Arder y no quemarse, crítica teatral
30 Oct 2023
Celebrar un 440º aniversario solo está al alcance de algo muy especial, y a fé cierta que ser la sala teatral más antigua de Europa con programación interrumpida desde 1583, primero como Corral de Comedias y después como Coliseo del Príncipe, hasta tomar su denominación actual como Teatro Español, de Madrid, es un hito, que no es que obligue a celebrar esta efeméride sin esperar al ‘Quincentenario‘, sino que merecería celebrarse cada año. Solo pensar en los actores, directores, técnicos, dramaturgos y obras que han pasado por su longeva historia, emociona y pone los pelos de punta. ‘Es una alegría que estés aquí, que hayas estado aquí, que estés aquí: 40º24’53”N 3º42’00”O. Ahora. Antes. Después. Siempre. Aquí‘.
“El tiempo es ahora. Antes. Después.”
Acierto es, sin duda, programar el primer espectáculo de la temporada 2023/2024 en el Teatro Español para celebrar esta conmemoración, y hacerlo desde la visión de la contemporaneidad escénica, suma doble premio.
José Padilla (RUN [Jamás caer vivos], Perra vida) y Grumelot (Delicuescente Eva) firman una dramaturgia que pone el foco en las peripecias vividas alrededor del edificio que ha ido acogiendo la historia de este mítico lugar, en cuyo subsuelo corren caudales de agua que han complicado su asentamiento a lo largo de los tiempos, siendo también sacudido por incendios como el que en 1975 sirve para poner inicio a la trama con referencias a personajes históricos dentro de los técnicos que han aportado lo mejor de su saber hacer y entender, al mundo de la escena teatral en ese espacio, como lo fueron los hermanos Burgos, Pepe, apuntador, y Emilio como escenógrafo y figurinista, reconocido con el Premio Nacional de Teatro en 1989, además de ‘Chapete’ (Eduardo de Lalama Valentín) afamado regidor de escena, distinguido con la Medalla de Plata al Mérito en las Bellas Artes en 1993, referencia a cuyos nombres me resultó especialmente emotiva al haber sido compañeros de mi padre entre esas bambalinas.
“Agua en el fuego. Fuego en el agua”
Las diferentes aproximaciones que se realizan a diversos momentos históricos, no exactamente ordenadas por el eje tiempo, no logran un resultado uniforme. Se intentan muchas cosas, unas más acertadas y otras no tanto; entre las primeras destacamos la recreación de la conversación, a telón bajado, entre Margarita Xirgu (Carlota Gaviño) y Cipriano Rivas Cherif, (Mariano Estudillo) confrontando sus personales puntos de vista en relación a la programación a realizar al frente del Teatro Español, argumentando el director que ‘el público es timorato, Margarita. Los teatros están contaminados por la rutina de los empresarios, se adocenan de error en error‘, como vemos hay cosas que no han cambiado demasiado alrededor del hecho teatral. Entre las segundas se hace algo reiterativa la escena en la que se representa la casi inacabable serie de vericuetos y gestiones administrativas, en el seno de las juntas de gobierno del Ayuntamiento de Madrid, sobre las obras a realizar en el edifico de la calle del Príncipe, y las diversas ocasiones en que estuvo a punto de clausurarse. Episodio al que se une el intento de juego metateatral de una alerta de incendios sonando en la propia representación, el cual no cuaja.
“Eduardo… Chapete. ¡’Chape’ lo llaman! ¿Pero qué edad tendrá? …¡Es un niño! 12, 15 años…”
En un palco cercano a nuestra ubicación en el patio de butacas, pudimos reconocer a un conocido personaje público, para quien la fiesta barroca que puso fin a la primera parte del espectáculo, bajo las notas de ‘Paquito El Chocolatero’, supuso la desconexión definitiva respecto a la propuesta, abandonando la sala, sin ser el único en hacerlo, pero lo rupturista y transgresor tiene esas implicaciones, lo cual no resta ni un ápice a lo loable del intento, como la invitación realizada al público para que acompañen al elenco en la fiesta.
“Rostro neoclásico. Espíritu barroco.”
Más previsible era que personajes como Federico García Lorca, Jacinto Benavente, Benito Pérez Galdós, Fernández de Moratín, Ramón María del Valle-Inclán o María Guerrero fueran invitados a ser parte del homenaje y se hicieren presentes en escena, igual que lo hacen Isidoro Máiquez y Jerónima de Burgos, además de los ya mencionados Rivas Cherif y Margarita Xirgu, echándose de menos la referencia a alguna figura española posterior a la década de los años 40’s del siglo XX.
