Aristócratas conversos, crítica teatral
10 Ago 2023
Cuando los efectos de la canícula se apoderan de las calles de la ciudad, afloran algunas propuestas teatrales calificadas como refrescantes, más allá del aire acondicionado con el que cuentan en las salas donde se representan, que prometen combatir los radicales efectos del verano a base de risas y carcajadas. Algo que forma parte de la raigambre escénica que en tiempos pasados hacia reprogramar cada verano ‘La venganza de don Mendo‘ o cualquier otra comedia de Pedro Muñoz Seca, de Miguel Mihura (‘Tres sombreros de copa’, ‘El caso de la mujer asesinadita’, etc.) o de Enrique Jardiel Poncela (‘Usted tiene ojos de mujer fatal’), cuya estela, en esta temporada, ha querido seguir la propuesta ‘Aristócratas conversos‘, escrita, en verso, por José Andrés López de la Rica, con producción de ‘Corta el cable rojo’, poniendo énfasis en el estrambote y cumpliendo con lo que siempre se ha entendido como una ‘astracanada’, peculiar género teatral de gran éxito comercial en España a partir de los años 40’s del siglo XX.
“Hija mía, yo no te riño, pero ésto no es un oficio”
López de la Rica utiliza la sátira para acercarse a unos nobles aristócratas venidos a menos, que lo subliminan todo a mantener las apariencias enrocados en un marquesado y unas formas ‘demodé’ de las que la propia producción no logra evadirse, con una escenografía que recurre al fundido a negro en cada uno de los cambios de decorado que se realizan, demasiado lentos en todo caso.
“Ya para no gastar, fumo con la pipa apagada”
La pareja del medroso y achantado marqués (Carlos Chamarro –El secreto-), y su nada terrenal cónyuge (Yolanda Vega), naturalmente también marquesa, viven poco menos que colgados en el alambre y ante la afición a la pintura que ha desarrollado su hija (Mireia Zalve –El abanico de lady Windermere), plantean vender algunas de sus obras a su acérrimo enemigo, el duque (Jesús Cabrero), como si grandes piezas fueran, dando paso a una trama excesivamente previsible que no llega a sorprender. Lo mejor en todo caso corre a cuenta de Juan Carlos Martín, a pesar de que se le induce a leer dos cartas sobre la escena en recurso que no aporta nada, quien, no obstante, luce en su representación del mayordomo, especialmente en la primera escena, cuando describe la situación de inicio, y de Álvaro Larrán en el personaje dotado de más sentido común, el del hijo.
“Descendemos de la nobleza. No podemos trabajar.”
Comedia ligera, que busca agradar y generar alguna sonrisa, evitando cualquier carga de crítica, o ironía, social, programada en el Teatro Fígaro. Busca la amabilidad, comienza original y finaliza siendo excesivamente previsible. Astracanada que no conseguirá el numero de reprogramaciones veraniegas acreditadas por ‘La venganza de don Mendo’. En pocas semanas comenzará la temporada teatral 2023/2024.
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