El príncipe constante, crítica teatral
en Teatro
19 Mar 2021
Lluís Homar en su gestión al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, estrena, sobre el escenario del Teatro de la Comedia, una obra de Don Pedro Calderón de la Barca hasta ahora no representada en él, se trata de “El príncipe constante” escrita en 1629, que antecedió en algunas de sus referencias filosóficas a “La vida es sueño” (1635).
Y la forma en que esta primera representación por la CNTC, casi cuatrocientos años después de ser escrita esta obra por Calderon de la Barca, se revela como fundamental, ya que el respeto al texto por el dramaturgista Albert Arribas y el protagonismo dado, por el director Xavier Albertí, a la palabra que nos llega desde aquel siglo XVII, son ejes fundamentales en la propuesta, contenida en sus formas para que lo que se dice y como se dice, sea lo esencial.
“…y por eso dio una forma
con una materia en una semejanza la razón
el ataúd y a la cuna
pues fue cuna boca arriba
lo que boca abajo es tumba”.
En la trama, los infantes de Portugal inician la conquista de Tánger con el objetivo de cristianizar el norte de África; uno de ellos, don Fernando, quedará apresado como rehén hasta que el rey portugués ceda Ceuta para volver a ser islamizada, a lo cual se opone Fernando, optando por permanecer en cautiverio, refugiándose en su Fe.
Lluc Castells es el responsable de una escenografía minimalista que tiene por elemento fundamental un fondo que rememora un muro arcilloso y asceta, que igual puede pertenecer a cualquier pequeña iglesia que a una humilde casa de algún pueblo o aldea, bien árabe, bien cristiano; sobre la cual el buen hacer habitual de Juan Gómez-Cornejo con la iluminación obra su frecuente milagro. Castells diseña también un contemporáneo vestuario que colabora a la cierta sensación de frialdad en las formas que impera en el espectáculo.
“El hombre joven se engaña, si en verdes años se fía”
Hasta catorce interpretes aparecen en escena (Jonás Alonso, Iñigo Álvarez de Lara, Rafa Castejón, José Cobertera, Lara Grube, Álvaro de Juan, Marina Mulet, Arturo Querejeta, José Juan Rodriguez, Egoitz Sánchez, José Juan Sevilla y Jorge Varandela), acompañados de un cuarteto de cuerda (Alfonso Nieves, Jorge Llamas, Isabel Juárez e Irene Celestino) que funciona adecuadamente al resaltar la carga dramática en ciertos momentos.
Lluís Homar realiza un trabajo medido donde el verso toma protagonismo absoluto, encontrando el ritmo adecuado para los momentos de silencio. El personaje del infante Don Fernando, en la treintena de edad, es representando por un actor que, al menos, le dobla en años, imprimiendo al rol protagonista de unos perfiles filosóficos y de perspectiva de vida ya vivida, evitando los perfiles más voluntaristas y de renuncia a los años por vivir. Junto a Homar destaca la prestación de Beatriz Argüello, muy convincente como Muley.
“…flores nocturnas son; aunque tan bellas,
efímeras padecen sus ardores,
pues si un día es el siglo de las flores,
una noche es la edad de las estrellas.”
Sobria propuesta de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, quizás a contracorriente de los tiempos en los que vivimos, pero que tiene el interés de concentrarse en el verso de Calderón de la Barca sin más ambages, ni florituras.