Miércoles que parecen jueves, crítica teatral
08 Nov 2022
A los pocos minutos de acomodarnos en la platea del Teatro Quique San Francisco, y cuando aún resuena el habitual previo anuncio sonoro de los minutos que restan para que empiece el espectáculo, una mujer, pistola en mano, apuntándonos, llega a la escena, una vez superada una puerta lateral, nos observa, desparramando su mirada en todos los grados posibles sobre el patio de butacas y afirma …’¡Hola!, yo soy Juan José Millás!‘.
“Reivindico la propiedad del Lazarillo de Tormes (obra anónima datada en el siglo XVI) …ya que nadie lo ha hecho“
Lo que venimos a ver es el estreno de una nueva obra escrita sobre texto de Juan José Millás, en su tercera inmersión como dramaturgo teatral, tras ‘Ella imagina‘ (1993), monólogo interpretado de Magüi Mira y ‘La lengua madre‘ (2013) con soliloquio de Juan Diego, para esta vez ser Clara Sanchís (Antígona, Naufragios de Alvar Núñez, Consentimiento), hija de la primera y ex pareja del segundo, quien lo protagoniza.
Pero lo que la protagonista, el autor y todos quienes intervienen en la propuesta no buscan es arrastrarnos a un juego metateatral en sentido estricto. Somos conscientes que desde antes de la irrupción de aquella mujer en la escena del Teatro Quique San Francisco, la función ya comenzó.
“El mundo está lleno de personas reales y de personas irreales”
La teoría argumental es que nos encontramos en un instituto de enseñanza secundaria en el que el escritor, y periodista, Juan Jose Millás, al que todos los asistentes tienen identificado y conocido, va a impartir una conferencia, sin embargo ello no ocurre, exactamente, así.
De lo que se trata es de una interesante reflexión entre realidad e irrealidad, y si desde ésta (la irrealidad), por ejemplo a través de los pensamientos propios, se crea realidad. Los límites entre un campo y el otro son acertadamente explotados por el hábil texto de Millás, quien a través de la palabra de la intérprete, nos traslada sus serias dudas sobre la exactitud de los límites, o al menos de su realidad, por ejemplo los fronterizos, ¿como puede ser que algo sea distinto, un centímetro más allá o más acá?.
“La realidad está hecha de palabras y quien domina las palabras, domina la realidad”
La mujer que afirma ser Millás nos cuestiona, pistola en mano, ‘de haber podido elegir, ¿por qué hubiera querido ser Juan José Millás, pudiendo ser Juan Carlos de Borbón?‘, no obtiene respuesta pero, entre los asistentes, las risas y sonrisas brotan francas.
Para vencer nuestro escepticismo, quien nos tiene como rehenes, nos lanzará algunas interesantes afirmaciones: ‘El mundo está lleno de personas reales y de personas irreales‘, ‘mi padre que era un personaje real, está muerto, sin embargo ‘El Quijote’ que es un personaje irreal, sigue vivo‘; para finalmente lanzar su apuesta definitiva: ‘La realidad está hecha de palabras y quien domina las palabras, domina la realidad‘, principio que es utilizado, por ejemplo, por la clase política, para adueñándose de lo que se llama el ‘relato’, hacerse con el poder.
“Mi padre, que era un personaje real, está muerto; sin embargo ‘El Quijote’, que es un personaje irreal, sigue vivo”
Mediado el argumento de quien dice ser Juan José Millás, aparece en un gran pantalla aquel que nosotros, observadores y espectadores, reconocemos como tal, sucediéndose a continuación una inteligente y divertida conversación, muy bien trabajada por la videoescena creada por Isabel de Ocampo, para, ante la insistencia del que se siente usurpado de identidad, afirmar quien reivindica ser Millás: ‘La realidad, ese delirio consensuado‘.
La reflexión que hace al autor en este texto es oportuna e incita a la cavilación interior, porque no pudiendo cambiar las cosas que suceden a nuestro alrededor, ocupamos la mayoría de nuestros pensamientos en el terreno de lo irreal, en lo que querríamos conseguir, en lo que ambicionamos, en lo que desearíamos que sucediera, en aquellas cosas que mitificamos creyendo que, de conseguirlas, nos llevarían hacia la felicidad, estadio, casi por definición, inalcanzable.
“La realidad, ese delirio consensuado”
Mario Gas, desde la dirección, genera, con acierto, las condiciones para los dos mejores ingredientes que tiene la propuesta, brillen, por un lado el texto, y las palabras que lo forman, de Juan José Millás, y por otro la magnífica interpretación de Clara Sanchís quien vuelve a dar otra muestra del estupendo momento profesional que está atravesando, sumando este destacado trabajo a otros cercanos en el tiempo como Una habitación propia o La lengua en pedazos. Originalidad en el texto y gran fuerza interpretativa en la actriz.
¿Se puede ser bastante algo?, se pregunta la interprete sobre la escena, ¿se puede ser bastante Juan José Millás?, ¿se puede ser bastante García?, ¿se puede ser bastante Kafka?, ¿se puede ser bastante juez?. Se es o no se es, ya lo dijo Shakespeare en su famoso texto de Hamlet, y en este caso lo cierto es que se trata de un propuesta acertada, coproducida por la propia actriz junto a Entrecajas, que funciona, interesa e involucra al público, no ya en la trama en sí, sino en su propia introspección, ¿cuánto soy yo, creado desde la irrealidad de mis pensamientos?, añadiendo las perspectivas que los otros dan a nuestros planteamientos, para afirmar la protagonista: ‘cuando yo voy al campo, veo árboles, pero si me acompaña mi amigo botánico, además de árboles, veo abedules, veo cedros … e incluso líquenes en los abedules‘. Entretenimiento, reflexión y cultura, en una excelente opción.