Encadenados a las limitaciones que nos autoimponemos

09 Abr 2022

David creció toda su vida oyendo la opinión de su padre sobre la seguridad que una plaza de trabajo fija aportaba. “Podrás ganar más dinero en otras actividades, pero nunca tendrás la estabilidad que una plaza de funcionario, del Estado o en un ayuntamiento, o en Telefónica, o en un gran banco, reporta”, era una letanía oída desde que era poco más que un mocoso.Encadenados a las limitaciones que nos autoimponemos

“Podrás ganar más dinero en otras actividades, pero nunca tendrás la estabilidad que una plaza de funcionario, del Estado o en un ayuntamiento, o en Telefónica, o en un gran banco, reporta”.

Tuvo un brillante expediente académico como estudiante de derecho, consiguiendo licenciarse, siendo el primer miembro de su familia en conseguirlo y, finalmente, entró a trabajar en una entidad financiera, rechazando la propuesta de otros compañeros de agruparse en torno a un gabinete jurídico con pocas certezas, pero con muEncadenados a las limitaciones que nos autoimponemoschas ilusiones y cientos de sueños por realizar.

El futuro llegó con sus dosis de circunstancias inesperadas y una gran crisis acabó con lo que habían sido certidumbres durante decenios. David, ya convertido en un hombre de mediana edad, consideró seriamente la posibilidad de montar por sí mismo un pequeño negocio de asesoría contable, laboral y administrativa para canalizar su actividad laboral, pero el anuncio de una oposición a personal subalterno, en una corporación municipal, le pareció mejor opción, aunque la cualificación exigida fuera bastante inferior a su propio curriculum y experiencia. De nuevo la llamada de un sueldo, aparentemente, fijo y por cuenta ajena, le separó del perfil competencial para el que se había preparado y formado.

Nada puede sanar más tu vida que un cambio de creencia” (cita anónima)

Una noche, su hijo menor, Jaime, de tan solo 5 años, le pidió que le leyera un cuento antes de dormir. Buscó entre varios libros y, ojeando al azar, abrió uno cuyas ilustraciones, representaban a un gran elefante, dotado de imponentes colmillos y una gran trompa. “Éste, papá, quiero que me leas éste”, dijo Jaime señalando el dibujo del imponente elefante.

elefante impornente

Así, David, comenzó a leer a su hijo pequeño el cuento de “El elefante encadenado”, escrito por Jorge Bucay, que describía a un gran paquidermo de más de cinco toneladas, que actuaba a diario en un circo haciendo grandes demostraciones de su fuerza, para permanecer después aferrado, a través de una cadena metálica, a una pequeña estaca de madera clavada en el suelo.

Examina tus creencias y libérate” (María Irving)

Encadenados a las limitaciones que nos autoimponemosSegún avanzaba en la lectura del cuento, en los ojos de David fueron brotando unas incipientes lagrimas que no se permitió que terminarán de aflorar, improvisando en el desarrollo de la historia y centrándose en llamar la atención de su hijo a través de hacer voces con distintos personajes del circo, hasta que éste terminó por dormirse.

A quien le costó conciliar el sueño esa noche fue a David, que se reconoció en el elefante del cuento, en ese gran paquidermo que en cada función era capaz de realizar alardes de su fuerza, para luego permanecer atado a una pequeña estaca clavada en el suelo, sin plantearse liberarse por sí mismo y conocer otros estadios y otras realidades.

No hay ningún hombre vivo que no sea capaz de hacer más de lo que cree que puede hacer” (Henry Ford)

elefante encadenadoCon Jaime ya dormido, fue David quien se replanteó, seriamente, y cara a cara consigo mismo, que era lo que hacía permanecer amarrado a esa pequeña, y débil, estaca de madera a ese imponente ser que era aquel elefante, ¿por qué no escapar?, ¿por qué no huir?, ¿qué era la que le aferraba a aquel débil trozo de madera?. De pronto, y dando finalmente rienda suelta a las lagrimas que inundaban las esferas de sus ojos, comprendió que aquel elefante no escapaba porque había estado amarrado esa estaca desde que era muy pequeño, habiendo aceptado que no había escapatoria, no lo hubo cuando su cuerpo no había terminado de estar formado y había aceptado esa realidad, aún con el paso del tiempo, sin ser consciente de su verdadera fuerza en este momento de su madurez. El gran elefante, que es hoy, no escapa de la débil estaca a la que está aferrado porque cree que no puede.

David comprendió que sus recelos sobre su propia capacidad para construirse un futuro laboral por cuenta propia, alejados de los condicionantes de sueldo fijo, aún insuficiente, suponían la estaca a la que permanecía amarrado aquel imponente elefante.

Cada persona lleva los límites de su propio campo de visión a los límites del mundo” (Arthur Schopenhauer)

En ese momento decidió que se liberaría de los grilletes y cadenas que le aferraban a una ‘estaca’ solo virtual y que debía romper las creencias sobre su propia capacidad. Nunca más decidir de manera previa que “no puedo o no podré”, y si ello sucede habrá que gestionarlo en el momento adecuado, lo que suceda, sucederá, pero decidió no crear una propia limitación que le autoimponga una realidad, sin explorarla previamente, y es que finalmente, y como afirmaba Arthur Schopenhauer: “cada persona lleva los límites de su propio campo de visión a los límites del mundo” porque todo es posible, simplemente todo es cuestión de proponérselo y no autolimitarse.

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