La voluntad de creer, crítica teatral
12 Sep 2022
La luz exterior de la calurosa tarde del septiembre madrileño inunda el espacio de la Sala Max Aub de ‘Las Naves del Español’, cuando accedemos a ella, las ventanas están abiertas, así como un gran portón en el fondo del espacio escénico, por donde se ven familias pasear y niños corretear.
Restan, aún, quince minutos para la hora oficial marcada para el inicio del espectáculo y son más las butacas por ocupar que las ya ocupadas, pero la función empezó al mismo tiempo que el primer espectador llegó y buscó su acomodo …¿quién eres tú?, ¡yo soy Iñigo, tengo 42 años y soy de Irún!. ¡Ahí está Elena!. ¡Yo estoy aquí!; ¡tú estás allí!.
“¿Cómo sabes lo que sabes?”
La cuarta pared está derribada desde antes de empezar el espectáculo “La voluntad de creer”, escrito, dirigido y, por mejor decir, creado por Pablo Messiez, quien involucra al público como parte esencial de su propuesta de principio a fín. Y lo hace de forma activa, con lo que ocurre en la escena y en todo el espacio teatral, pero también desde las líneas del programa de mano, dirigidas a los espectadores: ‘Sin querer no se puede‘…’Escribió Artaud que el problema del teatro es que se ha dicho demasiadas veces que es mentira‘…’¿En dónde está lo verdadero, si no está allí?‘…’Ojalá todo lo que pase, jamás real, y siempre verdadero, sostenga tu voluntad de creer‘.
“¡Ojalá pudiéramos hablar siempre como mentimos!”
La propuesta nace inspirada a partir de la película ‘Ordet’, de Carl Theodor Dreyer, (cuyo visionado se observa, durante toda la función, desde una pequeña televisión instalada en la esquina frontal izquierda de la escena, en la perspectiva del público) quien en ella hacía una adaptación de la obra teatral ‘La palabra‘, de Kaj Munk, donde el destino, los designios personales, la fé, la voluntad y las creencias componen un caldo de cultivo denso pero apasionante.
Desde la psicología aplicada se afirma que ‘Creer es crear‘, a partir de la ‘creencia’ de que la mayor fuerza para conseguir hacer algo o alcanzar cualesquiera meta o reto, es el convencimiento en poder realizarlo. Algo ya enunciado, en el siglo II, por el emperador romano, y filósofo, Marco Aurelio, quien decía ‘Nuestra vida es lo que nuestros pensamientos crean‘.
«¡Yo no creo, yo sospecho!»
La trama creada por Messiez, representa una familia vasca marcada por los nombres de algunos de los hermanos que la componen: Fé, Paz, Amparo… en la que el más joven entre ellos, Juan, asegura ser Jesucristo, imponiéndose la idea de que puede haber llegado a perder la cabeza debido al exceso de lecturas de Kierkegaard, hasta que lo improbable sucede, cuando su hermana ‘Paz’ afirma creer en él y en su palabra, desencadenándose unos acontecimientos en los que la familia, al completo, quedará atrapada en el milagro de una resurrección como expresión de la voluntad de creer, individual y colectiva.
Max Glaenzel, a partir de un espacio escénico totalmente limpio de atrezzo y elementos decorativos en el inicio, diseña una escenografía que, a partir de ahí, poco a poco y pieza a pieza, va construyéndose, hasta transformarse en lo que será la escena final, donde el escenario quedará enmarcado por varios paneles, en laterales y fondo, constituyendo una sutil metáfora sobre la trama según va avanzando en su desarrollo.
“¡La insatisfacción es lo que me mantiene viva!”
De forma paralela, el vestuario creado por Cecilia Molano muestra su propia evolución desde una capa cromática amplia en el inicio, para presentar a todos los personajes en distintas combinaciones en blanco y negro en el desenlace. Adecuadas aportaciones de Elena Córdoba en el entrenamiento corporal y Carlos Marqueríe en la iluminación.
Entre las interpretaciones destacan, de manera especial, Rebeca Hernando (Todo el tiempo del mundo) , recreando el personaje de ‘Felicidad’, en el que está magnífica, llena de energía, cínica cuando toca y rebosante de convicción siempre, así como José Juan Rodríguez (El príncipe constante, El disfraz, las cartas y la suerte, Todo el tiempo del mundo), en el rol de ‘Juan’, absolutamente creíble y convincente en su dualidad como hermano menor de la familia y en su reencarnación de ‘Jesucristo’. Junto a ellos un sólido elenco alcanza un adecuado desempeño en el trabajo actoral, desde la habitual solidez de Carlota Gaviño (Bodas de sangre, Todo el tiempo del mundo, Delicuescente Eva, Las canciones) a Mikele Urroz (Todo el tiempo del mundo), pasando por Íñigo Rodríguez-Claro (El disfraz, las cartas y la suerte, Todo el tiempo del mundo, Delicuescente Eva) y Marina Fantini.
“Solo tengan relación con lo que aman” (Gilles Deleuze)
Espectáculo, coproducido por Buxman Producciones y el Teatro Español, que no dejará indiferente a nadie, que marca un alto estándar para la recién iniciada temporada teatral 2022/2023, en el que Pablo Messiez nos vuelve a demostrar su talento y capacidad teatral, en plena madurez artística, en la que comparte una historia, difícil y densa, pero llena de interés y atracción, en la que consigue implicar al público desde el minuto uno, consiguiendo mezclar ingredientes como la realidad y la ficción, las palabras y las emociones, las mentiras y las verdades, la fé y la creación de realidad. Propuesta muy interesante.