La voz humana, crítica teatral
17 Nov 2017
Hasta la invención del teléfono, cualquier tipo de conversación entre dos personas exigía la presencia, cara a cara, de ambos; sin embargo la célebre patente de Alexander Graham Bell dió al ser humano la posibilidad de poder intercambiar palabras, y argumentos, también de seducir, convencer o compadecer, estando los interlocutores alejados entre sí, y la metáfora que ello supone es sabiamente utilizada por Jean Cocteau para construir, en 1930, La voz humana, y recrear la dicotomía entre comunicación e incomunicación, sirviéndose de esa herramienta.
¿Para qué sirve el amor?
Israel Elejalde, adapta el texto a nuestra contemporaneidad, haciendo convivir el teléfono fijo, con el teléfono móvil, pero sin experimentar en las otras realidades con las que hoy la tecnología inunda nuestro mundo: skype, face time, etc.. a pesar de las cuales, ó quizás justo por ellas, el ser humano nunca fue más víctima de la soledad que en la actualidad. Pero el trabajo del director y de Ana Wagener, la actriz que protagoniza este monólogo, consiguen el milagro de que, realmente, sean dos los personajes que se nos presentan sobre la escena, por un lado lado la dolorosa mujer, enamorada hasta el extremo de solo ser a través del otro, dependiente más allá de cualquier límite, dispuesta a ignorarse a si misma por tenerle…¡nunca te reprocharé nada!…¡no se dormir sola!… Decidida a existir solamente a través de él …aunque solo le quede su voz.
Y él, el otro, también presente a través de ella, de sus silencios, de sus gestos, de su desesperación. Condenado a ser el responsable de la infelicidad de ella, de los fracasos de ambos y de su huida. Escapista antes que manipulado.
“…los espejos antes de reflejar nuestra imagen, deberían reflexionar un poco.”
Gran trabajo de Ana Wagener, magnífica desde el momento inicial, pero en continuo “in crescendo” en su prestación hasta desencadenar una tormenta final de emociones que no deja imperturbable a nadie en la sala, componiendo un grito, sordo, pero desgarrador, contenido en la forma, pero abismal en su fondo. Sencillamente impresionante.
Otro gran componente para el repertorio de El Pavón Teatro Kamikaze, que sigue aunando joyas en su selección de obras.