Onán, crítica teatral
10 Sep 2021
Una pareja, de hombre y mujer, sumida en la rutina de su día a día, desencadena un ‘tsunami’ en su relación a partir de un acontecimiento nada original, que tiene que ver con la afición al ‘onanismo’ de su hijo de catorce años en los aseos de su instituto. Éste es el punto de partida de la obra ‘Onán’ escrita por Nacho Faerna, actualmente programada en el Teatro Infanta Isabel, con producción de Cayuga Ficción, Sanra Produce, LaZona y Elena Martínez.
“Hijo, por favor, mastúrbate en horario extraescolar”
Más allá del desencadenante de los hechos, es la escenificación de una crisis de pareja, terreno tantas veces llevado a las pantallas de cine, del que Woody Allen consiguió hacer un genero en si mismo, o a las salas de teatro, lo que protagoniza este texto que, diferenciándose de otros similares, no hurta la descripción de la vida de los protagonistas más allá del momento de la ruptura, en ripio sugerente.
La obra comienza con la explicación de la leyenda de Onán al público por parte de los actores, de cuya génesis data el empleo de la palabra onanismo en referencia a la masturbación.
“¡Benditas ‘pajas’, las ‘pajas’ fueron lo que nos mantuvieron cuerdos!”
La justificación, o empatía del padre, Jaime, bien interpretado por un convincente Iñaki Miramón, respecto los actos de su hijo adolescente, frente a los reproches de Laura, la madre protagonizada por Llum Barrera quien entiende que hay que desplegar un plan sobre cosas a hacer o comportamientos a modificar, encienden la llama de la disputa entre ambos, escenificando las dos personas distintas de su presente, respecto quienes fueron hace veinte años, cuando empezaron su vida en común.
Entre la normalidad con que Jaime ve los hechos y la excepcionalidad con los que los califica Laura, se decretará una tregua o alto el fuego, que coincidirá con la visita al tutor del chico, además de profesor de educación física, Ricardo, que terminará por revelar a ambos cónyuges el estado exacto de su vínculo, donde el ajedrez es el centro de la vida para él, mientras que para ella las ilusiones, el amor y el sexo han vuelto a protagonizar su existencia gracias al tutor, con pendiente, de su hijo.
“Mi generación creció atormentada por el sentimiento de culpa”
Fernando Soto, que interpreta a Ricardo de manera medida y sin excesos, es el director de la propuesta, que funciona con un ritmo correcto, incluyendo diversos ‘apartes’ de cada cada uno de los tres actores dirigiéndose al público, rompiendo la cuarta pared.
Mónica Boromello crea una sencilla y versátil escenografía que sirve para recrear la vivienda los protagonistas, el instituto de su hijo adolescente e, incluso, una sala de cine. Correcta Iluminación de Ion Anibal.
Llum Barrera e Iñaki Miramón componen una creíble pareja sobre la escena, protagonizando éste los pasajes de mayor comicidad e ironía, pero también el momento de más sentimiento y carga dramática, cuando Jaime observa la pareja que ahora componen Ricardo y Laura, diciéndole a ella que, esté donde esté y con quien esté, siempre la querrá, e incluso la amará aunque solo sea a través de la imaginación …y el onanismo.
“Ser capaz de proporcionarse un orgasmo es un gran superpoder”
La mayor metáfora que tiene la obra es que nada parece muy diferente en el equilibrio intimo de la pareja compuesta por Jaime y Laura, frente a la de Laura y Ricardo, quizás con la excepción de los veinte años de convivencia transcurridos en la primera, pero el largo plazo se conquista todos los días y para recordarlo Laura lo deja claro “No basta con quererme, Jaime, hay que follar, hay que follar todos los días”, aunque ella a lo que realmente aspira es a ser el personaje interpretado por Ingrid Bergman en la película “Viaggio in Italia” (Te querré siempre), junto a George Sanders, dirigida por Roberto Rossellini; exactamente aquella que vieron juntos, Jaime y ella, el día que empezaron a salir, pero ya se sabe que las películas suelen durar unos noventa minutos y la vida algo más.