Días de vino y rosas, crítica teatral

25 Oct 2021

Días de vino y rosas” fue el título de una galardonada película dirigida por Blake Edwards reconocida en los premios Oscar de 1962 con, entre otras cosas, la mejor canción; consiguiendo su director la ‘Concha de Plata’ de la edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián en 1963. 

“¡Brindo por tu locura!”Días de vino y rosas, crítica teatral

Su guionista original, J.P. Miller, lo creó a partir del germen de un proyecto televisivo desarrollado cuatro años antes, del que formó parte, como idea, de un episodio de una conocida serie.

La trama muestra el viaje a los infiernos de una pareja, ambos de cuyos miembros caen atrapados en las garras de las adicciones, en este caso en el alcoholismo.

“¿La gente que no bebe, cómo celebra las cosas?”

Owen McCafferty firmó la primera adaptación teatral y partiendo de ese trabajo, David Serrano realiza la adaptación española a la escena, estrenada la temporada pasada en los Teatros de Canal y que ahora vuelve a ser programada en el Teatro Infanta Isabel, hasta el 10 de noviembre.

Sandra (Cristina Charro) y Luis (Federico Aguado) se conocen en el aeropuerto mientras esperan la salida del mismo vuelo a New York, ahí sus vidas se cruzan y ambos comienzan un viaje personal, a través de la trama, en la que la impetuosa vida profesional de él, sin claros límites en su actividad social, llevará a una celebración, con alguna copa de alcohol, que evolucionará a buscar cualquier pretexto para beber y finalmente a no necesitar coartada alguna, sino reducir su vida a beber, su personaje, más allá de la adicción que sufre viaja hacia la consciencia, mientras que el de su pareja y madre de su hijo, evoluciona de menos a más, pasando de ser compañera de brindis o la dependencia absoluta, llegando a engañar a su propio marido y a sí misma.

“¡Contigo hasta el infierno!”

Contigo hasta el infierno” se dicen uno a otro en sus primeros días como pareja y esa afirmación queda grabada a fuego en su drama, pues, en efecto, ambos descienden hasta ese lugar y no se trata de una metáfora.

Días de vino y rosas, crítica teatral

José Luis Sáiz dirige la propuesta, a partir de una sencilla escenografía, protagonizada por una barra de bar junto con dos sillas rojas, que acoge las diferentes escenas que enmarcan la trama, con un acertado trabajo de vestuario de Lupe Valero que convierte el elegante traje inicial de Luis en un descuidado ‘look’, signo de su deterioro personal, utilizando más fases para acompañar la evolución de Sandra, desde elegante, a abandonada y dejada, pasando por momentos explícitamente sexuales. Adecuada aportación de Alejandro de Torres en el diseño de iluminación.Días de vino y rosas, crítica teatral

“Hola, me llamo Luis y soy un alcóholico”

La fábula del viaje a los infiernos de Sandra y Luis no puede aportar sorpresas en su desenlace, pero la recreación de ambos personajes, su deterioro personal y, a pesar de todo, la lucha por salir de las garras del alcoholismo, como ejemplo de dependencia, es lo que supone el factor diferencial de esta propuesta teatral y ello se debe, sin duda, al esfuerzo y mérito que acreditan sobre la escena Federico Aguado y Cristina Charro.

 

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