La señorita Doña Margarita, crítica teatral
10 Mar 2021
Todos los adultos recordamos a algún profesor de nuestra infancia, si además fuimos alumnos en los años 60’s del siglo XX, las imágenes de esos recuerdos tomarán carne en personajes similares a los que, en mi caso, encarnan Don Bonifacio, Don Virginio, Don Teófilo o Don Timoteo, maestros de mis tiempos de niñez.
“¿Quienes el premio merecen? … ¡Los que obedecen!”
La mezcla entre una educación real, además de objetiva, en las áreas del conocimiento, frente a la manipulación en la transmisión de valores determinados con los que adoctrinar a las nuevas generaciones, es el tema elegido por el autor brasileño Roberto Athayde (25 noviembre 1949), para componer el texto de la propuesta teatral “La señorita Doña Margarita”, escrita en 1973 y actualmente programada en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español.
Claro que el control impuesto desde las aulas no es exclusivo de aquella época de mis recuerdos, y modos de hacer similares, aún con formas más elaboradas y buenrollistas, también suceden hoy, en nuestra contemporaneidad.
“Aprender para enseñar, enseñar para aprender”
Petra Martínez encarna a “La señorita Doña Margarita” en un espectáculo en forma de monólogo, en el que la protagonista se dirige al público como si fueran sus alumnos, lo cual le permite romper la cuarta pared, con diálogos unas veces más conseguidos que otros, tras los que se deslizan que el ejercicio del poder, a través de la manipulación en sus argumentos, puede acallar conciencias, generar desinformación y truncar los más loables sueños; unas veces será el gobierno político de turno, en otras las diferentes religiones, e incluso los clanes familiares y las diferentes tribus sociales. El poder en todas sus formas, dispuesto a imponer su voluntad e interés.
Juan Margallo dirige el espectáculo de una manera sobria y sencilla, sin grandes trucos ni alharacas, poniendo en el centro del mismo la interpretación de la actriz protagonista y el texto de Athayde, en su obra más conocida y representada. Escenografía y vestuario están diseñados por Alessio Meloni.
“Pierdan toda esperanza de aprender alguna cosa”
Autoritarismo y poder son los dos ejes por los que esta propuesta quiere girar, en un empeño loable que termina por perderse en las formas y tics de comedia, cayendo en un cierto exceso de tacos.
Interesante punto de partida para una reflexión que no termina de realizarse en escena, sugiriendo más que desarrollando, aunque me permitió volver la vista atrás a aquellos maestros de nuestra infancia, de tan imborrables nombres, sobre los que, a pesar de todo, guardo cariño y la sensación de que, al menos en mi caso particular, aportaron todo lo que en su mano estaba.