El grito del cardo, crítica teatral

05 Jun 2021

Es evidente que no es lo mismo nacer en un barrio de Maputo, capital del cuarto país mas pobre del mundo, como es Mozambique, que hacerlo en el seno de una familia acomodada instalada en localidad de Atherton, pequeño núcleo residencial cercano a San Francisco, muy influenciado por el boom de Silicon Valley, que pasa por ser el pueblo más rico de los EE.UU.

Las características del entorno donde nacemos marcan parte de nuestro destino, aunque siempre existen casos de personas que, más allá de su origen, logran cambiar el devenir de su historia, aunque sean menos los casos, que los más.

“Para dos sirvientas que tengo, una de parto y otra de entierro…”

El grito del cardo, crítica teatralEse marcaje vinculado al origen de cada persona está en el gen de la historia creada por la dramaturgia de Sandra Jiménez, bajo el titulo de “El grito del cardo” llevada a la escena con la producción de Trajín Teatro, interpretada por Inma González, quien, además, dirige la propuesta.

En el programa de mano se reseña que “la condición social con la que nacemos, nuestras circunstancias, e incluso nuestro sexo, determinan el papel en el mundo que nos es designado, limitando nuestra capacidad de libertad. Somos lo que podemos, o lo que nos dejan ser. Así cuando intentamos trascender roles y patrones, nos topamos con una violencia que va penetrando en el alma y que deja una profunda huella en lo que somos. La huella de la imposibilidad”. En una afirmación excesivamente maximalista, en contradicción de la cual todos conocemos casos, a pesar de todo.

“Servir te cierra todas las puertas de la posibilidad”

El grito del cardo, crítica teatralInma González, tras protagonizar el exitoso espectáculo “Mauthausen, la voz de mi abuelo”, interpreta, en esta pieza, a Mariana una mujer, superviviente de la vida, siempre subordinada al servicio de otras personas, donde cada uno de sus días supone una carrera contra la corriente, enfrentada a una sucesión de circunstancias adversas a modo de infinitos obstáculos.

El espectáculo comienza con la excelente recreación de la protagonista, como si fuera una muñeca o un autómata, andando a pasos cortos, como si alguien la manipulara y dirigiera, forzándole hacia dónde ir y cómo. 

“El camino de los hijos también te lleva a la soledad”

El grito del cardo, crítica teatralEn esa primera parte Mariana está en su vejez, recluida en una residencia para personas de la tercera edad, mezclando en su mente los recuerdos del pasado y las vivencias del presente. A partir de ahí nos comparte su historia, donde Palomo, el joven ‘señorito’ al que tuvo que acompañar y cuidar, es eje y centro de sus desvelos; además de todas las tareas domésticas de la casa de la familia en la que servía, todo ello dentro de una España en blanco y negro, en la que los colores no eran visibles ni siquiera desde la ventana que suponía la expresión máxima de sus anhelos de libertad.cartel

La sencilla escenografía es responsabilidad de la propia compañía Trajín Teatro, en la que el elemento más destacado es una ligera estructura metálica que se trasforma de cama en ventana. Luis Miguel Lucas firma la música original, donde destacan dos temas interpretados con el duende de Carmen Linares, lo cual acentúa la carga dramática.

“Abrimos las ventanas y aireamos los secretos”

Una nueva oportunidad de disfrutar del lucimiento como actriz de Inma González, en un espectáculo hondo y profundo, que en contraposición con “Mauthausen” no da tregua en la sensación de doliente, aquel relataba dolor y sufrimiento, deslizando gotas de ternura y ganas de vivir a pesar de todo, en éste la sensación de aspereza se mantiene de principio a fin pero es que, al fin y al cabo, la flor del cardo es así, aún bella, dura, ruda y con espinas.

 

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