El nadador de aguas abiertas, crítica teatral
26 Sep 2024
Dos hombres, en su madurez, cruzan sus caminos, construyendo una historia de superación.
“Me llamo ‘Nilo’ …y ahora moriré ahogado”
‘Nilo’ se acerca a los 50 años, en un momento de su vida en el que acumula fracasos y decepciones, es actor, pero lleva más de un año sin que le llamen para participar en nuevos proyectos, su mujer le ha dejado, su madre acaba de morir y su padre no evita ocultar su decepción respecto su hijo. Éste reconoce que, como intérprete, se ha especializado en perfiles de fracasados, hasta afirmar “a mi me gustan los personajes melifluos, como más grises …esos que han sido derrotados por la vida (…) Me siento cómodo en ese tipo… no me cuesta nada meterme en el papel …¡Sí, joder, sí! Mediocre. Mi carrera es un poco mediocre …pero estable. Me ha permitido pagar las facturas de una vida también mediocre.” Siente la necesidad de aplicar un cambio en su vida y la decisión es conseguir nadar, algo aparentemente simple y normal, pero que nunca logró, desde aquel primigenio intento con cinco años de edad, provocando uno de los primeros chascos para su padre respecto de él. El agua y el mar siempre le intimidaron y es el momento de superarlo.
“A nadar se aprende nadando”
‘Walrus’, un nadador experimentado, que llegó a ser olímpico, es identificado por ‘Nilo’ como la persona adecuada para ayudarle en su reto, pero antes de nada pregunta: “¿Por qué quieres aprender a nadar?”, obteniendo por respuesta: “Es mi vida. Está …atascada. La quiero desatascar”.
“Nadar es nadar, y la vida es mucho más complicada”
Los dos hombres se embarcan en una aventura, llena de cotidianeidad, que cambiará sus vidas para siempre, en clave de pequeñas cosas o, quizás, no tanto.
“A veces, luchar, no es suficiente”
El texto original de Adam Martín Skilton se focaliza en la superación personal y ha sido bien adaptado por María Goiricelaya para su funcionamiento en la estructura teatral, con ágiles diálogos entre los dos interpretes, utilizando también pasajes de narración.
“Las lagrimas son saladas, como el mar”
Uno de los aspectos destacados de la propuesta es el acertado ritmo narrativo que utiliza el director de la misma, Fernando Bernués, autor también de una original escenografía que recrea, de forma muy eficaz y sugerente, el mar y la playa, a base de decenas de cubos llenos de agua y arena. Atractivo trabajo escénico con un resultado sobresaliente, complementado con la videoescena de ‘Acrónica Producciones’ recreando las olas y su batir sobra la costa. Adecuadas aportaciones de David Bernués en la iluminación, Fernando Velázquez en la música original y Ana Turrillas en vestuario.
«Trata a una persona como lo que es y seguirá siendo lo que es. Trátale como puede llegar a ser y se convertirá en lo que puede llegar a ser.” (Goethe)
Markos Marín (Los últimos Gondra [memorias vascas], Macbeth) y Adolfo Fernández están muy sólidos y eficaces en sus recreaciones, trufadas de emocionalidad y ayunas de testosterona, con gran complicidad entre ambos y una conexión con el público que funciona a base de una gran empatía. Markos encarna durante toda la obra, exclusivamente, a ‘Nilo’ y sus diatribas, mientras que Adolfo, además de ‘Walrus’ (socarrón, pero que oculta una herida familiar en su interior), alterna otros personajes, como el padre y la mujer de ‘Nilo’, sabiendo dotar a cada uno de la expresión y rasgos necesarios, acreditando versatilidad.
“Primero una brazada …y después otra”
Una historia bien contada, que utiliza las metáforas de conseguir aprender a nadar en la edad madura, después de muchos intentos fallidos, y la del mar con sus corrientes, sus peligros y su magnificencia, que desde luego es digna de las seis nominaciones que recibió en los Premios Max del año 2024 (mejor espectáculo, dirección, interpretación, adaptación, diseño de escenografía y diseño de iluminación), una producción de K. Producciones y Tanttaka Teatroa, que se mantendrá programada en el Teatro Pavón hasta el próximo día 29 de septiembre.
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