Vida de Galileo
14 Feb 2016
Bertolt Brecht siempre se sintió atraído por la figura de Galileo Galilei, vivieron en épocas separadas por 400 años, pero el dramaturgo alemán escribió su texto de “Vida de Galileo” en un momento nada accidental, lo hizo en 1939, utilizando la recreación del genio del Renacimiento, nacido en Pisa, como crítica a las autoridades contemporáneas de esa época, ensimismadas en el atropello a la razón… ¡qué mejor que utilizar a Galileo para señalarlo y caricaturizarlo!, poniendo en su boca la conocida cita de “…desgraciado del país que necesita héroes”, toda una alegoría dirigida a los fanatismos totalitarios como el nazismo o el fascismo, y las guerras a las que abocaban al pueblo, como coartadas de su ambición.
Uno de los puntos de mayor expectativa de la temporada teatral madrileña ha sido la programación de esta obra en el Teatro Valle Inclán, por parte del Centro Dramático Nacional, siempre una garantía de magníficos montajes escénicos, que en esta ocasión volvió a sorprender a su público, con la ubicación, muy acertada, de un escenario redondo, dotado de movimiento circular, en medio del espacio de su sala principal, recreando el movimiento de los planetas que Galileo nos reveló a la humanidad. Gran resultado del trabajo de Paco Azorín (espacio escénico) y Ion Anibal (iluminación).
Sin embargo, desde la expectativa inicial y la agradable sorpresa del planteamiento escénico, una cierta frialdad va contagiando al espectador, emergiendo desde el centro de ese círculo donde se recrea a Galileo. Ramón Fontseré, indiscutible buen actor, con grandes interpretaciones a sus espaldas, que la acreditan como tal y una larga carrera como miembro de “Els Joglars” (“El Nacional”, “Ubú President”, “Daaalí”, “La cena”, “El retablo de las maravillas: cinco variaciones sobre un tema de Cervantes”, etc…) no consigue conectar con el público y ser creíble, con la excepción del momento en que, sin solución de continuidad, a la vista del público y sin abandonar la escena, es capaz de transformarse, de señor de mediana edad, en un anciano, en lo que supone, sin duda, el momento cumbre de esta adaptación del texto de Brecht.
Algo en los trabajos de Miguel Sáenz, como traducción, y Ernesto Caballero, como versión y dirección, limita el efecto global del espectáculo que, resultando correcto, no emociona y no llega a disipar ese frio, quizás buscado en la inspiración racional de Galileo, pero que condiciona el resultado.
Otro tema que afecta a la continuidad del espectáculo son las intervenciones musicales que, aún muy bien trabajadas por parte de Alberto Frías, entorpecen la trama, añadiendo una cierta lentitud.
De elogiar es el derroche de medios y actores en escena, coincidiendo hasta catorce, de cuyo trabajo destacamos a Ione Irazabal, como señora Sarti, con una sólida interpretación como enérgica mujer, pegada al suelo y a la realidad, dando un acertado contrapunto al personaje de Galileo, utilizando un impecable dominio del uso de la voz y una estupenda presencia en escena. Tamar Novas, tras un titubeante comienzo, sabe crecerse con el paso del texto, hasta conseguir un resultado destacable en su papel de Andrea Sartí.
La paradoja que se encierra en el personaje de Galileo Galilei, guiado por la racionalidad toda su vida, coronada con su “abjuramiento”, ante el Papa y la Iglesia, sobre sus propias ideas y descubrimientos sobre el movimiento de los planetas, hasta pronunciar, en voz baja, la célebre frase de “Eppur si muove” (‘y sin embargo se mueve’), también marca el resultado artístico de esta reposición de “La vida de Galileo”, esperábamos más; pero el personaje, el texto y el Centro Dramático Nacional nos siguen reconciliando con el teatro.
Publicado en @elespanolcom mi «crítica teatral» a ‘Vida de Galileo’ el 29/02/2016: http://www.elespanol.com/blog_del_suscriptor/cultura/20160229/106059394_7.html