Edipo Rey

18 May 2015

La tragedia clásica de Edipo vuelve a nuestra escena sobre las tablas del “Teatro de la Abadía”, a través del proyecto Teatro de la Ciudad, alternándose con Antígona y Medea hasta finales del mes de junio, para viajar posteriormente en busca de la platea del Teatro Romano de Mérida.

¿Somos los humanos dueños de nuestro destino y de nuestros actos, o son los dioses los que escriben lo que la vida nos depara?, ¿acción ante el futuro o simplemente aceptación?. El Rey de Tebas, desde el héroe que fue, pasa a ser condenado por su cruel destino, las profecías se cumplen y se descubrirá a sí mismo como el asesino de su padre y el esposo de su propia madre, su inmenso dolor le lleva a arrancarse los ojos, tras que éstos hayan sido capaces de contemplar la terrorífica verdad, nada calmará su alma, ni en Tebas, ni el destierro.

Alfredo Sanzol nos propone una arriesgada puesta en escena del texto de Sófocles, en un escenario limpio de otros elementos, una mesa servida, a modo de banquete, donde cinco comensales van ocupando sus sitios según se hacen presentes en escena, con vestidos neutros y contemporáneos, entre ellos no se miran y parecen no interactuar, el texto comienza a fluir, con las miradas de los personajes buscando la complicidad del público, por un momento nos asalta la duda de si el planteamiento artístico estará cercano a una lectura interpretativa, especialmente cuando se anuncia la llegada de Creonte y éste comienza su presencia a través de uno de los ocupantes de esa mesa, pero no, a partir del momento en que se empiezan a desdoblar personajes en sus actores, aparece un cierto movimiento en escena y salimos de nuestra duda; aunque nos seguimos planteando si la buscada presencia permanente en escena de todos los personajes, sin entradas y salidas, no podría haber sido conseguida con posiciones de los diferentes personajes en diversos lugares del escenario, remarcadas por halos de luz y no permanecer atados a esa mesa que, quizás, podría suponer una barrera entre actores y público, más allá de soluciones originales como cuando Natalia Hernández se transforma de coreuta a siervo, pasando por debajo de la mesa.

Sanzol exige mucho a su equipo, pero también mucho al público, eliminando artificios hasta el extremo, casi sin provocar otra emoción que la que el propio texto evoque. Minimalismo al máximo y un cierto riesgo de que el distanciamento generado con la forma de la puesta en escena, prenda en cierto frio en el patio de butacas.

Juan Carlos Lumbreras, como Edipo, realiza un trabajo correcto, si bien en el primera parte de la obra está algo acelerado, remontando su trabajo en la parte final, especialmente cuando el Rey de Tebas se ha arrancado ya las órbitas de sus ojos. Desde el punto de vista interpretativo destaca el conseguido coro que protagonizan Natalia Hernández y Eva Tarancón, lanzando textos al unísono, de una forma clara y realmente brillante, en unos pasajes en los que el error sería fatal y lo saben convertir en uno de los puntos álgidos del espectáculo. Adecuado trabajo de Paco Déniz como Creonte y muy acertada Elena González en los personajes que interpreta, especialmente en el caso Tiresias.

Interesante propuesta la del Teatro de la Abadía al reponer estas tres tragedias clásicas, y muy acertados los encuentros de los espectadores ,con actores y director a su conclusión, en Entusiasmo, donde tenemos ocasión de intercambiar impresiones. Entre el público hay una cierta división de opiniones, pero de eso se trata el teatro y por eso se buscan propuestas tan innovadoras y rompedoras como la que propone Alfredo Sanzol.

Al salir, una frase del texto continúa retumbando en nuestro cerebro: “…no consideréis a una persona feliz hasta que no haya traspasado el umbral de su último día”, vale en la Grecia de Sófocles  y vale en la España del siglo XXI, este es el valor de los clásicos.

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