Entrelazad@s

25 Ago 2023

Llegó el momento para Franz. Como tantas otras veces había accedido al ‘U-Bahn‘, en la ciudad de München, en ‘Schwanthalerhöhe‘ y la gente a su alrededor era tan rutinaria como de costumbre, con sus planes de ida y vuelta; pero, no para él, ese no era su caso. En su monedero llevaba un nombre y una dirección, lo cual solo justificaba su minuciosidad porque, a pesar de sus cada vez mas frecuentes olvidos, se repetía una vez y otra, letra por letra, esas palabras escritas, en mayúsculas, sobre un trozo de papel. Llevaba demasiado tiempo repitiéndoselas.

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“La gente a su alrededor era tan rutinaria como de costumbre, con sus planes de ida y vuelta; pero, no para él, ese no era su caso…»

Entrelazad@sEl ruido de la multitud indicaba que era hora de máxima afluencia al hospital, Günther apuraba las últimas horas de su jornada laboral, y sus vacaciones estaban a punto de pasar al terreno de lo cierto, plasmándose desde lo soñado. Solo le quedaban por realizar un par de visitas en planta a dos de sus pacientes y repasar la agenda de los temas pendientes que dejaba para su vuelta.

“Sus vacaciones estaban a punto de pasar al terreno de lo cierto, plasmándose desde lo soñado…”

Entrelazad@sArda, antes de salir a la calle, repasaba llevar todo lo necesario, desde los guantes a los dos teléfonos móviles adquiridos esa misma mañana, todo cabía en su mochila de montaña. Se encaminó a la puerta de su apartamento pero antes de abrir la cerradura, reparó en el espejo de la entrada y, durante unos segundos, fijó su mirada en su imagen proyectada sobre él.

Un gran estruendo y varias sacudidas sacaron a Franz de sus pensamientos, el humo y el polvo lo inundaban todo, veía gente a su alrededor pero no oía nada, ni siquiera sus propios gritos. Se intentaba mover, pero varios amasijos de hierro habían atrapado su cuerpo a la altura de la cintura, un joven le tendió su mano pero tampoco así conseguía zafarse de esa trampa, pronto quedo solo y rodeado de varios cuerpos inertes.

“…reparó en el espejo de la entrada y, durante unos segundos, fijó su mirada en su imagen proyectada sobre él»

Günther había sido movilizado para acudir de forma urgente al lugar del atentado. Una bomba había sido explosionada en Bayerstraße‘, muy cerca de laHauptbahnhof‘, dejando a la vista varios cráteres que llegaban hasta la red del ‘U-Bahn‘. Era imposible utilizar el cercano acceso de ‘Großhadern‘ . No había tiempo que perder. Mientras salía del Hospital Universitario Ludwig Maximilian, pudo ver llegar las primeras ambulancias, le llamó la atención un joven que presentaba severas heridas en manos, brazos y rostro. ¡Cómo podía haber gente en el mundo que provocase calamidades como ésta!. Oyó que ese joven se llamaba Arda y se cuestionó si podría volver a utilizar sus manos. A veces el destino era cruel.bombero

Algunas lagrimas se deslizaron por el rostro de Franz según fue siendo consciente que no podría alcanzar su objetivo. Su anhelo perseguido durante tanto tiempo, las pistas recopiladas y construidas como si de un puzzle se tratase, hasta conseguir, de forma concreta, un nombre y una dirección, parecía evaporarse con la misma fuerza con la que su cuerpo estaba anclado a ese vagón del ‘U-Bahn‘. Su vida se evaporaba a borbotones, como la sangre que brotaba por debajo de su abdomen. Pero el dolor físico no era nada comparado con la tristeza que le generaba no haber podido cumplir con su cometido, no haber sido capaz de aplicar la milenaria ‘Ley del talión‘ a quién tanto sufrimiento había generado a su hija, a su ‘prinzessin’ Ingrid.

“A veces el destino era cruel”

sangreDaba pavor ver los grandes agujeros que se habían abierto sobre el espacio que antes ocupaba la vía pública, tanto para transeúntes como para vehículos. Günther lideraba una cédula sanitaria que se fue abriendo paso entre los escombros hasta llegar a lo que quedaba de un convoy procedente de Laimer Platz‘. Uno de los vagones había quedado en posición vertical, contraviniendo cualquier lógica de la física. Unos voluntarios alertaron sobre una víctima aprisionada en un amasijo de hierros. Günther le aplicó el preceptivo protocolo, aunque sus signos vitales dejaban poco margen a la esperanza, la respiración cansina y muy espaciada, el ritmo cardiaco muy bajo, los ojos muy abiertos mirándole y la boca entreabierta queriendo coger más aire, agarrándose, desesperadamente, a la vida aunque solo fuera por unos segundos más, eran señales más que evidentes.nudos

“Aquel hombre le buscaba y el sabía por qué”

De repente Günther reparó en un pequeño papel que la mano derecha de ese hombre aferraba. Liberó la tenaza que formaban esos dedos ensangrentados y la perplejidad es lo que le invadió al comprobar que las palabras escritas por ese desconocido eran la dirección de su vivienda y su propio nombre. Aquel hombre le buscaba y él sabía por qué. 

 

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