“No todo consiste en hacer buenas obras. Hay que dejar de hacer las malas.”
El espacio del Teatro Español es ocupado en toda su extensión, y ello no es una afirmación baladí, pues más allá del espacio escénico, la platea es utilizada para interaccionar con el público, como cuando en la parte final, Carlota Gaviño, revestida de maestra de ceremonias, preguntará a alguno de los espectadores cuál fue su primer recuerdo de una obra teatral presenciada en el teatro de la calle del Príncipe. Pero la acción también llegará a los palcos e incluso a la peluquería que durante tantos años gestionó Antoñita, viuda Ruiz (1925), a quien se hace extensivo el homenaje al teatro en el que trabajó hasta cumplidos sus 94 años de edad.
“¡Usted es monárquico!. Sí, pero no soy imbécil”
Elisa Sanz diseña una ágil escenografía que da cumplida acogida a cada uno de los espacios que eligen recrear, a través de su dramaturgia, José Padilla y Grumelot, contando con una acertada iluminación de Álvaro Guisado y el adecuado movimiento escénico y coreografía con diseño de José Juan Rodríguez. Convincentes aportaciones de Jorge Vila en el videomapping y ‘La dalia negra’ en los audiovisuales, Igone Teso en vestuario, José Pablo Polo en espacio sonoro y Pepe Hannan en coordinación musical y asesoría de canto.
“Prefiero pensar en el tiempo no como algo que nos pasa sin más, sino como la oportunidad”
Íñigo Rodriguez-Claro (La voluntad de creer, El disfraz, las cartas y la suerte, Delicuescente Eva, Todo el tiempo del mundo) acierta al optar por presentar el espectáculo bajo un prisma juguetón y desenfadado, mostrándolo como una fiesta, a veces, de ritmo irregular, en el que intenta exponer el teatro en sí y todo lo que sucede en él, a través de una visión circular, en la que el espectador no está frente a lo que ocurre en la escena, sino que todo lo que sucede sea a su alrededor. En la parte final prende la sensación de costar llegar el desenlace, quizás porque los propios actores y sus personajes se anclan a esas históricas tablas.
Un dinámico, proactivo y versatil elenco compuesto, por orden alfabético, por Bentor Albelo, Pablo Chaves (Cucaracha con paisaje de fondo, Yo soy Pepe Postigo), Marc Domingo Carulla, Mariano Estudillo (El disfraz, las cartas y la suerte, La señora y la criada, La vida es sueño, El desdén con el desdén, En otro reino extraño), María Gálvez (La cabeza del dragón), Carlota Gaviño (La voluntad de creer, Delicuescente Eva, Las canciones, Todo el tiempo del mundo, Bodas de sangre), Pepe Hannan, Javier Lara (Fundamentalmente fantasías para la resistencia, El pato salvaje, Delicuescente Eva, Sueños y visiones de Rodrigo Rato, La ternura), Cristina Martínez Gutiérrez y Mikele Urroz Zabalza (La voluntad de creer, Todo el tiempo del mundo), interpretan a todos los personajes a quienes se invita a la fiesta de aniversario del Teatro Español, siendo también ellos ya parte de la historia de tan mítico lugar para la escena teatral española, europea y mundial.
“Fuí sobre agua edificada/o. Mis muros de fuego son. Renazco cada noche”
Pertinente este homenaje y muy bien traído el título ‘Arder y no quemarse‘, ‘Agua en el fuego. Fuego en el agua’…”Fuí sobre agua edificada/o. Mis muros de fuego son. Renazco cada noche‘, pues mérito tiene sufrir las peripecias que se detallan (no solo las físicas) y otras miles de tantas, para seguir dando luz al paso del tiempo, rememorando a Jorge Luis Borges: ‘El tiempo es la sustancia de que estoy hecho./ El tiempo es un rio que me arrebata, pero yo soy el rio;/ es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre;/ es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.’
“Eramos la herencia de estas personas. Somos la herencia de estas personas”
Tanto quienes participan en este montaje, así como quienes disfrutamos de él desde la platea, somos herederos del magno y singular patrimonio construido en torno al Teatro Español, disfrutemos de ello antes, ahora y después; ayer, hoy y siempre. “Eramos la herencia de estas personas. Somos la herencia de estas personas”.
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