Devaluación interna y costes laborales
09 Abr 2023
¿Se acuerdan cuando los españoles viajábamos hasta Andorra para comprar allí cosas que en España eran mucho más caras?, se podía tratar de cámaras fotográficas, perfumes, tabaco, pequeños electrodomésticos e, incluso, ropa o material deportivo.
Hoy, sin embargo, España, y bien lo saben en las zonas fronterizas con otros países, se ha convertido en una especie de gran supermercado a donde acuden de manera compulsiva ciudadanos de países cercanos, por ejemplo Francia en toda la zona limítrofe de nuestro país con ellos, quienes periódicamente nos visitan para adquirir todo tipo de alimentos (pescados, carne, frutas, verduras, etc…) con los que reponer sus neveras, aprovechando, a la vez, su viaje en automóvil para repostar carburante a un precio muy inferior al existente en su país.
“La crisis ha puesto al descubierto no solo errores en el modelo económico sino también en nuestra sociedad. Demasiada gente se ha aprovechado de los demás.” (Joseph Stiglitz, Premio Nobel en Economía)
Es evidente que no se pueden poner puertas al campo y aunque es obvio que algunas ayudas públicas inyectadas en el precio de los alimentos (como la rebaja del IVA en algunos productos) encuentran sus beneficiarios en ciudadanos no residentes en España, la observación empírica de esas conductas pone de manifiesto un fenómeno que se ha dado en España, especialmente desde la implosión de la llamada crisis financiera de 2008, cual es la devaluación interna llevada a cabo, a través, principalmente, de los salarios, y todo ello al tiempo que compartimos moneda única, el euro, con países con un nivel económico muy superior al nuestro.
Como ejemplo de lo anterior se pude acudir al informe de Eurostat sobre ‘costes laborales’ en el año 2022, los cuales se sitúan en 30,50 €/hora a nivel de la Unión Europea. Aunque las diferencias entre países son llamativas con España situada en los 23,50 € , en un nivel inferior a la indicada media de la UE (30,50 €), y muy descolgada de Luxemburgo (50,70 €), Dinamarca (46,80 €), Bélgica (43,50 €), Francia (40,80 €), Países Bajos (40,50 €), Alemania (39,50 €), Austria (39,00 €), Irlanda (37,90 €) o Finlandia (35,90 €).
El coste laboral, por hora trabajada, en la media de la Unión Europea, en 2022, se situó en 30,50 €; mientras que en España no pasó de 23,50 €, siendo un 30% menor.
La devaluación de la moneda de un país suponía un replanteamiento de la paridad no solo en términos monetarios sino, de hecho, en términos económicos, pudiendo tener tras de sí la motivación de ganar competitividad para sus productos en mercados externos por la vía de ofrecer costes más baratos. En España, antes de la integración en la unión monetaria europea, hubo hasta siete devaluaciones de la peseta.
Sin embargo el reajuste económico vivido en España, en clave interna, desde la crisis de 2008 ha sido mucho más ‘complejo’ y, podemos decir que, desigual en sus consecuencias, ya que ha puesto el foco y deslizado, no ya una la contención de sueldos, sino por una involución, al tiempo que nuestra moneda, el euro, es la misma con la que opera en el resto de países socios de la Unión Europea.
“Europa también tiene sus problemas, provocados principalmente por el hecho de que los países se unieron a fin de crear una unión monetaria sin tomar las oportunas medidas políticas e institucionales para que esa unión funcionara, y van a tener que pagar un elevado precio por ese fracaso.” (Joseph Stiglitz, Premio Nobel en Economía)
Cualquier ciudadano de a pie recordará que cuando, el uno de enero de 2002, empezó a circular la moneda euro, quienes tenían, por entonces, un sueldo de 1.000 euros eran considerados con el calificativo de ‘mileuristas‘, con un cierto sesgo de renta limitada, sin embargo hoy, veintidós años después, ese concepto ‘mileurista‘ y el significado que se le daba entonces, ha mutado, y es que, naturalmente, mejor es ese sueldo que carecer de él, en prueba de la involución salarial en cuyo efecto la Reforma Laboral aprobada por el gobierno de Mariano Rajoy no es un detalle baladí, sino sustento y clave de bóveda.
Los efectos de este desequilibrio entre nuestro mercado laboral y los de muchos de los socios con los que compartimos el proyecto Europa, que aún no ha conseguido mas que esbozarse, atrapado en el farragoso entramado normativo que es la Unión Europea, se muestran en circunstancias como la falta de profesionales sanitarios en nuestro territorio, mientras médicos españoles, igual que enfermeras, son ampliamente demandados en países como Alemania y Francia, siendo recompensados con unos sueldos que aquí no alcanzarían en décadas, ocurriendo lo mismo con otras profesiones cualificadas relacionadas con la tecnología y las diversas ingenierías.
Las claves para competir en el mercado global deberían ser la calidad, el talento, la innovación y la creatividad.
El proyecto común que representa España no puede estar basado en competir vía precio. Las claves deberían ser calidad, talento, innovación y creatividad.