Los «no» elegidos

12 Jun 2015

Las nuevas corporaciones municipales, consecuencia de los resultados de las elecciones municipales del pasado 24 de mayo, se constituyen éste 13 de junio de 2015 y en el mediático caso de la ciudad de Madrid se da una doble paradoja, que afecta tanto al Ayuntamiento, como a la Comunidad Autónoma, donde los nuevos responsables de ambas instituciones sustituirán a dos personas que han desempeñado ese cargo sin el respaldo de las urnas y sin encabezar ninguna candidatura para que los madrileños les refrendasen, dicha situación se ha producido tanto en el caso de Ana Botella, como en el caso de Ignacio González, tanto Alberto Ruiz Gallardón, candidato a la alcaldía del PP en 2011, como Esperanza Aguirre, candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid en ese mismo año, obtuvieron mayorías absolutas, lo cual no les impidió tomar la decisión de abandonar sus compromisos con sus votantes, a los pocos meses, y dejar las funciones para las que fueron elegidos, optando el uno por incorporarse al gobierno de Rajoy, como ministro de Justicia, como la otra por abandonar, según dijo, la vida pública para cuidarse de una enfermedad y dedicarse a su propia familia, todo lo cual, Gürtel después, no le ha impedido ser candidata a la alcaldía de Madrid en 2015.Botella

Ana Botella e Ignacio González han desempeñado unos cargos teóricamente electos, sin que sus figuras concitasen ningún apoyo entre la sociedad madrileña, ni siquiera entre quienes optaron por la boleta de su partido en el momento de las elecciones, es cierto que, ambos, fueron los números dos de las listas del PP encabezadas por Aguirre y Gallardón, pero tras los acontecimientos vividos estos años, sus llegadas al poder en ambas instituciones, más parece que respondieron a un cálculo de su propio partido y estrategias estructurales de su formación política, que al deseo de los madrileños por auparles a los puestos que han desempeñado.

Las “listas cerradas” con las que los partidos políticos comparecen a las elecciones es un método, cierto es, pero no parece el mejor sistema para que la necesaria meritocracia se asiente en nuestra democracia, ya que el número de posición con el que se comparece en la lista depende de la propia “fontanería” de cada partido, resultado de “filias”, “fobias” y los pertinentes “alineamientos” con el líder de turno.

Ana Botella cuando fue aupada hasta el número dos de la lista del Ayuntamiento de Madrid por el PP en 2011, para bien o para mal, se sabía quién era, y el costo de su imagen evidente, pero para situarla con opciones de poder, se la colocó cómo número 2 de la lista encabezada por Gallardón, a sabiendas de que éste daría el salto a la política nacional dejándola el camino abierto a la alcaldía; pero y ¿quién era Ignacio González cuando Esperanza Aguirre le nombró su vicepresidente en 2003?; evidentemente su método de elección no fue diferente al que empleó la Sra. Aguirre para ocupar el poder en todos los municipios madrileños, desde la presidencia regional del PP en Madrid, imponiendo propios empleados del partido, que habiendo ejercido de asesores, eran gratificados con sueldos públicos, a través de incluirles dentro de las candidaturas electorales de infinidad de municipios madrileños, promocionándoles, incluso, hasta llegar a ser alcaldes de municipios en los que nunca habían habitado.

Las listas electorales abiertas, con posibilidad de que el ciudadano marque sus preferencias sobre las alternativas que brinde un determinado partido político, dotarían a nuestro sistema democrático de la cercanía y transparencia necesarias para un mayor vínculo entre los electores y sus representantes, y romperían el circulo de dependencia entre los aparatos de los partidos y quienes ocupan sus listas electorales, poniendo el foco de estos en las necesidades reales de los ciudadanos. Otro hito pendiente es el compromiso que se debe exigir a quien lidere una lista electoral, para no salir huyendo de la responsabilidad en cuanto el resultado no es el esperado; el caso de Rita Barberá renunciando a recoger su acta de concejal, no asumiendo el traspaso de poderes a su sucesor, tras 25 años en el cargo, y no ejerciendo, ahora, la oposición en el Ayuntamiento de Valencia, tal y como le han señalado los electores, no deja de ser un fraude, al menos para quienes la votaron y depositaron en ella su confianza. Estos son dos retos pendientes de nuestra democracia.Ignacio_Gonzalez

De momento, en los próximos días, dos “no elegidos” serán sustituidos por dirigentes que han concitado en torno a sí una mayoría social, articulada entre distintas marcas electorales, al menos sus sucesores sí se han sometido al designio de las urnas.

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