El templo vacío, crítica teatral
en Teatro
15 Mar 2024
Un viaje interior. En forma de conferencia y desde la propia experiencia, para abrirnos el templo vacío que a todos nos habita, con reiteradas referencias al misticismo más allá de una religión u otra, es lo que protagoniza Lluis Homar, a la sazón actual director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, sobre dramaturgia de Brenda Escobedo (La casa de los celos y selvas de Ardenia, El animal de Hungria, Mio Cid, Nekrassov), quien también lo codirige con quien ejerce de ponente, a partir de textos originales de San Juan de la Cruz, Ibn Arabi, Santa Teresa de Jesús, Ramón Llull, Eckhart de Hochheim, Pedro Calderón de la Barca, Miguel de Molinos, Angelus Silesius y Jacinto Verdaguer.
“El dios de la mística es siempre el mismo, no es peculiar de ninguna religión”
En el programa de mano señala la autora y codirectora, Brenda Escobedo, que ‘con el templo vacío nos referimos al alma, limpia y desocupada de miedos y vanidades, y también al teatro, que es, en su pureza, espacio y palabra‘.
El misticismo es el verdadero protagonista y Homar más que interpretar, parece compartir propias experiencias a partir textos que, en su mayoría lee, dejando para la memoria algunos pasajes de ‘El príncipe constante’ que protagonizó hace tres temporadas y ciertos fragmentos en catalán que son traducidos al castellano en videoproyección.
“Para ir a Dios hay que ir sin Dios” (Eckhart de Hochheim)
Xavier Albertí (Don Ramón María del Valle-Inclan, El burlador de Sevilla, Lo fingido verdadero, Caravaggio, Vermeer, Velázquez, El príncipe constante, El gran mercado del mundo) vuelve a sumar en proyectos de la CNTC de esta etapa, con una bella y cuidada selección musical compuesta por temas corales de Bach que son magnífica y delicadamente interpretados por Manon Chauvin (soprano), Lluis Frigola (tenor), Simón Millán (bajo) y Clara Serrano (alto). Las cinco presencias en escena son acogidas por una sutil iluminación de Pedro Yagüe que juega en la misma clave poética que se evoca de inicio a fin de la propuesta.
“El actor sube a escena para servir al público, no para servir a su persona”
Quizás este espectáculo esté más en clave interior e íntima del propio protagonista que en generar sorpresa o compartir determinada intención con el público asistente, quien por otra parte, en algunos casos, comentaba a la salida sobre la paz que irradió lo sucedido en escena. Esta propuesta fue estrenada el pasado verano en el Festival de Almagro como espectáculo inaugural, sin lograr alcanzar los niveles de expectativa que su anuncio creó. Valor espiritual sin duda, pero liviano en su resultado teatral, más allá de la belleza en sus formas.
Si alguna de las imágenes utilizadas en este blog, está protegida por copyright, ruego me lo hagan saber para ser retirada de forma inmediata