Erre que erre en el #DebateA5
08 Nov 2019
Ciento noventa días después de las elecciones generales realizadas el 28-A de este año 2019, se volvió a realizar un debate electoral entre los representantes de las principales fuerzas políticas españolas con implantación nacional, que además son quienes ostentan los mayores grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados, de cara a la nueva convocatoria electoral fijada para el 10-N.
La novedad, en esta ocasión, fue la participación del líder de Vox, Santiago Abascal, tras haber conseguido en los comicios del 28-A, veinticuatro diputados, convirtiéndose en quinta fuerza parlamentaria, lo cual, como primer efecto, en ese formato, alargó la duración del mismo hasta cerca de tres horas, finalizando más allá de la una de la madrugada, algo difícilmente digestible para la gran mayoría de personas, aún estando interesadas en él.
El debate electoral televisivo del 5-N ha sido el menos seguido en los últimos diez años, situándose en la posición undécima, por su audiencia, entre los diecisiete celebrados desde 1993 entre González y Aznar.
Como segunda derivada ofreció un dato preocupante, al ser el debate electoral menos seguido mediáticamente de la historia televisión en los últimos diez años en España, situándose en la posición undécima, entre los diecisiete celebrados desde el año 1993, primera ocasión en que hubo uno, el veinticuatro de mayo, entonces protagonizado por Felipe González y José María Aznar. Lo cual parece anticipar un nada halagüeño dato de participación y una baja movilización de votantes, justo en un momento crítico en la sociedad española y en su vida política.
Claro que en los ciento setenta minutos que duró el rígido formato pactado entre los cinco candidatos y los aparatos de sus respectivos partidos, no hubo ningún mensaje, ni guiño, ni siquiera un amago, en el que pareciera que alguna de las posiciones, ya esgrimidas con ocasión del 28-A, hubiera tenido el más mínimo movimiento, repitiéndose idénticos «tic’s» a entonces.
En el rígido formato del debate electoral no hubo ningún mensaje, ni guiño, ni siquiera un amago, en el que se vislumbrara una modificación de las posiciones causantes del bloqueo político sufrido desde el 28-A.
Rivera siguió exhibiendo los mayores elementos de “atrezzo” (un trozo de adoquín de Barcelona, un largo papiro, fotos, gráficos, etc..) con gesto y tono excesivamente crispados, al tiempo que Sánchez evitaba mirar al resto de candidatos y solo tenia ojos para sus papeles, sobre los que anotaba, o pintaba, de forma compulsiva, solo apartando la vista de ellos para interactuar con los moderadores.
Mientras Iglesias seguía cultivando el tono moderado que tanto éxito le reportó en la ocasión anterior, demostrando el control que tiene del medio y de ese formato en concreto, más allá del desliz lingüístico sufrido al hablar de las “ma…adas”, con Casado más preocupado por cumplir con el “check list” de temas que sus asesores le señalaron, con rotulador rojo o amarillo, en una puesta en escena con exceso de quejas sobre sus interlocutores, dejando un excesivo espacio libre para que Abascal, con formas templadas e incluso educadas, deslizara unos duros mensajes que ninguno de sus adversarios electorales supo, o quiso, matizar o confrontar.
La palabra “España” fue la más pronunciada en las intervenciones de los cinco candidatos.
Si estas nuevas elecciones del 10-N fueron convocadas para superar el bloqueo político en la formación de un Gobierno, visto lo visto, no parece que los augurios sean los mejores, aunque quizás no todo lo que ocurre sea lo que se nos muestra a la vista.
Las tres palabras más usadas por cada uno de los candidatos en el #DebateA5 ilustran sus respectivas prioridades. De tal modo que en el caso del presidente del Gobierno en funciones fueron, por éste orden, “partido”, “gobierno” y “España”; con igual resultado en el caso de Casado, mientras Rivera utilizó más “España”, “país” y “españoles”, siendo las más repetidas por Iglesias “gente”, “país” y “gobierno”, con Abascal insistiendo en los términos “España”, “españoles” y “autonomías”.
Las palabras “cultura” o “universidades” no fueron pronunciadas a lo largo del debate.
Entre las palabras más repetidas por los cinco candidatos, que podrían haber sido hasta quince diferentes (en multiplicación de 5×3), fueron siete las utilizadas, encabezando el ranking, como más pronunciada, “España” (4), seguida de “gobierno” (3), “partido” (2), “país” (2), “españoles” (2), “gente” (1) y “autonomías” (1), y si ponderamos el orden de su elección, con 3 puntos a la primera en cada caso, 2 a la segunda y 1 a la tercera, la máxima puntuación sería para “España”, con 8 puntos, seguida de “partido” con 6 puntos, “gobierno” con 5 puntos, “país” con 4 puntos, “españoles” con 3 puntos, “gente” con 3 puntos y “autonomías” cerrando esta pequeña clasificación con 1 punto.
Pero, quizás, la alegoría máxima ante lo reiterativo de los temas tratados en esas tres horas de debate, fueron las palabras que no fueron pronunciadas por ninguno de los candidatos, lo cual supone todo un editorial respecto los actuales líderes políticos españoles, ya que términos, y conceptos, como cultura, arte o universidades no sonaron sobre el escenario televisivo montado de forma ex profesa, y totalmente perecedera, sobre el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo de Madrid, igual que tampoco lo hizo un término que debería ser recurrente, mirando al futuro, como I+D+i (investigación, desarrollo e innovación).
La atonía del debate no consiguió ser remontada ni siquiera en el “minuto de oro”, funcionarial en todos los candidatos, como si la rutina de la permanente campaña electoral haya hecho mella en sus propios causantes.
Grisura general en el debate y un machacón erre que erre en los argumentos y posiciones de unos y otros, sin conseguir superar la atonía ni en el minuto de oro, funcionarial en todos ellos, sin excepción, como si la rutina de la permanente campaña electoral haya hecho mella en sus propios causantes.
En todo caso lo único cierto es que hoy, el voto es más importante que nunca, y que quedarse en casa no es opción, siempre es mucho mejor participar de la elección que no hacerlo y luego quejarse de lo que pueda ocurrir. No vivimos tiempos para sentirnos orgullosos de nuestros líderes políticos, pero debemos recordar, como afirmó, George Jean Nathan, que “los malos gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan”.