Hombres que escriben en habitaciones pequeñas, crítica teatral
en Teatro
13 Nov 2019
¿Y si todo lo que ocurre a nuestro alrededor, incluso los más impactantes acontecimientos, retransmitidos en hora de “prime time” por las televisiones de todo el planeta, como un avión que se estrella contra un rascacielos o una ráfaga de disparos que cambia el rumbo de un país, ocurrieran después de haber sido escritos y planificados en un guión?.
Antonio Rojano, autor de reputados textos teatrales como “Sueños de arena” o “Furiosa Escandinavia” y reconocido con galardones como el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca (2005) y Premio Lope de Vega (2016), además de adaptador de textos como el de «Ricardo III» , actualmente en exhibición en El Pavón Teatro Kamikaze, nos sugiere en “Hombres que escriben en habitaciones pequeñas” que, metafóricamente, tiremos de un hilo de cuerda roja para que encontremos el origen de las ideas, de los secretos …y de las conspiraciones que en la historia de nuestro mundo han sido, el cual, sorpresivamente no nos llevará hasta un desconocido, sino más bien al contrario…
“¡Que estamos en el futuro …y todo es posible en el futuro!”
La Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero ha quedado convertida en un sótano de la sede del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), con sus paredes y suelos absolutamente forrados de recortes de prensa de los hechos históricos más reconocidos de nuestra época (escenografía de Bengoa Vázquez), pero los aires de espionaje e intriga no parecen ser los propios de un ente similar a la CIA (Central Intelligence Agency) en los U.S.A., sino más bien los propios de la TIA, creada por la imaginación del historietista Francisco Ibáñez para dar cabida en ella a sus creaciones de Mortadelo, Filemón, el profesor Bacterio o la secretaria Ofelia.
Los personajes descritos por Rojano, desde las señoritas “K “(Esperanza Elipe), “L” (Cristina Alarcón) y “M” (Angy Fernández) a “El Escritor”, interpretado por Secun de la Rosa tienen un incierto aire al querer y no poder que ilustró determinados momentos de nuestra historia reciente, con un cierto punto de “cutrez” aliñado de algo de caspa y grasa. Con un héroe, más antihéroe que otra cosa, escritor de poco éxito, reclutado para cambiar la historia del mundo, que se gana la vida trabajando en un “burguer”, abandonado por su mujer, un poco pasado de peso y no demasiado alto, con unos tics que nos recuerdan roles desempeñados en su día, con tanto éxito, por José Luis López Vázquez o Alfredo Landa.
“El escritor se impregna de lo que pasa en la calle: ¡la calle contagia con sus historias!”
Pero más allá del formato elegido los grandes dramas de nuestra contemporaneidad afloran: un escritor que se autoedita en Amazon, malviviendo mientras fríe patatas, un estamento oficial en el que la ‘porra’ de cada día se basa en adivinar cual será la empleada en practicas a la que comunicarán que no seguirá trabajando allí, unas instalaciones públicas invadidas por el hedor de unas cañerías averiadas hace demasiado tiempo y una funcionaria, veterana en la Administración, decidida a hacer lo que no se espera de su larga fidelidad de 35 años de trabajo, tras recibir una carta en la que se le conmina de un inmediata, e inminente, prejubilación, sin más matices.
El elenco defiende sus personajes de manera correcta, con la irrupción en la escena teatral de Angy Fernández tras su aparición en «La llamada» sin dejar pasar la oportunidad de demostrar sus capacidades musicales, a la guitarra y cantando, aquellas estrofas de “…mi querida España, esta España viva, esta España muerta…” que encajan en el aire general de la propuesta. Secun de la Rosa destaca en un monólogo, en la parte central de la obra, en el que el autor que interpreta describe al personaje de sus obras, a través del cual se le eligió para la misión que cambiará la historia del mundo.
“¿Quién está detrás de una crisis?: …¡Los de ‘arriba’!”
Propuesta teatral realizada bajo el prisma del divertimento, dirigida por Victor Conde con sencillez, aun en formato “flashback”, que termina por desvelarse como ligera más allá del contenido filosófico de la cita que nos recibe al acomodarnos en nuestras localidades, escrita sobre un encerado a un lateral de la escena: “Y conoceréis la verdad. Y la verdad os hará libres” (San Juan, 8:32), para finalizar celebrando referencias a nuestro momento contemporáneo que esbozan sonrisas entre los espectadores a cuenta de Villarejo.