Anfitrión, crítica teatral
11 Ago 2020
Siempre es algo especial volver a dirigir nuestros pasos a esas piedras milenarias sobre las que hace más de XXI siglos ya se realizaban representaciones teatrales en la joya arquitectónica, cultural e histórica de lo que un día fue “Augusta Emérita”: El Teatro Romano de Mérida …y éste especial año, marcado por el Coronavirus Covid-19 no ha sido una excepción en tan evocadora peregrinación.
Estremece pensar los ecos recogidos entre esas columnas, a base de textos de los más grandes autores, verbalizados por actores y actrices más o menos célebres, cumpliéndose el silogismo de que todos quienes fueron historia del teatro declamaron en ese escenario, frente a esa ‘cavea’ repleta de público.
“No soporto a los que tratan igual al hombre de mérito que al tonto”
La noche calurosísima del 29 de julio se estrenó la segunda propuesta teatral, de las cinco que componen el formato reducido de ésta 66ª edición del Festival Internacional de Teatro de Mérida 2020, y el sugerente paseo que supone acceder desde el ‘Parodoi’ de techo abovedado, tras cumplir con el rito de saludar a Margarita Xirgu a través de su estatua, finalizó contemplando la escenografía elegida para Anfitrión por Curt Allen Wilmer, no tan acertado como en otras ocasiones (Naufragios de Álvar Núñez, Lehman Trilogy, La cocina, etc…), ubicando la trama creada por Plauto, reescrita por Molière en el siglo XVII, en el espacio de un circo, por muy Olimpo que lleve como nombre, algo destartalado y con su espacio acotado por vallas similares a las de una obra en las calles de nuestra contemporaneidad.
«Yo soy un solo yo»
En la comedia clásica los dioses Júpiter y Mercurio (éste hijo de aquel) toman el aspecto físico de Anfitrión y su sirviente Sosias, mientras el general tebano dirigía a sus tropas frente a los teléboas, para hacerse pasar por él y seducir a su esposa Alcmena, en un juego argumental que Molière utilizó para construir una ácida crítica dirigida a Luis XIV con la diana puesta en sus conocidos, e incontables, devaneos amorosos, como el Júpiter descrito por Plauto, que el propio ‘Rey Sol’ tuvo que contemplar en directo en el Jardín de las Tullerías.
En la adaptación de Juan Carlos Rubio que se nos presenta en esta ocasión, dirigida por él mismo, Anfitrión viste de general, aún con ropas modernas, que incluyen gorra de plato y casaca, y vuelve de la guerra descrita por Plauto, pero lo hace a su casa, en una barraca de circo, componiendo un artificio que no termina de funcionar, sin que logremos reconocer en su puesta en escena la referencia que se hace en el programa de mano a las redes sociales y al victimismo de nuestra sociedad a la imagen y semejanza. El objetivo se anunciaba interesante, el resultado no.
“La inmortalidad no aporta esa excitante necesidad de lo perecedero”
La propuesta termina convertida en un vodevil, sometida a buscar la risa y complicidad del público entre los ‘tics’ de los conocidos actores que forman el elenco, destacando la prestación de Paco Tous y la implicación de Dani Muriel, sin conseguir rescatar, a pesar de su esfuerzo, el destino de una obra planteada para el consumo mas comercial; junto a ellos completan el reparto Toni Acosta, Fele Martinez, María Ordoñez y Pepón Nieto, también coproductor del espectáculo a través de la sociedad Mixtolobo.
Un Anfitrión con poca ambición, que se sitúa por debajo de la expectativa de un espectáculo incluido en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Merida y de la sede que lo acoge, el Teatro Romano. No se trata de que se prefieran tragedias por encima de las comedias, ya que seguimos recordando el Pluto de Aristófanes, con la inclusión de acertados números musicales contemporáneos, estupendamente dirigido por Magüi Mira; sino que la calidad del conjunto supere unos estándares mínimos que en esta ocasión no se han alcanzado.
“Prefiero un vicio silencioso, que una virtud gritona”
Para finalizar dejaremos constancia que se echó de menos algunas medidas de seguridad relativas al Covid-19, como la falta de tomar temperatura a los espectadores al entrar, tal como sí se ha hecho en otros festivales teatrales de este verano, así como en ciertas salas de teatro.
Muy acertadas tus palabras. Un espectáculo del que esperas un poco más en todos los sentidos. La majestuosidad del Teatro Romano, merece ser cuidadosos en los detalles de la puesta en escena y la elección de las obras a representar.
No obstante, es un placer volver cada año y pisar esas piedras milenarias.
Muchas gracias, Carmen, por tu comentario y participación en http://wwww.traslamascara.com al hilo de la crítica teatral publicada sobre la obra «Anfitrión» dentro de la 66ª edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida, efectivamente la propuesta no llegó a los estándares que exige ni ese escenario, ni el Festival, lo cual es doblemente lamentable en una ocasión con un programa de espectáculos tan reducido como el de esta temporada 2020. Besos.
La vi ayer en El Espinar, suelo ser fácil de satisfacer con las obras en general, siempre encuentro algún aspecto positivo como poco, pero en este caso el aburrimiento fue absoluto, no la recomiendo.
Muchas gracias, Alfredo, por su participación y comentario en https://www.traslamascara.com al hilo de la crítica teatral publicada respecto al espectáculo «Anfitrión». Coincido con su apreciación, tal reflejamos en nuestra reseña, de que no se trata de una propuesta redonda. Esperamos seguir contando con sus visitas en nuestra web y realizando aportaciones como ha hecho usted hoy. Saludos.