El misántropo de Menandro, critica teatral
24 Oct 2022
La legitimidad de cualquier creador o autor, es innegable y nada debe coartar lo que a su imaginación inspire, más allá de la libre opinión del público sobre el resultado de su trabajo.
“Lo que no se nombra no existe”
Afirmado lo anterior, cualquier principio, sentimiento u opinión que se deslice tendrá su propia licitud, siempre dentro de unos mínimos estándares de educación y sociabilidad.
Cuestión diferente es el hecho de utilizar el texto de un tercero, cambiar la esencia de su trama, incluso el equilibrio entre los personajes protagonistas, quitando realce a unos, dándoselo a otros, para, finalmente, culminar una resolución alejada de la que imaginó quien firmó su texto original.
“¿Por qué los grandes descubrimientos de la civilización se han producido en soledad?”
Y el caso anterior es lo sucedido con el espectáculo ‘El Misántropo‘, anunciado con el sufijo ‘de Menandro’, señalando la autoría del comediógrafo griego, nacido en Atenas, en el siglo IV (a.c.), máximo exponente de la denominada comedia nueva, cuya única obra conservada completa es, precisamente, ésta.
“¡Dejadme vivir en mi casa y a mi manera!”
Carol López y Xus de la Cruz firman una ‘versión’ que lo que realmente hace es ‘deconstruir’ el texto, también conocido como ‘El díscolo‘, armando una historia diferente bajo su pretendida actualización, llena de tópicos y de ‘tics’ contemporáneos, supuestamente compatibles con la modernidad, en el que el foco se pone en el personaje de la hija de ‘Cnemón‘ y en su reivindicación de tener un nombre concreto, rebelándose ante el hecho, supuestamente discriminatorio, de que desde los tiempos clásicos haya carecido de él. Toda la nueva trama se presenta revestida de comedia musical, género que nos merece todo el respeto, pero que tal como se plantea en este espectáculo no supera un cierto aire vodevilesco. Tras la revisión realizada por López y de la Cruz, nada queda del aporte filosófico del ‘misántropo’ original, por más que el buen oficio de Fernando Albizu lo defienda con lo mejor de su saber hacer.
“¿No están hartos de sociabilizar?”
Correctas aportaciones técnicas, de Felipe Ramos en la iluminación y Pier Paolo Álvaro en el vestuario, con mención especial para Alessio Meloni, en la escenografía, que acierta en la recreación de un campo lleno de espigas, entre las que destacan algunas amapolas, aunque la forma de recrear el pozo, en el que se precipitan los hechos en los que descansa la trama respecto al uraño ‘Cnemón‘, tiene margen de mejora.
La prestación del elenco de interpretes, desde Fernando Albizu (Esperando a Godot) a María Ordoñez (El eunuco, Anfitrión), pasando por África Gozalbes, Alejandro Pau (La vida es sueño, La señora y la criada, En otro reino extraño), Carlos Troya (Cama) y Ángel Ruiz, queda condicionada por la falta de credibilidad, y exceso de ligereza, de la versión que se presenta, sin que podamos disfrutar de un texto clásico, sino de una comedia ligera, sin sorpresas, con su toque feminista, la crítica a los urbanitas y sus dependencias sociales, además de la correspondiente cuota más de ‘pluma’, que gay.
“¡Quiero estar solo!”
Este espectáculo formó parte de la programación de la reciente 68ª edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, quien lo coproduce junto con ‘La Zona Teatro‘, exhibiéndose actualmente en el Teatro Fernán Gómez, de Madrid, hasta el 4 de noviembre.
Nada tenemos que objetar a lo que Carol López y Xus de la Cruz han querido mostrar ante el público con esta versión, tanto en su fondo como en su forma, pero consideramos mas apropiado que construyan su propia dramaturgia, la anuncien bajo su nombre y no jueguen a generar expectativas, en el público, que no se corresponden, pues, en este caso, no se representa lo que se anuncia. Más allá de lo cual el resultado es débil, convertida la propuesta en una comedia más que ligera, leve; que no generará el recuerdo entre sus espectadores.