La casa de Bernarda Alba, crítica teatral
30 May 2022
Federico García Lorca es uno de los autores teatrales españoles más representados, tanto en España como en el resto del mundo, raro es que no coincidan, al menos, más de dos obras del genio de Fuente Vaqueros programadas al mismo tiempo, considerándosele, junto a Valle-Inclán, el más innovador de los dramaturgos patrios del siglo XX a pesar de que su vida, lamentablemente, solo se pudo extender a lo largo de unos breves, pero prolíficos, 38 años, en los que títulos como ‘Bodas de sangre‘, ‘Yerma‘, ‘Doña Rosita la soltera‘, ‘Así que pasen cinco años‘, ‘Comedia sin título‘, ‘El público‘ o ‘La casa de Bernarda Alba’ forman parte de lo más granado de nuestro repertorio escénico, sin olvidar otras imborrables creaciones poéticas como ‘Romancero gitano‘, ‘Poeta en Nueva York‘ o ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías‘.
“Ella la más aseada. Ella la más decente. Ella la más alta”
En el año 1984 se conmemoró su recuerdo eterno con un monumento dedicado a su homenaje, que se alza frente al Teatro Español, de Madrid, espacio escénico antes denominado Teatro del Principe, histórico por el hecho que desde 1565, sin interrupción, cobije en su seno representaciones teatrales. Aquel año de mitad de los años ochenta del siglo XX, José Carlos Plaza, dirigió una de las recreaciones más celebradas de la lorquiana ‘La casa de Bernarda Alba‘ eligiendo para la ocasión un cuidado elenco encabezado por Berta Riaza, María Carmen Prendes y Aurora Redondo, para treinta y ocho años después volver a levantar sobre el mítico espacio de la calle del Príncipe una nueva propuesta de la última obra publicada completa por Federico.
Lorca suele ser terreno de reinterpretación, versiones y adaptaciones, algo muy común desde la contemporánea visión, sin embargo José Carlos Plaza opta por el clasicismo y vuelve a la obra con respeto máximo al texto original, planteamiento que también lleva a la escenografía e iluminación diseñada por Paco Leal y al vestuario creado por Gabriela Salaverri. Los colores neutros de aquella y el negro imperante en todos los personajes, a excepción de Poncia, de color caldera, Adela de verde en momentos puntuales y María Josefa (la abuela y madre de Bernarda) de blanco, marcan la gama cromática del espectáculo.
“En ocho años que dure el luto, no ha de entrar, en esta casa, ni el viento de la calle”
De cómo el entorno social impacta en la obra de cualquier creador, da buena muestra el hecho de que piezas como ‘El Público’ (1930) fueran escritas años antes que la “La casa de Bernarda Alba” (1936). En ésta, la autoridad, el orden, el poder, la violencia son los ejes que marcan la historia del absolutismo de la madre con sus hijas, encerradas todas a cal y canto en la casa familiar tras la muerte del marido y padre, pero el caos, en forma de Pepe el Romano, se filtrará entre las rendijas de puertas y ventanas, desatando la tragedia, sin que nadie quede al margen, se llame Adela, Angustias, Martirio, Magdalena …o Bernarda.
De nuevo la elección del elenco es parte principal del éxito de esta recreación de “La casa de Bernarda Alba”, destacando la estupenda interpretación, llena de socarronería, que realiza Rosario Pardo del personaje de Poncia, complemento necesario de la radicalidad y crudeza de Bernarda, aspectos correctamente recreados por Consuelo Trujillo. El personaje más libre de esta propuesta es el de María Josefa, la abuela y madre de Bernarda (“…yo quiero un varón para casarme y tener alegría), a quien da piel, de manera magnifica, Mona Martínez. Junto a ellas completan el resto del elenco Ana Fernández, Ruth Gabriel, Zaira Montes, Montse Peidro y Marina Salas.
“No quiero llantos…¡silencio, a callar he dicho!. Las lagrimas cuando estemos solas …y nos hundiremos todas en un mar de luto. ¡Silencio, silencio, silencio!.”
Correcta recreación de la mítica obra de García Lorca, “La casa de Bernarda Alba”, inspirada en el más puro respeto al texto original, donde, quizás, lo único que se puede echar de menos es haber asumido algún riesgo con una relectura más contemporánea, especialmente en las formas. En cualquier caso siempre es un placer volver a los personajes y las palabras de Federico, con quien nos volvemos a encontrar en su monumento de la Plaza de Santa Ana, atemporal y más vivo que nunca.
Disfrutar de una obra teatral de Federico García Lorca, en el Teatro Español, y a la salida, encontrarte con su estatua, es un momento especial, de reconocimiento y agradecimiento por su legado.
Muchas gracias, Carmen, por aportar tu visión a esta #CríticaTeatral de #LaCasaDeBernardaAlba publicada en Traslamascara.com. Besos.