Los gatos mueren como las personas, crítica teatral

04 Jun 2024

No habían pasado ni diez minutos del inicio de la representación de la obra ‘Los gatos mueren como las personas’, cuando algunos espectadores comenzaron a abandonar la Sala Grande del Teatro Valle-Inclán, versátil y evocador espacio que es una de la sedes del Centro Dramático Nacional. Circunstancia que continuó repitiéndose, en incesante goteo, durante toda la representación y todo ello partiendo de una entrada de público muy moderada. 

“El amor es frio, como la muerte”

cartel

Delante de mi, una mujer ocupaba una localidad en una fila casi ausente de más espectadores, su expresión gestual manifestaba una sensación entre el aburrimiento y el hastío, cambiando su postura sobre la butaca de forma casi constante, buscando que cada nuevo movimiento supusiera un inequívoco gesto de incomodidad, ¿por qué esa mujer no llegó nunca a abandonar la sala hasta el final, cuando se fue tras no participar del saludo al elenco?, es evidente que algo la retuvo aunque solo fuera la necesidad de expresar su rechazo a lo que se representaba sobre la escena.

“Lo peor es cuando te das cuenta que te has convertido en un pequeño burgués”

Los gatos mueren como las personas, crítica teatralLa propuesta que pareció no enganchar nunca a la espectadora referida, es una pieza con dramaturgia y dirección de Dan Jemmett, quien hace unos años dirigió con acierto, en el Teatro de la Abadía, ‘Nekrassov’ , quien en esta ocasión combina las creaciones de dos de sus más admirados artistas alemanes, Rainer Werner Fassbinder y Heiner Müller, utilizando del primero algo más que referencias a su película ‘Warnung vor einer heiligen Nutte’ (‘Atención a esa prostituta tan querida‘) y, del segundo, la obra de teatro ‘Quartet’ (‘Cuarteto‘), a su vez basada en la historia conocida a través de ‘Las amistades peligrosas’, novela escrita en el siglo XVIII por Pierre Choderlos de Laclos, en cuya trama la ‘marquesa de Merteuil‘ convence al ‘vizconde de Valmont‘, su ex-amante, de que corteje, y ponga cerco,  a la virginal belleza de su sobrina, ‘Cécile de Volanges’, antes de que ésta se case con quien era su más reciente amante, tras perder éste su atracción por la marquesa ante la pujante lozanía, e inocencia, de su joven pariente.

“La vida en mi crece …y me devora”

Los gatos mueren como las personas, crítica teatral

La mezcla argumental entre la dos historias utilizadas como referencia, divide en dos el espectáculo, con la película de Fassbinder con mayor protagonismo en la primera parte, dando paso a la obra de Müller en la segunda parte, en la que el duelo entre los personajes de la ‘marquesa de Merteuil‘ y ‘Valmont‘ es representado hasta en tres ocasiones diferentes, en combinaciones, por parejas, entre seis actores, José Luis Alcobendas (Anfitriones, El vergonzoso en palacio, Nekrassov, El concierto de San Ovidio, Hedda Gabler), Valérie Crouzet, Violeta Linde, Nico Romero, David Luque (Vano fantasma de niebla y luz, La vida es sueño, Nekrassov) y Julia Piera (Valor, agravio y mujer, Numancia); con Clemente García (Vuelan palomas. Arte de sermones para tiempos inciertos, Nekrassov) encarnando al propio autor, apareciendo con un papel mucho más activo en la segunda parte, que en la primera, en la que solo parece tomar notas, hasta su absoluto protagonismo en la escena final.

“Solo cuando un texto no se puede representar es interesante para el teatro”

elenco

El texto y la estructura teatral son complejos, quizás en alegoría a la afirmación que se realiza al decir: ‘Solo cuando un texto no se puede representar es interesante para el teatro‘. La realidad es que, especialmente en la primera parte, cuando se recrea la espera de un grupo de actores, en un hotel de Almeria, ante el parón surgido en el rodaje de una película, en el que sufren los ataques tiránicos del director, en una aproximación de Fassbinder con aires andróginos. La obra tiene momentos desconcertantes que, a pesar de todo, retienen la atención, al menos, de algunos espectadores. Lo que sucede en ese tramo es surrealista y se necesita ir leído previamente para su comprensión, los gestos, el vestuario, las formas e incluso el habla a la hora de decir o de pedir un ‘cubalibre’ una vez y otra, por parte de todos los personajes, pretenden dar pistas, pero quizás lo mejor sea dejarse llevar, aunque en esa parte, en realidad, no suceda demasiado. 

“Cada hombre es un hombre insuficiente para la mujer”

escenografía

La escenografía diseñada por Adán Torres representa una especie de ‘pub’ de los años 70’s del siglo XX, con el elemento destacado de su barra, a un lado del escenario, frente a una ‘jukebox‘ o gramola, situada exactamente enfrente, la cual protagoniza una cuidada selección musical de Christopher Knighton, responsable del espacio sonoro y video,  que es de los más destacado de la propuesta. La forma ovalada en el fondo de la escena es aprovechada para acoger en ella algunas dependencias del recinto que terminan por sorprender. La iluminación de Felipe Ramos es muy sutil, y el rico vestuario de Vanessa Actif y la caracterización de Johny Dean, aportan en el potente aspecto visual de la pieza.

“El pensamiento que no se convierte en acto, envenena el alma”

Los gatos mueren como las personas, crítica teatral

Entre las interpretaciones destaca David Luque tan convincente como ‘Corvinian’, el ayudante de dirección, reconvertido en barman, en la primera parte, como en su participación en las recreaciones entre ‘Merteuil’ y ‘Valmont’, con Julia Piera, a la que aún recordamos excelente en ‘Valor, agravio y mujer’, muy exigida, especialmente, en su recreación de ‘Jeff’ con un perfil en punto más allá de lo necesario en su excitación, aunque la sensación que nos queda es que puede ser debido a exigencias desde la dirección, algo extrapolable al resto del elenco compuesto por José Luis Alcobendas, Valérie Crouzet, Violeta Linde, Nico Romero y Clemente García, cuyas puestas en escena terminan por tener un cierto aire de ‘comic’.

“Solo el que crea desea la destrucción”

Clemente García

El dramaturgo y director responsable de esta pieza, Dan Jemmett, indica en el programa de mano que su finalidad es aportar una meditación sobre dos de los más apremiantes estados humanos de la existencia: el aburrimiento y el deseo, y a lo que parece más de un espectador debió superar su límite de aburrimiento para buscar la salida de la sala de forma anticipada, aunque el juego del deseo siempre esté planteado, y presente, más allá de roles, edades, géneros y peculiaridades de sus protagonistas. Experimentación teatral con un resultado algo irregular. Extrañeza. Desubicación. Frío atemporal. Sea como fuere, algo retuvo a la mujer que ocupaba la localidad delante de mi, anteLos gatos mueren como las personas’, a pesar de sus gestos de evidente disconformidad desde su mismo comienzo. Silencio.

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