Nada, crítica teatral
en Teatro
22 Nov 2024
Un país desgarrado tras tres años de guerra fratricida, las rotas ilusiones de varias generaciones que, en su día a día, se aferran a las pocas pertenencias que han conseguido mantener consigo; tristeza, polvo, moho, sombras, hambruna, rencillas pendientes de ajuste entre desconocidos y, también, entre los propios… Y al mismo tiempo que todo ello sucede, dominado por una gama cromática entre el gris y el negro, aflora una nueva generación para la que ese día del año 1939 es el inicio de sus sueños, de sus anhelos, de la sucesión de acontecimientos que marcarán su vida, en la confianza de cumplir con sus ideales y propios objetivos, invadiendo de color los límites grisáceos.
“Debería haberte matado hace mucho tiempo…”
Carmen Laforet, con tan solo veintitrés años, resultó ganadora de la primera edición del Premio Nadal en 1944 con su obra ‘Nada’ en la cual contrapone la España recién salida de la Guerra Civil, frente a los sueños e ilusiones de quienes tenían que construir su futuro a partir de ahí, toda la tonalidad de grises entre el blanco y el negro, frente al color inherente al futuro.
“Quizás solo te interesan los clásicos porque los entiendes…»
El Centro Dramático Nacional afronta la primera representación teatral que se hace del primigenio texto de Laforet, con una gran producción programada en el Teatro María Guerrero, confiando la adaptación de la dramaturgia a Joan Yago (Le congrès ne marche pas) y la dirección a Beatriz Jaén (Yellow moon), repitiendo el equipo creativo de la exitosa pieza ‘Breve historia del ferrocarril español’.
“¡Volverá! …él nunca deja de volver; se va …y vuelve.”
Hay obras que parecen haber sido escritas para ser leídas más que para ser representadas, fundamentalmente por la complejidad de su recreación, y una prueba de lo que decimos podría ser ‘La casa de los espíritus‘ de Isabel Allende, la cual rompió la afirmación con la que comienza este párrafo, a través de la bella y conseguida aproximación presentada en el Teatro Español con adaptación de Ana María Ricart y dirección de Carme Portaceli, que consiguió hacer pasar en un suspiro sus más de tres horas de representación.
“Sabemos que no es precisamente a misa donde vas cada mañana…»
La propuesta creada por Carmen Laforet recuerda a alguna de las obras de Antonio Buero Vallejo, como ‘Historia de una escalera‘, en la que se representa la España de posguerra como un territorio lleno de frustración y miseria, a pesar de lo cual, los jóvenes deben construir su propia vida, sueños incluidos.
“Los hombres son idiotas …y yo les gusto mucho.”
Joan Yago opta por no hurtar ningún detalle de la novela, respetando al máximo el relato construido por Laforet convirtiendo a la protagonista, ‘Andrea‘ (Júlia Roch) en relatora de la trama, rompiendo, casi permanentemente, la cuarta pared, en un dialogo con los espectadores que la mantiene en escena de forma constante a lo largo de las más de tres horas de representación, enfrentada a una gran exigencia, que supera con creces y de forma destacada, convirtiéndose en piedra angular y gran atractivo de esta propuesta.
“Demos gracias al cielo de que valemos mucho más que nuestros antepasados…»
El ritmo narrativo, quizás como consecuencia del doble rol exigido a la protagonista, se vuelve algo lento y fatigoso, y en esa falta de fluidez tiene un efecto la densa escenografía, diseño de Pablo Menor Palomo, que en el inicio de la pieza hace que la recreación del piso de la calle Aribau evoque más a un almacén de muebles viejos, con el mismo orden que tendrían en una chamarilería en ‘El Rastro‘, de Madrid, o en ‘Els Encants‘ de la Barcelona en el que transcurre la trama, lo cual dificulta el movimiento escénico que asumen los actores, bien se trate de la mesa para el desayuno, del ‘tocador‘ de ‘Angustias’ o de las camas, una de las cuales quedará oculta, ocasionalmente, tras el piano. Todo se complica, un punto más, cuando irrumpe, en la abigarrada escena, el coche en el que ‘Andrea‘ y sus compañeros de universidad irán a la playa, entre otros lugares.
El equipo técnico de la propuesta lo completan Enrique Chueca en iluminación, Laura Cosar en vestuario, Luis Miguel Cobo en música y espacio sonoro, Margo García en videoescena y Natalia Fernandes en coreografía.
“Me meteré con los consagrados, porque el crítico soy yo.”
La dirección de Beatriz Jaén opta por mantener en escena algunos personajes en momentos que no son protagonistas de lo que sucede, así ocurre en una festiva escena de ‘Andrea‘ con sus compañeros universidad, en la que ‘Gloria’ permanece tumbada en una cama a escasos centímetros de aquellos, o cuando los personajes de la ‘abuela’ y la criada, ‘Antonia’, aparecen permanentemente al fondo de la escena aunque lo que se escenifique, en ese momento, no sea en el espacio temporal del piso de la calle Aribau.
“De vuelta de mi primer baile, en el que no había bailado.”
Entre las interpretaciones y como ya hemos mencionado, destaca de forma estupenda Júlia Roch (La madre, Castelvines & Monteses) en su doble papel de ‘Andrea’ y narradora, quien asume la gran exigencia que le es planteada, de forma exitosa, encabezando un elenco compuesto por Carmen Barrantes (Y… lo que el viento se llevó, Con lo bien que estábamos [Ferretería Esteban], Twist) como ‘Angustias’, ‘hermana de Gloria’ y ‘madre de Pons’; Pau Escobar (‘Pons’); Laura Ferrer (El animal de Hungría) como ‘Gloria’; Manuel Minaya (‘Juan’, ‘Puyol’, ‘padre de Ena’); Andrea Soto (El Disfraz, Las Cartas y La Suerte) como ‘Antonia’ y ‘madre de Ena’; Peter Vives (‘Román‘, ‘Guixols‘); Julia Rubio (Fundamentalmente fantasías para la resistencia) como ‘Ena’, muy convincente en su rol de algo más que la amiga entrañable de la protagonista ‘Andrea’; Amparo Pamplona (Contarlo para no olvidar, Alejandro Magno) como la ‘abuela’, siempre sobria, eficaz y contenida, dando candor a su personaje ante la destrucción de su propia familia y Jordan Blasco que resulta chispeante y divertido en su ‘dalinesca’ recreación del personaje de ‘Iturdiaga’ (‘estudiante’, ‘Jaime’, ‘vagabundo’).
“Tengo en el mundo un simple papel de espectadora…”
Quizás sea para el análisis el afán de los últimos tiempos por presentar propuestas teatrales de los textos de conocidas, y siempre exitosas, novelas, dejando en los anaqueles un amplio repertorio de piezas escritas con la vista puesta en su representación, construidas, por tanto, de acuerdo a las leyes y los medios escénicos, como sucedió, a título de ejemplo, con la magnífica ‘El bar que se tragó a todos los españoles‘, creación del actual director del CDN, Alfredo Sanzol, en cuya concepción fueron tenidos en cuenta los entresijos y claves del lenguaje teatral. En todo caso esta obra de ‘Nada’ es una de las más potentes aportaciones de la cartelera teatral en esta temporada 2024/2025, en un proyecto complejo que resulta imprescindible para entender el momento de aquella España de 1939, aún con las heridas abiertas, pero también con el irrefrenable impulso de quienes, por entonces, tenían la mayor parte de su vida por delante.
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