Los nuestros, crítica teatral

15 Abr 2025

El muy versátil espacio de la Sala Grande del Teatro Valle-Inclán, una de las sedes del Centro Dramático Nacional, ha acogido la propuesta en la que Lucía Carballal ha puesto en el foco a ‘Los nuestros’. Esos seres distintos para cada uno de nosotros, que a todos nos marcan. Nos gustarán más o menos, estaremos, seguramente, menos, que más, de acuerdo; los desearíamos diferentes, quizás más a nuestra imagen y semejanza, pero son ‘Los nuestros’, nos permitimos criticarlos, anhelarlos diferentes, pero los defenderemos, siempre, a capa y espada, ante cualquier injerencia exterior. Sí, son mejorables, seguramente muy perfectibles, pero son ‘Los nuestros’.

“Va a haber un silencio en algún momento”

Los nuestros, crítica teatral

Nada más acomodarnos en las butacas, nuestra atención es captada por un gran tótem sobre el espacio escénico, que aglutina mil elementos diferentes, que simbolizan ‘Lo nuestro’. ‘Los nuestros’ son nuestra familia y ese amasijo de cosas, representa ‘Lo nuestro’, nuestras posesiones. Pablo Chaves acierta, una vez más, con el concepto que a través de su escenografía nos quiere trasladar y sugerir.

“El dolor llega sin avisar”

La matriarca familiar, ‘Dinorah’ ha fallecido, su hija, y nueva lideresa familiar, ‘Reina’; concita a todo su núcleo cercano para cumplir, durante siete días, con elAvelut’ (luto judio), durante los cuales los conflictos familiares brotan y quedan expuestos. Allí están ‘Pablo’, el hijo de ‘Reina’, que quiere dejar atrás su vida de dramaturgo sin éxito en Madrid, para dedicarse a observar un roble centenario en una apartada vivienda de la campiña inglesa, en Bristol, envejeciendo al lado de ‘Marina’, aunque ello también será reconsiderado en el estrecho margen temporal de esos siete días familiares. ‘Esther’, hermana de ‘Reina’, tan ocupada en su ‘buenrollismo’ existencial, como en complacer a sus niños (ballet, aficiones, etc…) y a su nueva pareja, el filósofo ‘Mauro‘. Los niños y ‘Tamar’, una prima que termina por tener una presencia mucho menos alegórica de lo que podría parecer y es que siempre hay un pasado que podría haber devenido en un diferente presente.

Los nuestros, crítica teatral

“Poco a poco, dónde no había nada, empezó algo…”

La elección de que la familia que protagoniza la trama sea judía no tiene una relación directa con lo que se plantea, que podría haber sido igual al utilizar cualquier otra creencia religiosa, tampoco cambia el hecho de que sean sefardíes, hayan vivido en Tánger o lo hayan hecho en Madrid. El artefacto que Lucía Carballal construye con su dramaturgia tiene que ver con lo que se editorializa en el títuloLos nuestros’, y eso va más allá de matices religiosos, políticos o sociales. El texto original construido merece un sincero reconocimiento, por más que en su parte final pueda sobrar, especialmente, la reflexión que realiza el personaje de ‘Pablo’, a nuestro criterio innecesaria. El énfasis, y el acento, estaba ya realizado y de manera muy acertada.

“Tú sabes que ya no hay nada en Tánger”

La acertada escenografía diseñada por Pablo Chaves, cuenta con las adecuadas aportaciones de Pilar Valdelvira en iluminación, Sandra Espinosa en vestuario, Irene Novoa en composición musical, Benigno Moreno en sonido y Belén Martí Lluch en movimiento.

“¿Podrías recordarme por qué queremos tener un hijo?”

Los nuestros, crítica teatral

Entre las interpretaciones destacan, de manera especial, los cara a cara entre los personajes de ‘Reina’, estupendamente recreado por Mona Martínez (Queen Lear, Alguien voló sobre el nido del cuco, Las Bárbaras, La casa de Bernarda Alba), con un encantador cinismo que adorna su personaje, y ‘Pablo’, su hijo, al que Miki Esparbé (Traición, Smoking room) dota de una sufriente aceptación de su propia frustración; los encontronazos entre ambos son fogonazos que acreditan su mutua capacidad actoral. Junto a ellos Marina Fantini (La voluntad de creer), como ‘Tamar’, destaca en un conseguido ‘solo’ que protagoniza minutos antes del desenlace, completando el elenco la fiabilidad habitual de Manuela Paso (Vania x Vania, EquusDoña Rosita, anotada, El hombre almohada, Top girls, La noche de las tríbadasAntígona), como ‘Esther’, junto a Ana Polvorosa (Juana de Arco), como ‘Marina’, Gon Ramos (‘Mauro’) y los niños Alba Fernández Vargas/ Vera Fernández Vargas, y Asier Heras Toledano/ Sergio Marañón Raigal.

“Un árbol que ha sido arrancado, puede volver a crecer en cualquier parte…”

Gran trabajo de Lucía Carballal con su dramaturgia en esta pieza, que supone el principal punto de interés, por lo demás bien interpretada, bien expuesta ante el público y con un adecuado ritmo narrativo. Interesante propuesta teatral.

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