrisa entre el público, por mucho que se conozcan o hayan sido oídos, y la sensación es que cada una de las personas que hay en la sala nos sentimos cómodos en ella, como si fuera nuestro hogar y estuviéramos en nuestros sillones favoritos; está Woody, sus personajes y su paradigmático sentido del humor, y todo ello forma parte de nuestros propios recuerdos.