Crimen y telón, crítica teatral
09 Ago 2019
Juego y realidad, además de futuro y presente, son las fronteras que nos invitan a traspasar, de manera constante y reincidente los miembros de “Ron Lalá” en su última producción teatral, “Crimen y telón”, dónde los espectadores quedan convertidos en parte de una trama que ocurre en 2039, veinte años después de que entraran al teatro, llegando a presenciar la muerte de éste, como espectáculo, como acontecimiento social y como espacio de debate y reflexión, aunque el cadáver desparezca en el primer juego de “flasback” del que son testigos…
Pero empecemos por el principio. En el año 2019 los ordenadores se rebelan, toman el poder del planeta y lo convierten en “Ciudad Tierra”, la alegoría máxima del principio de globalización. En 2020 quedan abolidos los restos anticuados del gobierno humano, incluidos los países, las creencias y los ideales. Se prohibe la música …la literatura …la escultura …la pintura y el resto de las artes.
¿Te imaginas un mundo en el que hubiera una librería por cada 10 habitantes, políticos honrados o en el que los artistas sean considerados héroes?
En el año 2022 estalla la Guerra del Arte. Tras la victoria aplastante de un ‘glorioso ejercito’ de drones, millones de prisioneros construyen los Campos de Concentración de Marte, a donde van a parar los restos de quienes un día compusieron España.
Año 2026: las Artes se exilian a otros planetas. Se funda la Agencia Anti Arte (AAA) para defender el Estado de consumo acechado por los pocos artistas que resisten en la clandestinidad. Cuatro años después, en 2030, el Medio Ambiente es sustituido por una simulación informática.
Por fin, en 2032, se imponen los tres pilares del Glorioso Gobierno Global: 1) entretenimiento absoluto, 2) gasto extremo y 3) bienestar obligatorio. ¡Ser feliz es tu deber!.
2039: Hoy. Aquí. Ahora. ¡Bienvenido a Ciudad Tierra!.
“¿Cree usted que se trata de un artedicidio?”
Si hay un factor que han compartido los grandes coliseos teatrales clásicos de la antigua Grecia y Roma, igual que los más contemporáneos escenarios del siglo XXI ha sido la crisis del teatro ….¿cuándo no ha estado en crisis el teatro?. Pero nunca hasta este año 2039 el “TEATRO” (con mayúsculas, más ahora que nunca) ha llegado a ser asesinado, por ser el controlador del mercado negro de sentimientos y emociones en una sociedad ayuna de ellos, pero también por su peso cualitativo entre las artes, convertido en algo perseguido y orillado en la sociedad imperante de Ciudad Tierra, de dónde ha sido desterrada su amada: la poesía.
Brillante ardid metateatral compuesto a partir del texto original de Álvaro Tato, con una eficaz dirección de Yayo Cáceres sustentada desde la sencillez de una escenografía de Tatiana Sarabia (también responsable del vestuario) en la que destaca un panel traslucido que es utilizado para recrear una especie de sombras chinescas sobre él, a través de una adecuada iluminación de Miguel A. Camacho, que confíere a la escena de toques de “cómic”, con ribetes cercanos al “cine negro”, teñidos de un cierto aire futurista (¡de hecho estamos en el futuro!), que favorecen la irreal realidad que invade todo lo que sucede en la nueva programación de este espectáculo, en esta ocasión sobre la escena de la ‘sala roja’ de los Teatros del Canal, que raya a una gran altura, en el que el único pero es en relación al sonido (Eduardo Gandulfo), excesivo ya en las fases de diálogos y que termina por acoplarse cuando se recurre a gritos o tonos más altos de voz.
“Leo verso tan mal …que parece prosa”
Compacto trabajo actoral del elenco, clásico exponente de “Ron Lalá”, destacando Juan Cañas en el papel de “Noir”, el detective asalariado de la “AAA” (Agencia Anti Arte), cuyo corazón, en la clandestinidad, late cautivado al ritmo de la poesía, especialmente si la rima es en octasílabo, bien secundado por el “malo” que cumple con su obligación, Iñigo Echevarria, como “El teniente Blanco”, ya que en toda historia debe aparecer un malvado y aquí ello sucede sabiendo reclamar para sí la comprensión de gran parte del público, incluso la simpatía. Daniel Rovalher brinda su piel a la recreación del “Teatro”, algo muy complejo, debido a las particulares expectativas, e imágenes, proyectadas sobre ello por cada espectador en su propia mente; mientras un divertido y acertado Miguel Magdalena, como Comedio, vence en su disputa frente a un “Tragedio” un punto menos convincente.
Los diálogos son sorprendentes y divertidos, y bien haría cualquier espectador en no abstraerse y perderse nada de lo que en ellos se incluye, con especial mención a la fase en que se repasa las características de lo que fue la añorada España, ya desparecida en 2039, y el relato de la historia del Teatro desde la época clásica, recorriendo el teatro francés en su apogeo del siglo XVII, al inglés con su esplendor del Renacimiento al Barroco, con parada y fonda en el teatro español cuya historia, según el texto afirma, con acierto, se extiende desde el «Big Bang” a la actualidad, momentos antes que desde la escena se afirme: ¡Teatro español, español, español!, tras enumerar a Lope, Tirso, Moreto y Cervantes; Rojas y Alarcón; sor Juana y Calderón; Valle-Inclán, Lorca, Zorrilla, Mayorga; Nieva y Arrabal.
“¿Qué es un regidor? …¡nadie lo sabe, nadie lo ha visto nunca, pero si alguna cosa va mal, él tiene toda la culpa!”
La música, como es habitual en los espectáculos de “Ron Lalá”, tiene un lugar destacado, con canciones cuyo texto marida perfectamente con la trama creada por Álvaro Tato, aliñada con unos ritmos bien elegidos, destacando el momento en el que los cinco actores participantes en el espectáculo, guitarra en mano, bajan del escenario, acercándose a los espectadores, o “mirantes” (según el argot utilizado por las autoridades de “Ciudad Tierra”) ganándonos con su simpatía y, desde luego, con su arte.
¿Suicido o asesinato?…el Teatro se enfrenta a sí mismo, cara a cara con un espejo, descubriendo el rostro de su más acérrimo enemigo: el poder.
“¡Pedirá la Tierra entera que el Teatro no se muera!”
“Noir” y “El Teniente Blanco” caen en la cuenta que ellos son unos personajes, y que en la función de mañana volverán a repetir los mismos diálogos de hoy, frente a otros “mirantes”, que al salir del teatro volverán a sus cotidianidades del año 2019, no sin antes participar de la invitación de todo el elenco y tararear a ritmo de rock: “somos la sombra del sueño de nuestra ficción/ hasta que un día la vida nos baja el telón/ seremos humanos que vamos del hoy al ayer/ para vivir y morir …y después renacer…”
Crimen y telón …talento mediante.