Oceanía, crítica teatral
19 Mar 2022
La estadística oficial reconoce que en España los fallecidos por Coronavirus Covid-19 han superado la cifra de cien mil, un torrente de vidas que han precipitado el final de sus días, unas más anónimas, otras más reconocidas, todas imprescindibles, sea en el plano más personal o en el más público. Dentro de estas últimas, Gerardo Vera, un orfebre artesano del teatro, mundo del que participó como actor y director, pero también como figurinista, escenógrafo y diseñador de vestuario, que extendió su actividad artística a la cinematografía, hasta poner punto final, siempre prematuro, a los 73 años.
Ahora dos años después, se estrena, en la Sala Max Aub de “Las Naves del Español”, en Matadero Madrid, su personalísima obra póstuma ‘Oceanía‘ cuya dramaturgia, a partir de su propia experiencia vital, elaboró junto a José Luis Collado, soportando un espectáculo en forma de monólogo, magníficamente protagonizado por Carlos Hipólito que recrea con gran naturalidad a Gerardo, aquel niño criado en Miraflores de la Sierra, amigo de Maíto (que también lo fue mío), hijo de padre falangista, subyugado por las historias que llegaban hasta sus ojos a través de la gran pantalla del cine dominical y marcado por las mujeres entre las que creció (su madre, su hermana, sus tías, la fiel sirvienta…). Hipólito ejerce de Gerardo, pero no solo, sino que representa sobre la escena a aquellos que aparecen a través de su relato. Gran trabajo interpretativo, medido, con sutileza y sin ninguna exageración.
“Mi infancia transcurre en el seno de una familia acomodada en un pueblo de Castilla. El cura, don Antonio, era el mejor cura que existía en el mundo. Don Tomás era el médico que mejor curaba. El alcalde, don Manuel, era un hombre de principios. Don Claudio, el capitán de la Guardia Civil, era el mejor guardián del orden público… Y el jefe de Falange, don Gerardo, con su uniforme oscuro, sus medallas doradas y sus dos pistolas en el armario… era mi padre”
El texto funciona perfectamente, no solamente para contar la historia de Gerardo, sino que consigue ser un retrato de la época social que abarca, a partir de los años 50’s del siglo XX, con la gran evolución social vivida, desde luego en España, pero a también a nivel general.
José Luis Arellano, actual director de “La Joven” compañía teatral a la que estaba muy vinculado el propio Vera, compone junto con éste, Collado e Hipólito el póker de protagonistas en que se sustenta, en una propuesta donde destaca la sencillez y lo bien que fluye la historia que se comparte. Naturalidad en estado máximo.
“La ficción me parece más potente que la realidad”
Alejandro Andújar rinde homenaje al maestro de la escenografía que fue Vera, a través de un diseño escénico sencillo que como elemento más destacado resalta el lugar dado a la videoescena diseñada por Álvaro Luna, complementando la palabra del texto y la interpretación de Hipólito de forma mas que acertada. Juan Gómez-Cornejo, en la iluminación, aporta su acreditada experiencia y Luis Delgado acierta en la composición musical que comienza con “Suspiros de España” para evolucionar hacia el jazz.
Desde que Gerardo Vera nos dejó, el 20 de septiembre de 2020, hemos disfrutado de dos espectáculos con aromas de homenaje para quien obtuvo el Premio Nacional de Teatro hace más de treinta años (1988), por una parte ‘Macbeth’ en producción del Centro Dramático Nacional, protagonizado, como en este ‘Oceanía’, por su querido Carlos Hipólito y ‘Para acabar con Eddy Bellegueule’ producción de ‘La Joven’ compañía teatral con la que tanto se identificaba; pero sin duda ‘Oceania’ es su proyecto póstumo más personal, por incluir su propia dramaturgia, junto con José Luis Collado, a partir de una historia vivida desde su piel, su sangre, sus pasiones, sus desencantos, su amores, los enigmas que marcaron su vida y los personajes entre los que creció.
“Todo el mundo dice, el teatro es como la vida, no, el teatro es una cosa, la vida es otra, la vida es muy aburrida, el teatro no es aburrido, el teatro recrea la vida… El teatro es poesía.”
Gerardo nos abre sus recuerdos desde los ojos del niño que fue, regalándonos un profundo dialogo con su padre, de quien se llegó a sentir a una distancia sideral, medida en años luz, para finalmente aceptarle, con sus defectos e imperfecciones, y ser capaz de vislumbrar en él aspectos insondables, hasta afirmar, emocionado: “…me quedo a solas con mi padre, de pronto me veo reflejado en él, entreveo en su persona, la persona que soy yo y comprendo que formamos parte de un flujo común, que la sangre que corre por nuestras venas es la misma que corría por las del abuelo y que, seguramente, todos tienen razón cuando dicen que soy el vivo retrato de mi padre”.
Aquel niño recibió un regalo inesperado de su padre, “era un precioso álbum de cuero y diez sobres con sellos variados de países tan exóticos como Tanzania …o Nueva Zelanda”, pero ninguno tan querido para él como aquel de Oceania impregnado de una sustancia, caída al azar sobre si, que hizo imborrable un recuerdo y editorializó toda una vida desde la libertad de acción y de aceptación sobre sí mismo.
“Después de todo lo vivido y lo creado, de todo lo disfrutado …he terminado por aceptar, con resignación, que muy probablemente nunca llegaré a conocer ‘Oceanía’, aunque quizás, sea que a veces, la realidad solo sirve para estropear los sueños”
Espectáculo redondo este de ‘Oceania‘, medido y sencillo, pero a la vez emocionante y capaz de conectar con muchos otros ‘Gerardos’ que serán capaces de empatizar con lo que Vera relata, quien , acertadamente, es capaz de poner epilogo a su propia historia diciendo: “Quien me iba a decir a mi que aquel niño peculiar que se quedaba embobado delante de los cines de la Gran Vía, se convertiría en un creador de sueños, en un arquitecto de realidades imaginadas. Inventando la vida cada vez que se levanta el telón.”