Le congrès ne marche pas, crítica teatral

20 Oct 2024

Los mejores antecedentes alentaban unas muy altas expectativas para la producción del CDN, ‘Le congrès ne marche pas’, programada en el versátil espacio del Teatro Valle-Inclán, con una nueva creación de ‘La Calórica‘ tras éxitos recientes como ‘Las aves‘ o Fairfly‘, con el atractivo adicional de contar con la dramaturgia de Joan Yago autor de piezas tan notables como ‘Breve historia del ferrocarril español‘, ‘De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda?’ o la ya mencionada ‘Fairfly‘’.

“El primer ‘lobby‘ de la historia”

elenco

Y lo cierto es que todas esas expectativas parecen concretarse en los primeros minutos de la propuesta, cuidadísima desde el punto de vista visual, con una acertada escenografía de Bibiana Puigdefàbregas, ligera, pero capaz de representar los lujosos salones palaciegos vieneses de la Austria imperial de principios del Siglo XIX, bien conjugada con un detallado vestuario diseñado por Albert Pascual y el eficaz movimiento de la coreografía de Vero Cendoya, herramientas todas ellas que nos hacen viajar hasta la cumbre europea que auspició el ministro austriaco de Asuntos Exteriores, Klemens von Metternich, en 1814, tras la derrota, encarcelamiento y exilio de Napoleón en la isla de Elba; con la finalidad de repartirse el mundo conocido, lo cual no evitó la curiosa paradoja de que el idioma empleado en aquella cumbre y en la representación teatral que ahora se hace de ello, fuera y sea, el de los hipotéticos perdedores, es decir en francés.

“La paradoja de que la victoria tenga que celebrarse en el idioma de los vencidos”

Le congrès ne marche pas, crítica teatral

Adecuadas aportaciones de Rodrigo Ortega Portillo en iluminación, Guillem Rodríguez y David Solans en espacio sonoro, Anna Madaula en caracterización, que funcionan bajo la eficaz dirección de Israel Solà, quien acierta al imprimir el ritmo adecuado a la obra.

“Las revoluciones hay que pararlas antes de que empiecen”

Le congrès ne marche pas, crítica teatralfiestasEl planteamiento inicial y su forma de abordarlo es trepidante, y es ahí donde la propuesta se rebela como más conseguida. Pero la terrible paradoja, increíblemente real, de que una cumbre política convocada por las principales potencias del momento se extendiese durante nueve meses, con todo lo vinculado al mantenimiento del artificio social inherente a ello, con banquetes, fiestas, ‘affaires’ y excesos de todo tipo, orgías incluidas, no se concreta en alguna subtrama que sea capaz de mantener el interés del espectador más allá de la exposición de partida, sin conseguir hacer evolucionar tanto el argumento como los personajes que lo protagonizan, diluyéndose poco a poco.

El ‘Antiguo Régimen’ acabó con la ‘toma de la Bastilla

La resolución se vincula a establecer una paralelismo entre aquel Congreso de Viena (1814) y los valores ultraliberalesin crescendo’ en nuestro mundo contemporaneo en el último tiempo, para cuya máxima exposición se recurre, de nuevo (como hizo Andrés Lima en ‘Shock’) al personaje de Margaret Thatcher, en esta ocasión con referencias al discurso con el que pretendió defenderse de la moción de censura de la que fue objeto en 1990, excesivamente extenso para el marco temporal de esta pieza, antes de perderse en un guiño discotero y participativo, dirigido hacia la platea y los espectadores que la ocupan, que parte desde el escenario, que queda convertido en el remedo de una fiesta que poco, o nada, tiene que ver con el argumento inicial y su acertada reflexión.

“Lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer” (Antonio Gramsci)

Le congrès ne marche pas, crítica teatral

Ante nosotros se hacen visibles Metternich, convicentemente recreado por parte de Júlia Truyol, el zar Alejandro I por parte de Aitor Galisteo-Rocher, la evanescente Barbara von Krüdener a través de Tamara Ndong, la Princesa Catherine Bagration sobre la piel de Esther López, Lord Robert Castlereag por Marc Rius, la esposa del anterior, rol en el que se desdobla Roser Batalla, junto al de Margaret Thatcher; Carles Roig como Talleyrand, Joan Esteve como criado y Xavi Francés en el personaje más cómico de la pieza, encarnando a Pedro Gómez de Labrador, embajador de Fernando VII, por entonces Rey de España, solo superado en las sonrisas que consiguen los muñecos de trapo que recrean a otros personajes de la trama, como el propio Francisco II del Sacro Imperio Romano Germánico y I de Austria, a la sazón anfitrión oficial de la cumbre pero poco, o nada, participativo en los debates y las tomas de posición. Destacado resultado actoral conjunto de todo el elenco.

“La alternativa es ser de los que paran la fiesta y tiran la puerta abajo”

cartel

Un montaje muy interesante el coproducido por el Centro Dramático Nacional, La Calórica y Teatre Lliure, abordado con ironía y sarcasmo, para acercarnos a la realidad de unos hechos históricos ocurridos hace poco más de 200 años, pero cuyas formas de hacer o ‘modus operandise han repetido en otras ocasiones a lo largo del tiempo, tal como sucede en cada celebración de reuniones del G7, el FMI, Davos o el Club Bilderberg, por citar solo algunos ejemplos, donde se escenifica adecuadamente lo que expone el refranero español con la afirmación de ‘reunión de pastores, ovejas muertas‘. Estructura muy cuidada en sus recursos técnicos que, quizás, podría haber ahondado en la propia historia, tanto de lo sucedido, como de lo truncado. En el planteamiento inicial se acierta a intuir un interesante desarrollo que finalmente queda omitido, pero en todo caso las formas son muy destacadas y el intento más que loable. Animamos aLa Calóricaa seguir utilizando el sentido del humor y todas las herramientas derivadas, para acercarse a cualquier tema, especialmente a los más complejos.

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