Todos pájaros, crítica teatral
en Teatro
06 Ene 2025
A veces, en ocasiones, los espectáculos teatrales quedan condicionados por un texto que, por si mismo, no funciona y a partir de ahí todo lo que se quiera hacer, dirección, puesta en escena, interpretaciones, etc… naufraga o termina muy condicionado, porque la esencia, es decir la historia, no sujeta lo que se representa sobre el escenario.
“Soy un escéptico que nunca ha creído en nada”
No es el caso de ‘Todos pájaros’, con dramaturgia de Wajdi Mouawad quien, como ya consiguió con trabajos anteriores como la celebrada ’Incendios‘, construye una trama más que interesante que trufa algunos aspectos del shakespeariano ‘Romeo y Julieta‘, entre querellas y disputas de ‘Capuletos’ y ‘Montescos’; con referencias al mito clásico de ‘Edipo‘, en relato de Sófocles; enmarcado todo ello en la dolorosa realidad del conflicto árabe/israelí desatado con la ‘Resolución 181‘ de la ONU, votada el 29 de noviembre de 1947, estableciendo la partición de Palestina en un Estado judío, un Estado árabe y una zona bajo régimen internacional particular. Un único territorio y dos países, algo insostenible.
“No puedo entender que yo sea hijo de ese hombre”
En ‘Incendios’, Mouawad desarrolla la trama en el seno de una familia árabe, en esta ocasión es una familia israelí la que acoge la estructura de la historia.
“Cuando se ama, no se huye”
‘Eitan’ (Aleix Peña) y ‘Wahida’ (Candela Serrat) son dos jóvenes que, como tantos otros, se enamoran, en una historia particular que tiene Nueva York como escenario; él es de origen judío, ella de origen árabe. En un viaje común a Israel, ambos personajes se enfrentarán al pasado de sus linajes y estirpes.
“No necesito tu permiso para irme, ni para quedarme”
Wajdi Mouawad utiliza, con acierto, la leyenda persa del pájaro-anfibio, según la cual “Un pájaro joven emprende el vuelo por primera vez sobre un lago. Al ver los peces bajo el agua, se siente atraído por una inmensa curiosidad hacia estos animales sublimes, tan diferentes a él. Mientras se sumerge para unirse a ellos, una nube de pájaros, su tribu, inmediatamente lo alcanza y le advierte: «Nunca vayas con esas criaturas. No son de nuestro mundo, no somos del suyo. Si vas a su mundo, morirás; del mismo modo que ellas morirán si deciden venir con nosotros. Nuestro mundo las matará y su mundo te matará a ti. No estamos hechos para encontrarnos”.
“Estás tan sordo como ciego, no oyes nada, no ves nada”
«A medida que pasan los años, una profunda melancolía se apodera del pájaro, que observa a estos peces sin poder alcanzarlos. Un día en el que va al lago para admirarlos, el vértigo se apodera de él: “No puedo vivir así toda la vida, sin aquello que me emociona. Prefiero morir antes que vivir la vida que llevo”. Y se zambulle. Pero su amor por lo diferente es tan grande que, en el mismo instante en que se sumerge, le crecen branquias que le permiten respirar. Y en medio de los peces declara: “Soy yo, soy uno de los vuestros, soy el pájaro anfibio”.
«Ojo por ojo, diente por diente»
Una bella metáfora respecto a la identidad individual, frente a la impuesta por el colectivo; y la negación del otro, odio, ira y desprecio mediante; algo excesivamente frecuente en nuestra contemporaneidad y no solo en el marco del conflicto árabe-israelí.
“Ésto solo es amor disfrazado de desgracia”
Sin embargo, el desarrollo de la trama sobre la escena no termina funcionar, falla el ritmo narrativo impuesto por Mario Gas desde la dirección, sumado a algunas decisiones, como el exceso de parlamentos dirigidos al público, cuando su carga dramática requeriría que fueran recreados, cara a cara, entre sus intérpretes.
“Mi lugar está al otro lado de ese muro”
Una minimalista, y acertada, escenografía, de Sebastià Brosa acoge la trama, con un excesivo recurso a la videoescena diseñada por Álvaro Luna, que en su permanente presencia termina por fagocitar los matices dramáticos que las interpelaciones entre personajes deberían aportar. Adecuadas aportaciones de Antonio Belart en vestuario, Carla Belvis en iluminación y Orestes Gas en música original y audioescena. A destacar el trabajo de Coto Adánez en la traducción del texto original.
“Mil veces puta, antes que mora”
Esta gran producción se anunció con la presencia de Nuria Espert, quien, finalmente, no pudo participar de ella debido a problemas de salud, que deseamos supere a la mayor prontitud, pero Vicky Peña (La isla del aire, Solo yo escapé, Los secuestradores del lago Chiemsee, La tabernera del puerto, El largo viaje del día hacia la noche), quien le sustituyó en el papel de ‘Leah’, se desenvolvió con su buen hacer habitual, destacando, entre el elenco, la prestación de Candela Serrat (La isla del aire, Trigo sucio, Incendios, El loco de los balcones) convincente en su rol como ‘Wahida’. Junto a ellas un solvente elenco compuesto por Pere Ponce (El lector por horas, Los pazos de Ulloa, Voltaire – Rousseau, la disputa, Consentimiento) como ‘David’, Aleix Peña (El concierto de San Ovidio) como ‘Eitan’, Manuel de Blas (‘Edgar’), Anabel Moreno (Calígula) como ‘Norah’, Lucía Barrado (Valor, agravio y mujer, El concierto de San Ovidio‘, Incendios) como ‘Eden’, Juan Calot (Los secuestradores del lago Chiemsee, El ángel exterminador) como ‘Wazzan’ y ‘rabino’, Nuria García (El concierto de San Ovidio) como ‘enfermera’ y Pietro Olivera (‘médico’ y ‘camarero’).
“La verdad es un juego aterrador”
Obra de máxima actualidad, tanto por el enfoque del conflicto árabe-israelí en particular, como en el aspecto general al hablar de la negación del otro, poniendo el dogma en entredicho, incluso, para el mayor dogmático. Una conseguida paradoja.
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