La crítica teatral
19 Dic 2024
Lo que conocemos por teatro, como actividad, es el conjunto especializado de diversas funciones y quehaceres, desde el actor al dramaturgo, desde el director al escenógrafo, desde los distintos oficios técnicos (iluminación, vestuario, sonido y ambiente sonoro, etc…) al regidor, tramoyista, utillero, electricista, sastre o maquillador, incluyendo ocupaciones casi en desuso, como el traspunte o el apuntador; además de otras como el productor, el personal de sala o de taquilla. Todos y cada uno, en su ámbito de influencia, aportan en el resultado final que se brinda ante el público.
Casi tan antigua como la propia actividad teatral, ha existido, históricamente, la opinión publicada sobre los espectáculos, lo que se conoce como crítica teatral.
Y casi tan antigua como la propia actividad teatral, ha existido, históricamente, la opinión publicada sobre los espectáculos, lo que se conoce como crítica teatral, cuya esencia no es otra que aportar un servicio al espectador potencial desde los ojos de alguien con un amplio bagaje en propuestas teatrales. El crítico se debe al público en general, y a sus lectores en particular, ese es su vínculo esencial, que debe proteger y cuidar con compromiso, autonomía y equidad, como su máximo reto.
Nadie tiene el don de acertar siempre, de forma infalible, ni los programadores, ni los creadores, pero tampoco los críticos, cualquier opinión puede ser rebatida y considerada errónea por parte de otros. Estar en desacuerdo es legítimo, pero el respeto también es imprescindible.
“Las críticas no serán agradables, pero son necesarias” (Winston Churchill)
Es evidente que cualquier temporada teatral incluirá trabajos deslumbrantes, algunos muy buenos o notables y muchos razonables, pero también que otros no alcanzarán los niveles de las expectativas previas generadas y algunos, simplemente, se rebelarán como fallidos. Lo que es indudable es que todas las obras que componen la programación teatral, sea al nivel de una ciudad o de un país, no pueden recabar de forma constante loas a toda su producción, porque ello es imposible y, además, no responde a la verdad. La bonancible crítica constante a lo largo del tiempo y de los espectáculos, pone en duda al emisor de ella, sea de forma consciente o no.
El teatro, en su propia esencia, siempre fue objeto de opinión, y por tanto de crítica teatral, ya que cualquier espectador es, por naturaleza, un crítico, que adoptará un criterio propio respecto a cualquier espectáculo al que acuda. Más allá de la especialización en cualquier actividad, como es la teatral, el valor diferencial en el critico tendrá mucho que ver con la amplitud de la muestra observada, como si de una derivada directa se tratase, ya que no es lo mismo ver una, tres, cinco o diez propuestas en una temporada, que manejar un rango de sesenta u ochenta obras teatrales anuales, de forma mantenida a lo largo de varias décadas, porque, como todo en la vida, cualquier paladar, también el teatral y escénico, se educa y perfecciona.
“En la crítica seré valiente, severo y absolutamente justo con amigos y enemigos. Nada cambiará este propósito.” (Edgar Allan Poe)
La objetividad y la honestidad son valores a respetar por el crítico, siendo consciente que hay diferentes expresiones escénicas, desde las grandes producciones de los grandes teatros y compañías públicas (nacionales, autonómicas, municipales, etc…), al denominado ‘teatro Off’, pasando por lo que se conoce como teatro más comercial, pegado a la necesaria subsistencia de sus productores y creadores. La crítica también debe mantener una especial sensibilidad para manejar el silencio, no como expresión de ninguna maquinación o complot de forma interesada, sino, totalmente al contrario, por piedad, en atención a los detalles de determinadas situaciones y momentos concretos.
Lejos están ya los tiempos en que el lanzamiento de tomates, los silbidos y los pataleos enmarcaban el final de algunas propuestas teatrales, aunque, también en la actualidad, algunas lo merecieran (como en cualquier planteamiento artístico o social), pero la cortesía y la educación impiden, en estos tiempos, esas expresiones ya superadas; pero la labor del crítico teatral, también destacando la excelencia cuando es el caso, se mantiene tan necesaria como siempre, con fidelidad a sus propios lectores y seguidores, así como al público en general, manteniendo la exigencia necesaria que optimiza la propia actividad teatral.
“Es que Marqueríe ha puesto la obra muy bien”
Guste o no guste, la actividad de la crítica en cualquier ámbito, también en el teatral, es algo intrínseco a cualesquiera propuesta, incluyendo las escénicas. Como en todo en la vida y lo largo de la historia del mundo, pasarán las personas, incluso las formas de su expresión, antes más en diarios de prensa, ahora en blogs y digitales, pero la crítica permanecerá y siempre habrá un digno sucesor de Alfredo Marqueríe periodista y literato, pero sobre todo crítico teatral, del que se hizo famoso el siguiente comentario, ante una larga espera de público en las taquillas de algún teatro: “Es que Marqueríe ha puesto la obra muy bien”, aunque don Alfredo fuera consciente que su mejor fama procedía, quizás, de las valoraciones no tan bonancibles.