Bengala, critica teatral
07 Oct 2021
La fuerza dramática del boxeo siempre encontró en el cine un medio en el que expresarse de forma magnífica, compartiendo historias intercambiables entre el espacio marcado por las doce cuerdas que circundan el cuadrilátero de un ring y el campo abierto de la vida …¡de cualquier vida!. Títulos como “Toro salvaje” en 1980, “Requiem por un campeón” (1962), “Más dura será la caída” (1956), “El ídolo de barro” (1949), “The boxer” (1997), “Million Dollar Baby” (2004), “Nadie puede vencerme” (1949), “Cinderella Man” (2005), «Cuando éramos reyes” (1996), «Huracán Carter» (1999) o “Rocky” (1976), forman parte del imaginario colectivo, donde se repite, una y otra vez, la historia del joven que logra el éxito demasiado rápido como para asimilarlo, justo un minuto antes de emprender el descenso a los infiernos, aferrado a sus sueños al principio y al final.
En sus orígenes el boxeo comenzó siendo un deporte de esclavos, quienes a través del éxito en él, buscaban conseguir la libertad, pero su popularidad hizo que incluso los nobles, especialmente en el Reino Unido alrededor del siglo XIX y comienzos del XX, lo incluyeran entre sus aficiones, con un estatus similar a la esgrima, haciendo alarde de la agilidad en el movimiento de pies.
“Había otro campeón …y yo no aparecía ni ‘rankeado”
Hace pocos años, exactamente en 2008, José Manuel Cavestany escribió la obra teatral “Urtain”, premiada con el Premio Max al mejor autor, coproducida por el Centro Dramático Nacional y ‘Animalario’, basada en el icónico personaje que fue el boxeador José Manuel Urtain, emblema de una época en España de la que también fueron parte otros pugilistas como Pedro Carrasco, José Legrá o ‘Perico’ Fernández.
Esa fuerza narrativa que siempre tuvieron las historias relacionadas con el boxeo, es eficazmente utilizada por la dramaturgia de Alfredo Megna, con la dirección de Adrián Navarro, para construir un texto que interpreta, como actor, el boxeador Sergio «Maravilla» Martínez, ex-campeón del mundo de peso medio, pero lo que se presenta ante el público tiene toda la verdad de lo auténtico, sin trampa, ni cartón, incluso en sus imperfecciones, como toda obra humana.
“Aguantar, aguantar …¡la vida es aguantar!”
Se trata de una pelea contra sí mismo, contra sus aciertos y sus fracasos, cara a cara con sus sueños y sus desengaños, en un combate de boxeo a doce asaltos en forma de monólogo, en la que el personaje de ‘Bengala’ Gómez se enfrenta al final de su carrera.
“Maravilla” Martínez recrea hasta siete personajes: la ‘Vannesa’, su mujer, que a pesar del amor que siente por ella no escapa a su violencia machista; ‘Paco’ su cercano entrenador que no le evitará su último gran dolor; el ‘Pollo’ su amigo de farras, juergas y pendencias; el doctor; el juez árbitro; su madre, recreada con gran sentimiento, emoción y sensibilidad; además de, por supuesto, a ‘Bengala’, apodo elegido como alegoría de sus movimientos de pies, como si de uno de esos artificios luminosos se tratara.
“Mi madre de tanto hacer ‘manicura’ …aprendió a leer el futuro”
La escenografía diseñada por Martina Petersen es totalmente asceta, concitando la atención del público los guantes pugilisticos, puestos al lado de una banqueta de las utilizadas en los rincones del ring. La iluminación de Juan Seade y Raquel Moreno Puche concita un gran protagonismo, componiendo bellas imágenes jugando con la luz y las sombras, proyectadas con eficacia sobre el trabajado cuerpo del púgil.
Facundo Quiroga, interpretando música en directo, acompaña el quehacer del protagonista del monólogo, poniendo el énfasis oportuno en cada momento, lo cual acentúa la carga dramática.
“La tentación es más grande que la lealtad”
La recreación del combate, donde “Maravilla” Martínez pone toda su energía y su saber boxístico, hace que, realmente, acudamos a esa lucha entre un boxeador en el final de su carrera deportiva contra sí mismo por encima del joven rival con el que pelea esa noche, encontrando los momentos justos para que “Bengala” Gómez nos hable de su pasado, de su presente y de su futuro, en una historia que ocupa los setenta y cinco minutos de duración de un espectáculo que funciona adecuadamente desde su planteamiento al desenlace.
Hasta final de octubre, todos los viernes, en Teatros Luchana.