Burro, crítica teatral
16 Jul 2024
¿Qué animal doméstico podría contar la historia del ser humano mejor que el burro?. Lo podremos llamar asno, borrico, pollino, jumento, rucio u onagro, y la realidad es que nos acompaña desde hace 6.000 años con una docilidad y un aguante encomiable, a la vez rudos y tiernos, y siempre agradecidos.
“¿Te acuerdas, sombra, de la luz del pasado?”
La hábil dramaturgia, una vez más, de Álvaro Tato (4×4, Villa y Marte, Andanzas y entremeses de Juan Rana, Crimen y telón, La dama duende, El alcalde de Zalamea) construye una reflexión filosófica, no exenta de poesía, a partir de conocidos fragmentos literarios sobre los descendientes del ‘equus africanus asinus’, recorriendo desde los tiempos clásicos de Grecia y Roma, con Esopo y Apuleyo como exponentes, hasta alcanzar la Edad Moderna a través del ‘Platero’ de Juan Ramón Jiménez, pasando por el Medievo y nuestro Siglo de Oro con parada obligada en el Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes y en ‘El sueño de una noche de verano’ de su coetáneo Shakespeare, pero también en fray Anselmo Turmeda y su ‘Disputa del asno’, además de otras piezas, algunas anónimas.
“Es hora de contar a mi sombra la historia de mi vida”
Así, sobre una sencilla escenografía, que recrea un establo en una finca rústica, diseñada por Tatiana de Sarabia, también responsable del vestuario, con la adecuada aportación de Miguel Ángel Camacho en iluminación; el estupendo oficio actoral de Carlos Hipólito (El proceso, Oceanía, Macbeth, Copenhague, La mentira, El crédito), ya transmutado en jumento, se dirige a su propia sombra compartiendo con ella la historia de la humanidad a través de experiencias de antepasados de su especie, pero el humo se hace denso y pierde a su sombra.
“Primero nos pierden …y luego nos lloran”
Los textos clásicos sientan estupendamente al relato histórico que realiza Hipólito revestido de equino, lleno de moderación y de sabiduría, pero haciendo ver los rasgos del rucio que interpreta, convertidas sus manos en pezuñas, recreando los movimientos precisos del onagro e, incluso, rebuznando cuando es menester.
“¡Siempre habrá quién nos diga burradas!”
Carlos Hipólito está magnífico, y lo que es más, se le nota disfrutar del espectáculo y de su papel. Gran trabajo interpretativo, en el que subyuga y llega al espectador con su voz, sus gestos y sus miradas, todo ello lleno de intención. Estupendo desempeño lleno de medida, delicadeza y sensibilidad, contando con el apoyo de Fran García (Villa y Marte, Andanzas y entremeses de Juan Rana) e Iballa Rodríguez como músicos/actores, y Manuel Lavandera a la guitarra.
“Entre el hombre y el asno, yo se quién es la bestia”
Yayo Cáceres dirige la propuesta, acertadamente, con las habituales señas de identidad de los proyectos realizados, especialmente, a través de Ron Lalá (4×4, Villa y Marte, Andanzas y entremeses de Juan Rana, Crimen y telón), como de ‘Ay Teatro’, donde la música ocupa un lugar destacado, dotándolos, siempre, de aromas de ‘juglaría’.
“La última manada de mi dinastia emigró a la fantasía”
Filosofía y poesía, entre rebuznos y coces, con ternura, inteligencia y medida; consiguiendo un espectáculo que es puro teatro, muy destacadamente interpretado, que tras su paso por escenarios de Madrid y asomar en la reciente edición del Festival Iberoamericano del Siglo de Oro, Clásicos en Alcalá , donde lo disfrutamos, se anuncia los próximos días 27 y 28 de julio (AUREA Antigua Universidad) dentro del 47º Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro.
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