El vuelo de Clavileño, crítica teatral
19 Oct 2019
No es habitual llevar a la escena teatral textos de Miguel de Cervantes, a pesar de ser la máxima figura de la literatura española, y ser mundialmente reconocido por su obra con el sobrenombre de “El príncipe de los ingenios”, compartiendo con William Shakespeare el trono de la narrativa mundial. Sus ‘entremeses’ han sido de lo más representado, así como “El cerco de Numancia”, vuelto a programarse en 2016 en el Teatro Español, de Madrid, en conmemoración del cuarto centenario de su muerte.
“Ha de ser …honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos y, finalmente, mantenedor de la verdad…”
El sugerente proyecto que representa el “Teatro Tribueñe”, en sus más de quince años de andadura, liderado por Irina Kouberskaya y Hugo Pérez de la Pica, pone el foco, en esta ocasión, en la inmensa obra cervantina de “El Quijote” para crear un espectáculo para su teatro de repertorio, exactamente lo hace desde el capitulo XLI de la ‘segunda parte’ de la obra escrita más editada y traducida de la historia, recuperando a Clavileño, a cuyos lomos el “ingenioso Hidalgo” y su fiel Sancho Panza se enfrentaron, en desigual batalla, con el malvado Malambruno, entre unas risas y chanzas que suenan lejanas a su proverbial lucha, y entrega, en defensa de los grandes ideales que definen las historias de caballerías de su ensoñación, incomprensibles para el resto de los mortales.
“El vuelo de Clavileño” es la nueva propuesta de “Tribueñe” para esta temporada 2019/2020, que se exhibirá en su evocador espacio los sábados, hasta el cuatro de enero, y durante este mes de octubre también los viernes, todo ello con el mimo y cuidado habitual en sus producciones, y después de haber sido la obra elegida para clausurar el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro de 2019, el pasado mes de julio.
¡O Sancho miente, o Sancho sueña!
Kouberskaya es la responsable de la versión teatral de esta aventura quijotesca y de su dirección sobre la escena, demostrando el amplio conocimiento que tiene de la literatura española y la pasión que siente por ella, marcando un ritmo ágil por el que se desliza con tino la prosa cervantina, en una escenografía de Eduardo Pérez de Carrera sobria desde su sencillez, en cuyo marco cobra verdadero protagonismo el rico y cuidado vestuario del taller “La niña pintá” y la muy conseguida coreografía, más que medida en cada entrada y salida, bien planteada por la directora, con un destacado momento en la recreación del baile de los abanicos, de una gran belleza.
Miguel Pérez-Múñoz (Don Quijote) y José Luis Sanz (Sancho Panza) dan vida a los celebres personajes convertidos en emblema de La Mancha a partir de la obra de Cervantes, con una prestación notable, perpetuo en su ensoñación el hidalgo y perseverante en su humilde pragmatismo terrenal el segundo, quien ante la invitación para auparse a horcajadas sobre Clavileño, expresa socarronamente: “…aquí yo no subo, porque ni tengo ánimo, ni soy caballero”. Muy conseguida la escena en la que los dos se mueven por el espacio escénico atrapados en una red, en acertada alegoría, que representa las visiones, ilusiones y alucinaciones a las que permanece aferrado Don Quijote, en su realidad subjetiva, mientras Sancho, por momentos, es capaz de salir de ella, pero siempre permaneciendo a lo que precise, de él, su señor.
“Amigo Sancho, has de saber que yo nací por querer del cielo, en esta nuestra edad del hierro, para resucitar en ella la del oro”
Tanto Pérez-Múñoz como Sanz, son habituales en los elencos de las producciones de ‘Tribueñe’, igual que el resto de sus compañeros: Badia Albayati (Duquesa), María Luisa García Budí (Marquesa Trifaldi), Zalo Calero (Duque), Matilde Juárez (Dama 1), Ana Moreno (Dama 2) y Juan Sanz (Eclesiástico) que aporta su notable desempeño a la hora de orar cantando, por ejemplo, el ‘Salve Regina’; destacando la sólida aportación actoral coral de todos ellos.
Muy loable aproximación de Irina Kouberskaya y Teatro Tribueñe a la farsa cervantina, a través de un texto que exigirá a sus espectadores atención y concentración, pues las palabras encierran dobles y triples sentidos, en una apariencia de humor que termina por contener asuntos tan nada triviales como la lealtad, la felicidad o la libertad, desde lo más terrenal a lo mas noble que el ser humano pueda encerrar dentro de sí, porque más allá de las miserias del día a día, los ideales deben ser el faro para que consigamos seguir avanzando, y de ello Don Quijote es un gran ejemplo, sin duda el mejor.