De viaje con Gardel (4)

19 Sep 2017

La primavera había llegado con mucho calor a “el once”, el barrio judío de Buenos Aires, y el sol se había adueñado de sus activas, y abigarradas, calles donde comerciantes procedente de todas las provincias argentinas que llegaban hasta sus tiendas dedicadas a ventas “al mayor” para proveer sus negocios ubicados más allá de los límites de la urbe porteña.

«El once» despertaba a la primavera.

Cuatro “cuadras” por debajo de “El café de los angelitos”, localicé la calle Castelli, en su cruce con Avenida Ribadavia y, exactamente, en el lugar que me indicó el “Diamante”, encontré mi objetivo.

“Has nacido en una cuna
de malevos, calaveras,
de vivillos y otras yerbas,
sin embargo quien diría
que en el circo de la vida
siempre fuiste un gran chabón.
Entre la gente del hampa no has tenido performance
porque baten los pipiolos,
se ha corrido la polilla
y han junto que sos un gran batidor.”

Entre pilas acumuladas de pantalones vaqueros, telas, sábanas y hatillos de tejidos de todo tipo, en un pequeño local, un estrecho camino libre llevaba a una joven, sentada sobre un fardo de ropa, a la que parecían estar esperando un grupo de personas, formado por dos mujeres indigenas procedentes de algún país del norte de Sudamérica y un hombre con rasgos hindúes, los cuales no cruzaban palabra alguna entre sí, aún sin perder detalle, los unos de los otros, de los pequeños trapicheos que allí se “ajustaban”, esperé pacientemente y al llegar mi turno, y al acceder hasta ella, me recibió entre sorprendida e inquieta: “¿quien “sos” vos?”, “¿que querés?”…¡no te conozco! …”¡no serás de la cana!”.

En la calle Castelli encontré mi objetivo.

La tranquilicé, la expliqué el motivo de mi visita, dándole razones y referencias, le hablé de Lita, de Leonardo, de aquel pueblo de pescadores de la costa gallega, de sueños, de éxitos, también de fracasos …y de desapariciones. La pregunté por su madre.

…continuará…