Excelencia sin exigencia
28 Sep 2016
Con seguridad que forma parte de nuestros recuerdos de infancia la frase de nuestros padres, antes de irnos a dormir, de ¿has hecho todas tus tareas?. Según vamos creciendo nuestros compromisos se van ampliando laboralmente, familiarmente, respecto a nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestros padres, incluso en el desarrollo de nuestras aficiones vamos asumiendo nuevos compromisos y los concatenamos unos con otros, de forma tal que el proyecto de un nuevo día, de una nueva semana, de un nuevo mes, se resume en el enunciado de lo que debemos lograr en ese periodo, perdiendo de perspectiva la verdadera razón por la que hacemos las cosas: disfrutarlas y gozarlas por si mismas.
Esos compromisos son hitos para superarnos, para ser mejores, bien sea en el ámbito de nuestro trabajo, de nuestros estudios e incluso en el terreno del propio ocio; pero en la búsqueda del logro permanente puede que, aún consiguiéndolo, en ocasiones, no sea suficiente …¡podría haber hecho más!, ¡podria haber llegado más lejos!, lo cual genera insatisfacción e, incluso, frustración.
Llegados a la deriva anterior, si no se consigue lo prefijado se vive como un fracaso, pero incluso habiéndolo conseguido no se vive el éxito como tal, sin darse espacio para la alegría y la celebración por ello, limitando el necesario efecto de la recompensa por al trabajo bien hecho. Con lo cual incluso la sucesión de éxitos termina por ser angustiosa, a la espera de la llegada de un posible fracaso, cuya certeza asumimos.
El caso anterior es un ejemplo muy adecuado para la distinción “Excelencia Vs. Exigencia” muy empleada en el campo del coaching. La autoexigencia de vivir todo aquello que puede salir mal, como un fracaso, sin distinguir “lo que soy” de “lo que hago”, viviendo cualquier opinión o crítica sobre ello como un ataque personal que se percibe como una amenaza, sin admitir ninguna sugerencia.
¿Cómo transformar ese exceso de exigencia en excelencia?. Apuntaré cuatro pequeños pasos para ello, que espero te sirvan, ahí van:
a) Pon el foco más que en los resultados en si, en tener claros los objetivos, tanto los tuyos propios, como los de tu equipo de colaboradores; trasladándoles tu confianza sobre su desempeño a fin de que se sientan comprometidos y responsables. Reconociendo sus logros, destacando lo bien hecho, por encima de lo que pueda faltar por hacer.
b) Concéntrate en el proceso en si, en el camino hacia el objetivo, en ese trayecto hasta la meta es donde se desarrollará el aprendizaje, la creatividad, el disfrute …y si algo sale mal, tendrás a la vista lo que necesitas cambiar. El resultado es una consecuencia de todo lo aprendido en el camino hacia el objetivo, incluida la satisfacción y la celebración sobre lo bien hecho.
c) Sólo se equivoca quien intenta hacer las cosas. Vive el error como una oportunidad para el aprendizaje; a partir de ahí podrás buscar alternativas, incorporar sugerencias, aceptar otras aproximaciones al problema que te ayudarán a superar el reto que tienes delante, en el camino a tu objetivo.
d) Acepta con vulnerabilidad las posibles errores que cometas en el camino hacia tu objetivo, deja a un lado la trampa de la autoexigencia y conecta con la excelencia, ello te hará trascender y superarás la sensación de frustración, lo cual te ayudará a tu crecimiento personal y profesional, con actitud de reto y desde el aprendizaje continuo.
Y recuerda que, como dijo Peter Drucker, “la excelencia de un líder se mide por la capacidad de transformar los problemas en oportunidades”.