Leyenda del espacio, crítica teatral
18 Sep 2023
Un escenario vacío, en cuyo fondo una bicicleta espera ser utilizada, quizás simplemente para volver de donde vino. El espectáculo a punto de comenzar (quedan breves minutos) y el actor apoyado sobre el lateral derecho de la escena (a vista del público), él mira, casi casi, con cara de asombro, sin despegar su cuerpo de la pared. Los espectadores se acomodan y comprueban su reloj; sí, ya es la hora …y comienza.
“¿Donde está?, ¿dónde estás?, ¿dónde estás tú?”
‘¿Donde está?, ¿dónde estás?, ¿dónde estás tú?‘. La luz es uniforme en toda la sala, esta vez ningún espectador podrá refugiarse en la oscuridad de la platea. Él observa. ‘Y ésto, ¿cuándo va a empezar?, ¿ésto cuándo empieza?‘.’¿Por qué no te vas ahí, al espacio éste de ahí?, sí que más da, vete ahí al espacio, al espacio más vacío…‘
El juego metateatral utilizado en principio nos recuerda la excelente escena inicial de ‘La voluntad de creer‘, donde José Juan Rodriguez (‘El Disfraz, Las Cartas y La Suerte‘, ‘El príncipe constante‘, ‘Las canciones‘, ‘Todo el tiempo del mundo‘) realizaba una sólida y convincente interpretación. Aquí, en ‘Leyenda del espacio‘ realiza un estupendo trabajo volviendo a dar muestras de su innegable talento, esta vez, también, como dramaturgo y director, más allá de su capacidad actoral.
“El espacio, el aquí, el vacío, los que somos, los ellos, los de allí, los de aquí… ¿Cómo hablar del tiempo en el espacio en una frase que se lee en cuatro segundos?”
El actor toma la palabra frente al director y dramaturgo, reivindicando su parcela de responsabilidad: ‘Yo no quiero decir nada, yo digo lo que ponga…‘
Textos de Samuel Beckett, ordenados de particular manera, sirven a José Juan Rodriguez para arrastrarnos en esta experiencia inmersiva en la que nos hace observar su inicial inmovilidad, casi angustiosa, solo rota por su expresión gestual en la que los ojos parecen tener vida propia, buscando más allá del límite de su propio cuerpo, solo un momento antes de lanzarse en un movimiento frenético arriba y abajo, en círculo, de pie o arrastrado por el suelo, componiendo una coreografía que parece ordenada por movimientos felinos y animales, de origen límbico, pero perfectamente estudiada, calculada y ensayada.
“Todos los dramas que están por venir. Vendrán.”
Él sugiere, se nos muestra, nos envuelve en su propia experiencia, quizás angustiosa, y profetiza: ‘Todos los dramas que están por venir. Vendrán‘.
El espacio de la sala, el de la ficción y el de la realidad, el del actor y el del público, el de la escena y el de la platea, el propio y el ajeno, siguen siendo explorados, ahora también mientras monta la bicicleta, en círculos veloces, igual que con ella al hombro. Llega junto a los muros de un cementerio y exclama ‘El cementerio tiene muy mala fama, pero no es un mal lugar‘.
“¿Cuál es el tiempo estipulado para este tipo de cosas? …¿y para una vida?
Afirma José Juan Rodriguez que esta propuesta nació con vocación más de ‘solo’ que de monólogo. El concepto ‘solo’ procede de la danza, llamándose así a los ‘unipersonales’ y tiene su sentido en esta obra por los juegos en solitario que realiza el protagonista frente al público, en perfecta coreografía. Magnífica es la escena en la que permanece en silencio, sin pronunciar palabra, mirando al público, durante algunos minutos, dejando que esa ausencia de sonido pese y afecte a los propios espectadores, todo ello tras haber puesto énfasis en tres conceptos: ‘El ritmo, el tiempo y la espera‘. Más tarde volverá a similar ripio, con una apuesta mayor en riesgo, preguntándose y preguntándonos ‘¿cuánto tiempo puedo estar aquí, así?’.
El actor y su oficio, cara a cara frente al público. Personalísima pieza la que nos propone José Juan Rodriguez, exigente y compleja, que supone un alarde interpretativo, programada en cinco únicas funciones, del 13 al 17 de septiembre de 2023, en el Teatro del Barrio, pero para la que pronosticamos un pronto regreso a la escena. Teatro de vanguardia, teatro del bueno, teatro del de siempre.
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