Medea, de Séneca
19 Jul 2015
Medea se muestra ante nosotros 21 siglos después de que Séneca escribiera el texto que se nos presenta sobre el impresionante escenario del Teatro Romano de Mérida, oímos gritos tras de nosotros, cada vez más cercanos. Medea mujer, Medea madre… dejando fluir sus emociones: ira, rencor, rabia, dolor que le atraviesa las entrañas, sed de justicia… “la venganza está servida”, dice Medea. La causa y la consecuencia viajan entre siglos con total facilidad, sin diferencias entre quienes habitaban aquel tiempo y quienes habitamos éste.
Mientras Medea se hace presente en escena, la voz de Andrés Lima, como narrador, va situando la acción y la trama, lo hace desde la “Valva Regia”, tras unos cortinajes que dejan ver la imagen del ubicuo director de este espectáculo mientras va leyendo un texto, que hubiéramos valorado, y agradecido, hubiera memorizado e interpretado.
“No hay mayor dolor que el amor” dice Medea, hecha carne en el cuerpo de Aitana Sánchez Gijón de forma conmovedora y desgarradora, exigiendo a la actriz todo un despliegue de recursos y buen trabajo, grita, llora, emociona, a veces acongoja, todo parece poco para expresar la sensación que siente, enfrentada al abismo, repudiada por Jasón, pero ella hace responsable a Creonte, por un momento se aferra a su sueño e intenta seducir de nuevo a Jasón y le pide que se vayan juntos, “que sigan huyendo, pero juntos…”, ¿acaso va a dar Creúsa hermanos a unos hijos míos?, y Jasón le contesta: “sí, ella, la reina, va a dar hermanos a unos desdichados”. La tragedia está servida.
La puesta en escena da todo el protagonismo a Aitana Sánchez Gijón para el lucimiento de su buen, e intenso trabajo, destacando el efecto logrado con el Coro de Jóvenes de Madrid (impecable en su prestación) con sus ochenta integrantes rodeando durante gran parte de la obra el espacio reducido donde se concentra la trama, a modo de especie de conjuro o aquelarre, desaprovechando algo las posibilidades escénicas del Teatro Romano. La iluminación a veces resulta insuficiente, especialmente cuando Jasón, entremezclado con el público, dialoga con Medea, sin que ningún foco ubicara a aquel.
En cuanto al trabajo del elenco, ya ha quedado reseñado el reconocimiento al esfuerzo de Aitana Sánchez Gijón, de gran intensidad y fuerza interpretativa, que hubiera lucido aún más con una adecuada réplica por parte de los personajes masculinos, a los que Andrés Lima, flojo en su papel como actor, no logra sacar su potencial, con la excepción de la escena de la pelea, cuerpo a cuerpo, entre Jasón y Medea. Laura Galán, en el papel de nodriza, destaca especialmente en la parte inicial de la obra, con una escena cargada de fuerza dramática. La violonchelista, y cantante, Joana Gomila da continuidad musical a la obra, junto con el coro, con varias interpretaciones, de forma adecuada.
Una interesante propuesta de Medea, de Andrés Lima como director, sobre el escenario del Teatro Romano de Mérida aunque dejando ver que su planteamiento inicial estaba más orientado hacia unos espacios más reducidos, lo cual no le permitió optimizar todo el potencial escénico a su disposición, pero que, en su única representación, nos permitió disfrutar de Aitana Sánchez Gijón, desatada casi hasta el extremo, entregada a su personaje al máximo, que fue premiada con una larga y sonora ovación al finalizar el espectáculo.
Muchas gracias por esta «crónica», Mario. Me hubiera gustado poder asistir este año, pero finalmente me fue imposible. Leerte, es casi haber estado allí. Un abrazo.
Muchas gracias por el comentario, y la loa, Beatriz. Un abrazo.