Historia de una escalera, crítica teatral
en Teatro
11 Feb 2025
Tener una propia, y particular, seña de identidad es algo que solo algunos creadores alcanzan. Si lo anterior se logra cercano a la contemporaneidad, el ripio es aún mayor, pues el paso del tiempo, para las obras que acumulan algún siglo sobre ellas, o dos o tres; la pátina es, aún, más notable.
“Nadie hace nada por nadie”
Antonio Buero Vallejo (1916-2000), es uno de esos dramaturgos españoles cuya obra tiene unas características que hacen sus piezas reconocibles. La crudeza con la que se enfrenta a las tramas que describe, su infinita búsqueda de la felicidad en sus personajes, aún con una gran resignación, entre mística y asceta, por lo demás perfectamente descritos, por más condicionantes a los que se enfrenten, en forma de limitaciones, falta de libertad, miseria, en las tragedias personales que describe dentro de la catástrofe colectiva social con la que su acertada prosa sorteaba los perfiles de la censura imperante en su periodo creativo. Decir sin decir. Describir de forma, aparentemente, apolítica. Hablar del presente a través de aproximaciones al pasado. Buero consigue hacer arte desde una crudeza descarnada.
“Lo más fácil, dentro de diez años, es que sigamos subiendo esta escalera”
La obra más reconocida del Premio Cervantes en 1986, Premio Lope de Vega en 1949 y antes de todo ello preso político, condenado a muerte, cuya pena le fue conmutada por prisión durante treinta años, que le llevó a recorrer diversas cárceles (Conde de Toreno, Yeserias, El Dueso, Santa Rita, Ocaña…) hasta que en 1946 quedó en libertad condicional, aunque desterrado de Madrid; ‘Historia de una escalera‘ vuelve al Teatro Español, donde se estrenó el 14 de diciembre de 1949, efemérides de la que se acaban de cumplir 75 años y esta programación es muy oportuna, además de un acierto.
“Juan y yo nos acostamos a oscuras …A nuestra edad y para lo que hay que ver…”
Helena Pimenta dirige esta propuesta, con un respeto absoluto al texto y planteamiento de Antonio Buero Vallejo, introduciendo, únicamente, dos pequeñas libertades creativas que suman en el resultado global de la pieza, por una parte sorprende en el inicio con un acertado prólogo musical en el que todos los personajes, interpretados por un amplio elenco de veinte intérpretes, se dejan ver ante el público, en coreografía que ocupa toda la escenografía, que se ubica en la escalera de vecinos del edificio descrito por Buero, cuyas escenas recorren el día a día de sus habitantes en tres momentos concretos: 1919, 1929 y 1949. El otro guiño creativo aportado por Pimenta es un interludio en el que hace presente los efectos de la Guerra Civil, entre las escenas de 1929 y 1949.
“Nunca me has querido, te casaste conmigo por el dinero de papá…”
La dramaturgia de Buero hace que las paredes de un mismo edificio, en uso como casa de vecinos, acojan las peripecias y vicisitudes de las diferentes generaciones familiares a lo largo de los periodos enmarcados en las tres épocas identificadas por los años indicados, pero el verdadero protagonista no es un determinado personaje, sino el paso del tiempo, esa magnitud temporal que pone al hijo/a ante las mismas situaciones por las que pasó su padre/madre; ese descubrir, ante el espejo en un determinado día, el mismo rasgo de tu predecesor, o ser consciente de las manías que antes identificabas en otro y ahora te ocupan, alcanzando, incluso, rasgos de conducta edificantes …y, también, otros que no lo son tanto. Todo ello lo logra el autor, al describir la cotidianidad de los encuentros y relaciones de esos vecinos en esa escalera, sus rellanos y recovecos, trufadas por la miseria, la escasez de recursos, la falta de perspectivas de futuro, el frio, la carencia de confort y, por supuesto, también la mezquindad a la que llevan la penuria y la ruindad.
“Ya ves, hemos venido a fracasar de igual manera…”
José Tomé y Marcos Carazo son los diseñadores de una escenografía fija que recrea de forma realista, y absolutamente creíble, la escalera de la casa de vecinos, contando con la acertada prestación de José Manuel Guerra en la iluminación, sabiendo jugar con las sombras. Adecuadas aportaciones de Gabriela Salaverri en el vestuario, Nuria Castejón en movimiento y Moisés Echevarría en caracterización.
“Ésto no tiene arreglo, es cosa de la edad …y de las desilusiones”
Marta Poveda (Macbeth, El idiota, La dama duende, Pingüinas), como ‘Carmina’, y David Luque (Luces de bohemia, Los gatos mueren como las personas, La vida es sueño, Nekrassov, Vano fantasma de niebla y luz), como ‘Fernando’, encabezan un extenso elenco compuesto por Puchi Lagarde (Luces de bohemia) como ‘Paca‘, alternándose con Gloria Múñoz, David Bueno (El médico de su honra) como ‘cobrador de la luz‘ y ‘señor bien vestido‘, Juana Cordero (‘Generosa‘), Gabriela Flores (La madre de Frankenstein, Hombre por necesidad, La casa de los espíritus, Troyanas) como ‘Elvira’, Luisa Martínez Pazos (‘Doña Asunción’), Mariano Llorente (Luces de bohemia, Tres sombreros de copa) como ‘Don Manuel’, Concha Delgado (La asamblea de las mujeres) como ‘Trini’, Agus Ruiz (La tabernera del puerto, Macbeth, El concierto de San Ovidio) como ‘Urbano’, Carmen del Valle (‘Rosa’), José Luis Alcobendas (Luces de bohemia, Los gatos mueren como las personas, Anfitriones, El vergonzoso en palacio, Nekrassov, El concierto de San Ovidio, Hedda Gabler) como ‘Pepe’, Javier Lago (‘Señor Juan’), Alejandro Sigüenza (Luces de bohemia, El enfermo imaginario) como ‘joven bien vestido’, Darío Ibarra, Eneko Haren y Nicolás Camacho, como ‘Manolín’ en cada uno de los diferentes años que transcurren en la trama, Andrea M. Santos (Luces de bohemia) como ‘Carmina, hija’ y Juan Carlos Mesonero (París, 1940) como ‘Fernando, hijo‘, con un destacado desempeño coral conjunto.
“Tenemos que ser más fuertes que nuestros padres, que se han dejado vencer por la vida…»
Obra de repertorio que es acertadamente programada en esta temporada por parte del Teatro Español, sobre una época reciente de nuestra historia, y sin embargo no tan conocida como debería. Espectacular resulta la forma en la que Antonio Buero Vallejo desliza su capacidad de crítica social para, a través de unos personajes, casi anónimos, describir la crudeza y fiereza de la realidad social de una época, antecedente de la sociedad de hoy, sabiendo permitir vislumbrar un pequeño agujero con un rayo de cielo azul y esperanza en el horizonte de los descendientes de los habitantes de esa casa de vecinos, y de todos nosotros, porque, a pesar de todo, las ilusiones perviven.
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