La cabeza del dragón, crítica teatral
09 Oct 2022
Puede sonar a obviedad, pero cualquier personaje, también los más célebres y longevos, fueron jóvenes, incluso adolescentes, en algún momento, y don Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) no es una excepción.
“Quien sabe del pasado, sabe del porvenir”
La gestión de Alfredo Sanzol al frente del Centro Dramático Nacional tiene una de sus señas de identidad, de forma acertada, en dar espacio y lugar, en sus históricas sedes, a jóvenes que irrumpen con su empuje, visiones y rompedoras formas de hacer, y de ello ya hemos tenido pruebas sobradas en las temporadas, hasta ahora, programadas bajo su responsabilidad en el CDN.
En esta 2022/2023 comienza la programación del Teatro María Guerrero con una obra ideada por quien nació bajo el nombre de Ramón José Simón del Valle y Peña, para luego ocupar un lugar en la historia de la dramaturgia y cultura, no ya española, sino universal, como ‘Valle‘ o ‘Don Ramon‘, a partir de una obra de teatro infantil, en dos actos, dividida en seis cuadros, titulada ‘Farsa infantil de la cabeza del dragón‘, estrenada en 1909, cuando Valle-Inclan ya tenía 43 años años, quizás joven aún, pero no adolescente.
“¡Qué hermoso sería morir siendo querido!”
Lucía Miranda vuelve a esta obra en este año 2022, después de que hace quince años la dirigiera por primera vez, y lo hace de una forma festiva y hedonista que, especialmente en la primera mitad de la propuesta, es capaz de precipitar a los espectadores a través de un espectáculo total en el que las formas, el entusiasmo, y los deseos de vivir y festejar se adueñan, en todas la dimensiones imaginables, del espacio del Teatro María Guerrero. La acción no transcurre, exclusivamente, sobre la escena del mítico espacio de la calle Tamayo y Baus, sino que aborda a los espectadores desde los 360 grados a su alrededor, acá en un palco, de repente desde el pasillo de la platea, por sorpresa desde la localidad al lado a la nuestra, y acullá desde las más inverosímiles ubicaciones, vivimos una fábula y nosotros somos, también, parte de ella. Ese inicio de la propuesta es inmejorable y don Ramón se sentiría orgulloso de la recreación de su obra, temprana y quizás no demasiado conocida, pero seguro querida.
“Los bufones somos buenos para la gente holgazana”
Este texto fue escrito por Valle para participar dentro del proyecto ‘Teatro de los niños‘ impulsado por Jacinto Benavente, pero lo que don Ramón crea es el relato de un viaje iniciático al que todos los jóvenes que en el mundo han sido, ayer, hoy y siempre, se han terminado por enfrentar, blandiendo frente a sí a la tradición, a sus propios padres, los valores de éstos y la necesidad de una forma diferente de hacer.
El príncipe Verdemar libera a un duende encerrado por su padre; conoce amigos, se enamora y se enfrenta con la muerte, las normas y la autoridad, que son las vestimentas con las que el dragón se hace visible. Junto a él, la Infantina, más allá del rol que le ha sido asignada en su existencia, también da un paso hacia el cambio. La corte del rey Micomicón vive acontecimientos sorprendentes e increíbles, más allá de lo convencional.
“Los reyes no pagan nunca a quienes les sirven”
La creativa escenografía diseñada por Alessio Meloni convierte el propio Teatro María Guerrero en un protagonista más, contando con las adecuadas prestaciones de Pedro Yagüe en la iluminación, Anna Tussell en el vestuario y Nacho Bilbao en la dirección musical, sin ser baladí, sino precisamente todo lo contrario, la evocadora voz en off de José Sacristán que enmarca la trama, acentuando los perfiles de la fábula que se comparte.
Un sólido elenco consigue un compacto resultado actoral conjunto, compuesto por Francesc Aparicio, Ares B. Fernández, Carmen Escudero, María Gálvez, Carlos González, Marina Moltó, Juan Paños, Chelís Quinzá (Comedia sin título), Marta Ruiz, Víctor Sáinz Ramírez y Clara Sans, con gran entrega y vitalidad, acreditando sus dotes interpretativas y musicales, como cantantes cuando toca y también como instrumentistas.
“¡Soy quien ha dado muerte al dragón!”
Desde el punto de vista visual y formal se trata de un espectáculo estupendo que, por poner un pero, acusa una cierta irregularidad en la segunda parte del mismo, cuando se hace acuciante acelerar en la trama, hasta resolver la misma con todos los personajes, y los actores que los interpretan, dirigiéndose al público desde la embocadura de la escena, poniendo negro sobre blanco el desenlace del espectáculo en forma de tertulia de los propios protagonistas con los espectadores, pero eso sí, un momento antes de que la fiesta vuelva a estallar, con todos ellos cantando y bailando en la platea, en algarabía entre el público, mientras Don Ramón sonríe y nosotros también.