El barberillo de Lavapiés, crítica teatral
en Teatro
17 Jun 2022
Velar por el cuidado, protección y difusión del patrimonio cultural es uno de los primeros deberes que los máximos responsables políticos de un país se deben exigir, ítem más en un caso como el de España, sin duda, poseedor de uno de los más amplios en todos los campos de la expresión artística.
“Si es la lengua espada en las madrileñas, en los estudiantes, ¿qué será la lengua?. Faldas llevan ellos, faldas llevan ellas; solo falta saber quiénes son más hembras”
En el terreno de los artes escénicas, en nuestro país, es el INAEM, dependiente del Ministerio de Cultura y Deporte, quien asume ese reto y esa responsabilidad, incluyendo programa de temporada lírica desde la histórica sede del Teatro de la Zarzuela, en la calle Jovellanos, de Madrid, y a través de las giras que se vienen realizando en diferentes lugares de España.
El actual máximo responsable del Centro Dramático Nacional, Alfredo Sanzol, se involucró, en 2019, en la más reciente recreación de una de las obras culmen del repertorio, “El barberillo de Lavapiés”, asumiendo la adaptación del texto y la dirección escénica, con José Miguel Pérez-Sierra como director musical, y esta producción vuelve a incluirse en la programación de esta temporada, hasta el 26 de junio.
“Lamparilla no, Lamparilla sí; este es el barbero mejor de Madrid”.
Esta obra fue estrenada el 19 de diciembre de 1874, en la misma sede donde ahora se reprograma, en una época en la que el teatro europeo tenia por referencia a Ibsen, Chéjov o Strindberg, con José de Zorrilla o José de Echegaray como emblemas de la dramaturgia escénica en España; y lo primero que llama la atención es lo bien que le han sentado los ciento cuarenta y ocho años transcurridos, manteniendo totalmente vigente su trama, con referencias sociales y políticas idénticas a las de nuestra contemporaneidad, todo ello a medio camino entre el sabor castizo de la ciudad de acogida que es Madrid, las constantes conspiraciones políticas de las élites para alcanzar el poder, quitándoselo a uno para poner a otro, y los dimes y diretes de las clases populares para identificarse con ellas, sin atender a las recomendaciones que en este texto hace el sentido común popular con expresiones como “¡Ay, señora, que ilusión, creer que porque ha cambiado el Secretario de Estado, será feliz la nación!. Aunque suban a millares a enmendar pasados yerros, siempre son los mismos perros con diferentes collares” o “Ser enemigo, siempre implacable, del Gobierno, sea el que sea. Así gano amigos, fortuna y crédito. Como no manda más que uno, y ese …no por mucho tiempo, los restantes españoles son de mi partido… y luego como en eso de ministros está averiado el género, y aquel que no es un listo es malo, y aquel que no es malo es pésimo, en hablando mal de todos, ¡pero muy mal! …siempre acierto. Basta de política …¡merendemos!».
“¡Ay, señora, que ilusión, creer que porque ha cambiado el Secretario de Estado, será feliz la nación!»
Luis Mariano de Larra, autor de la dramaturgia de este obra, y el maestro Francisco Asenjo Barbieri, creador de la partitura, trabajaron en absoluta armonía para dar forma a una historia original enmarcada en la lucha por el poder de las élites, con la conspiración en favor del ‘conde de Floridablanca’ para sustituir al secretario de Estado ‘Grimaldi’, en las que el protagonismo principal es asignado a la pareja, cómica y desenfadada, compuesta por un ‘barbero‘ y ‘sacamuelas‘, ‘Lamparilla‘, del popular barrio del Lavapiés, en Madrid, con una costurera, de nombre ‘Paloma’, que tiene su taller en una buhardilla de la calle Toledo; mientras que la de nobles compuesta por la ‘marquesita’ (Marquesa del Bierzo), alineada en las filas de los conspiradores, y don Luis Haro, sobrino de ‘Grimaldi‘ y por tanto defensor de la posición de éste, quienes terminan vistiendo ropajes de majas y majos, enamorados …y camino del exilio.
Sanzol es respetuoso con el texto original y la mayor singularidad de su propuesta viene de la mano de la escenografía diseñada por Alejandro Andújar, la cual se sustenta sobre varios paneles móviles negros, que la hábil iluminación de Pedro Yagüe, sobre las diferentes posiciones que adoptan en cada escena, aún con un excesivo ruido causado, logra recrear desde el paraje de El Pardo a la plaza de Lavapiés, pasando por las buhardillas de la calle Toledo o los distinguidos palacios de la nobleza donde la conspiración va creciendo entre sus paredes. El severo monocromático que domina la escena es el debido contrapunto a la explosión de color que supone el rico vestuario empleado, creación, también, de Andújar. La coreografía diseñada por Antonio Ruz tiene su punto culminante en la escena en la que se recrea el taller de las costureras.
“Yo nada ví, yo nada hablé, yo nada oí, yo nada sé”
Mención especial merece la dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra, y la prestación de la Orquesta de la Comunidad de Madrid y del Coro del Teatro de la Zarzuela.
El barítono Borja Quiza aporta su contrastada calidad como cantante junto con una notable capacidad interpretativa, creando un “Lamparilla” divertido y lleno de donosura que empatiza rápidamente con el público. Cristina Faus le da la réplica, como “Paloma”, con una prestación más que destacada. Correctas aportaciones de Cristina Toledo, como la ‘marquesita’ y Javier Tomé como don Luis de Haro. Gerardo Bullón, Abel García, Carmen Paula Romero, Ricardo Rubio, Felipe Nieto, Víctor Sainz, Gonzalo Simón, Joaquín Abella, Paloma Cordoba, Mar Roldán, Teresa Garzón, Daniel Fernández, Alejandro Lara, y los bailarines José Alarcón, Miguel Ballabriga, Ángela Chavero, Carmen Fumero, Verónica Garzón, Marcos Martincano, Mario Olave, Melania Olcina, Álvaro Olmedo y Begoña Quiñones, además de la Rondalla Lírica de Madrid ‘Manuel Gil‘, completan el elenco.
“Basta de política …¡merendemos!”
Espectáculo grande de verdad, desde luego desde el punto de vista cuantitativo, que también, pero especialmente desde el punto de vista cualitativo, con un gran teatro como el de la madrileña calle Jovellanos, que pone todos sus recursos disponibles para celebrar la fiesta de La Zarzuela a través de “El barberillo de Lavapies” sumando una historia de amor, a la arraigada tradición española de la crítica a los gobernantes, creando una experiencia estética, según palabras del propio Sanzol, sustentada en la comedia y la aventura. Déjense llevar, relájense y disfruten.