Las cartas de Cristian, crítica teatral
17 Feb 2023
Antonio C. Guijosa, director de propuestas teatrales como Tito Andrónico e Iphigenia en Vallecas, lleva a la escena una obra creada por su dramaturgia, la cual también dirige, bajo el título de ‘Las cartas de Cristián’, cuya inspiración original hay que buscar en el ‘Cyrano de Bergerac’ escrito por Edmond Rostand, cuyo personaje principal, enamorado de su bella prima ‘Roxane‘, quien a su vez lo está de ‘Christian‘, un soldado cadete, bello y guapo, pero no dotado del ingenio y la habilidad para sugerir a partir del lenguaje, tanto hablado como vía epistolar, que sí tiene ‘Cyrano‘, que se reconoce feo a sí mismo, marcado por el rasgo de una gran nariz. ‘Cyrano‘ recurre a ‘Christian‘ para seducir a ‘Roxane‘, teniendo éxito en su fin, y con el triangulo planteado el drama se precipita.
“Lágrimas de mediocridad que se perderán como lágrimas mediocres en la lluvia»
En la visión que nos presenta Guijosa, ‘Cristian‘ es el conductor de un programa televisivo con gran seguimiento de las audiencias, y hasta recibe galardones por ello, pero él aspira a otra cosa: desea ser reconocido como dramaturgo y escritor, y este ‘Cristian‘ busca y encuentra a su ‘Cyrano’ en ‘Máximo‘; mutando ‘Roxane‘ en la sociedad en general, sean lectores, televidentes y su propio círculo personal.
Antonio C. Guijosa opta por presentar la trama como si fueran partes de un puzzle que cada espectador deberá ordenar por sí mismo, a su libérrima elección. Los fragmentos nos van hablando de las motivaciones de cada personaje en una tela de araña en la que, finalmente, todos están relacionados entre sí.
“Haz creer a la gente que su vida puede ser maravillosa, pero recuerda que tu trabajo depende de que no lo sea”
Fael García interpreta a ‘Cristian’ logrando presentar la duda existencial que atraviesa su personaje, atrapado entre lo que quiere ser y la medida exacta de su talento; Ana Mayo construye una convincente ‘Maggie’, convertida en el fiel de la balanza entre los distintos personajes y en la propia trama; Cristina Bertol muestra muy diferentes matices según avanza el desarrollo del argumento, acreditando versatilidad y ductilidad; Chema Ruiz acredita solvencia para presentar a ‘Máximo’, el personaje más exigente de la propuesta y Rodrigo Poison (Alguien voló sobre el nido del cuco) resulta algo impostado al recrear al productor del programa televisivo ‘La barca de Caronte’, dirigido por el protagonista de la propuesta.
“Todo el mundo se queja de su memoria, pero nadie se queja de su inteligencia”
El espacio escénico, diseñado por Mónica Teijeiro, parece recrear el plató televisivo desde el que ‘Cristián‘ triunfa en un rol que a él mismo le parece insuficiente, con la funcionalidad suficiente para acoger, puntualmente, otros ambientes que la trama recorre. Correctas aportaciones de Carlos Cremades en la iluminación, Rafael Garrigós en el vestuario y Mar Navarro G. en el espacio sonoro.
La primera parte de la trama capta la atención del espectador, cautivado por el razonamiento filosófico que Antonio C. Guijosa desliza inicialmente en esa fase, el cual revela en el programa de mano, como origen, y motivación, de esta creación: ¿Qué puede ofrecer alguien que sabe que no es excelente?, aunque el ritmo decae de manera abrupta en la segunda parte, reiterando planteamientos de forma excesiva.
“Bienaventurados los que son escoria, porque ellos dominarán la Tierra”
En todo caso, nos quedamos con esa primera parte del postulado que nos presenta Antonio C. Guijosa y con el modo de presentar la trama a base de fragmentos narrativos que componen un todo, que se va desvelando tanto a través de lo que se dice de forma expresa, como en aquello que se desliza sin decir.