Maestrissimo, crítica teatral
04 Sep 2020
Los Teatros del Canal han acertado en la elección de su programación tras la primera oleada de la crisis del Coronavirus Covid-19. Fueron de los primeros espacios escénicos en enfrentarse a la situación devenida tras la pandemia y más allá de su alto cumplimiento sobre los protocolos más exigentes al respecto: aforo limitado a las instrucciones detenidas por los responsables sanitarios, control de temperatura personalizado e individual a cada espectador al acceder a sus salas, recordatorios reiterados y personales a cada asistente sobre el uso de mascarilla, e instrucciones concretas y escrupulosas sobre la forma de abandonar la sala y el orden en que debía acometerse; han elegido unos espectáculos, en estas primeras semanas, dirigidos a una gran base de público, niños incluidos, que han tenido la música como factor común y gran elemento central, sucediéndose «The Ópera Locos«, «¿Y si nos enamoramos de Scarpia?» y “Maestrissimo”, lo cual más allá de suponer una reiteración ha supuesto un acierto en sí mismo.
Tratado sucinto sobre un cuarteto de cuerda: el maestro, el violonchelista, el tercer violín y, por supuesto, el concertino.
Hoy toca centrarnos en el nuevo espectáculo de “Yllana” (Marcos Ottone, Juan Ramos, Joe O’Curneen, Fidel Fernández y David Ottone) tras haber sido reconocidos en los Premios Max de 2019 por el homenaje realizado a la ópera, en esta ocasión ponen el foco en la música del periodo del barroco a través de cuatro músicos que nos demuestran sus habilidades con los violines, el violonchelo y el clavicordio.
Eduardo Ortega, Jorge Fournadjiev, Isaac M. Pulet y Jorge Guillen “Strad” nos deleitan con su capacidad musical y también con su predisposición a la interpretación, en una cuidada puesta en escena de Tatiana de Sarabia, responsable de vestuario y escenografía, que cuenta con la acertada iluminación de Fernando Rodríguez Berzosa, junto las aportaciones de Sara Vares en maquillaje, Gonzalo Gatica en atrezzo y Carlos Chamorro en coreografía.
De la música barroca al rock, pasando por el country, el flamenco o la copla española.
La sucesión de temas del programa musical es capaz de concentrar por sí misma la atención del público, especialmente en el constante guiño que se hace para fusionar temas barrocos de los siglos XVII y XVIII con melodías de éste siglo XXI, demostrando que la música tiene un lenguaje único en el que declinan perfectamente Brahms (Danzas húngaras nº 5) o Beethoven (5ª Sinfonía), con Metálica (Enter Sandman) o The Police (Roxanne), pero también con Sarasate (Souvenir, Zapateado o La jota navarra) o Isaac Albeniz (Asturias). Todo ello compartiendo una historia con el público, como argumento y trama, a partir del uso de una obra por parte de quien no la ha creado, algo muy repetido en nuestra contemporaneidad, aunque quizás no solo en este momento de la historia; claro que al final, dentro del ‘buen rollo’ general de la propuesta, el mérito es reconocido a su legítimo autor.
¡Viva el mestizaje y la fusión!
Espectáculo para toda la familia, desde luego con mucha música, pero también repleto de humor, hecho con mucha calidad y que, como no podía ser de otra manera, busca la participación del público y su complicidad, hasta llegar a conseguir que los espectadores abandonen, ordenadamente, sus localidades con una sonrisa, habiendo cumplido el objetivo de disfrutar de un divertimento construido para ese fin a través de la difusión musical.